Andrés Carrasco (1946-2014) fue el científico que comprobó y denunció los efectos nocivos para la salud del glifosato y que acompañó hasta sus últimos días a las organizaciones sociales de los pueblos fumigados. Con más de treinta años de carrera en el campo científico, llegó a ser presidente del Conicet y jefe del Laboratorio de Embriología de la UBA. Tuvo descubrimientos importantes en la década del 80 y trabajó constantemente en los años ’90. Así llegó al año 2009 cuando, tras una investigación, denunció los efectos letales del glifosato en una nota publicada ese año en PáginaI12. Sus denuncias permanentes contra el modelo agroquímico provocaron polémicas tanto con las empresas como con distintos funcionarios y sectores políticos que arremetieron contra la veracidad de los estudios realizados por el científico. En mayo de 2009, más de 300 científicos, intelectuales, referentes de los derechos humanos y organizaciones sociales nacionales y extranjeras salieron a respaldar sus trabajos ante la descalificación que habían expresado compañías agroquímicas, cámaras empresarias, algunos funcionarios y medios de comunicación.

Sobre su figura posó su mirada la documentalista Valeria Tucci en el film Andrés Carrasco, ciencia disruptiva que, luego de haber sido estrenado en cine hace unos meses, podrá verse desde hoy en Cine.ar, la plataforma de video a demanda gratuita del Incaa. El film focaliza en las últimas investigaciones de este científico, rescata su compromiso y también expone la lucha de pueblos como el de Malvinas Argentinas (Córdoba) y otros donde las fumigaciones con glifosato desde hace más de dos décadas produjeron tremendos efectos en las poblaciones: leucemia, lupus y teratogénesis (malformaciones en el desarrollo embrionario), entre otros.

“Estaba trabajando con otro proyecto documental que tenía que ver con la industria alimenticia. Me topé con el estudio de Carrasco. Empecé a interesarme mucho por el tema, por la figura de Carrasco y a hablar con personas que lo conocían y con personas que tenían distintos conceptos de él”, recuerda Tucci. La cineasta asistió a reuniones de pueblos fumigados y de temáticas ambientales. “Ahí el nombre Carrasco aparecía siempre. Por otro lado, hablaba con otras personas ligadas al sector del establishment científico que también me hablaban de él pero de otra manera. Me sorprendían mucho los amores y odios que despertaba Carrasco, esta facilidad de este personaje que despertaba estas sensaciones. A la vez, me interesaba mucho esta problemática de la que veía que no se hablaba. Empecé la investigación en 2016. Si bien es poco el tiempo el que pasó, siento que hay una diferencia a nivel de lo que la sociedad sabe, cómo está interesada o parada hoy. Y en ese momento estaba mucho más invisibilizado el tema y me llamaba mucho la atención que no se hablara de esto. Sentía que era una película urgente y que había que hacerla”, agrega Tucci.

-¿El documental busca dar cuenta de su compromiso como científico?

-Sin duda. Hablar de Carrasco es hablar de ciencia digna. Es un legado que está quedando en los jóvenes. Lo vemos, de hecho, en las proyecciones de la película, cómo la piden desde distintas universidades y del sector educativo como una cuestión de legado. Hay una escuela que lleva su nombre y tiene que ver con un compromiso no solamente hacia la ciencia sino hacia los saberes que tienen los profesionales y hacia el pueblo.

-¿Por qué el documental rescata también la figura del ex peón rural Fabián Amaranto Tomasi?

-La película se filmó en distintos lugares del interior. Habla de Carrasco, pero también muestra a las víctimas directas de esta problemática. Fabián Tomasi fue un enorme ejemplo de esta lucha. Es una figura muy importante de lo que representa el modelo, de lo que representa el daño. Era muy importante que él participara en la película y que dejara su testimonio. Hay varias cosas que quedan expuestas: la comprobación de este modelo, y algo más personal, como la relación que hubo entre él y Carrasco, que habla de un sentido humano de ambos.

-¿Tuvo limitaciones éticas para que las imágenes muestren pero que no signifiquen un golpe bajo?

-Obviamente que siempre uno se lo plantea, no solamente con las imágenes sino también con los testimonios de hasta dónde sí y hasta dónde no. En la película, de hecho, se muestran las fotos de Pablo Piovano, que hizo un trabajo muy importante y muy grande con respecto a las víctimas. Igual, ese planteo lo tenemos todos los documentalistas y todos los que hacemos cine. Acá, la historia que se cuenta es la del científico que se vuelve un referente social haciendo foco en una problemática. Y esa problemática la contamos, mostramos y la hablamos de la forma en que nos pareció correcta.

-¿Cómo fue la construcción de la estructura del documental con material de archivo, testimonios e investigaciones científico-periodísticas?

-El planteo de cómo encararlo fue un tema importante. Yo no quería hacer un documental de datos duros, de estadísticas, porque uno sale del cine completamente apesadumbrado por la realidad que acaba de ver. Entonces, yo decidí encarar este tema desde la empatía. Me pareció que era la mejor forma de acercar la problemática. Hablar de Carrasco es hablar de soberanía alimentaria, de modelos agroexportadores, de luchas socioambientales. La historia que se lleva la gente que conozca o no esta problemática es la del científico que se convierte en un referente social. Desde ese lugar, fuimos contando esta historia y las de las personas que aparecen en ese lugar desde un lado muy humano.

-¿Cree que la sociedad argentina es ahora lo suficientemente consciente de este grave problema o todavía están las máscaras publicitarias de los alimentos?

 

-De los alimentos, del modelo y de todo. No es solamente un tema de alimentación. Estamos tomando conciencia. Lo que pasó en Mendoza con la ley del agua y la minería es muy importante. Es algo que me gusta rescatar porque también es una señal respecto a qué modelos estamos apuntado, qué tipo de modelos queremos, que no tienen que ver con el extractivismo sino con otra cuestión: cuidar el medioambiente y sobre todo nuestra salud. En ese sentido, queda muchísimo camino por hacer, pero estamos avanzando. Y es un tema de la sociedad poder reflexionar sobre este tema y poder decidir qué quiere hacer y para dónde quiere ir.