A comienzos de los 80, cuando se apagaba la estrella de los hermanos Carpenter y la muerte tempranísima de Karen ponía a la anorexia en la agenda mundial, en Argentina nacía otra pareja de hermanos musicales llenos de energía y también condenados al éxito. Para esos primeros años de la democracia, tan parakulturales, irónicos y cultos, la propuesta de un hermano sol y una hermana luna peleando como marido y mujer -infiel y monosilábico Joaquín, engañada y verborrágica, Lucía- parecía tan a destiempo como los puros y castos Carpenters en plena revolución sexual de los 60. Sin embargo, perturbadores por el vínculo, fueron furor. Los hermanos que se miran pero no se tocan, desde entonces, son los mejores embajadores camp de la institución matrimonial y de su crisis.

Nacen dos estrellas

Su tarjeta de presentación dice así: “¿Quién es? Soy yo. ¿Qué vienes a buscar? A ti” Un paso de tragedia cantada por dos que siempre están “buscándose” y que retoma el tópico tanguero del varón que llega tarde a pedirle perdón a la percanta, con la diferencia de que en lugar de escuchar el lamento del macho aquí lo que importa son los agudos de ella: “Ahora soy yo la que quiere estar sin ti.” Lucía Galán siempre está desenmascarando la miseria del cónyuge (“me engañaste, me mentiste”), se libera (“por eso vete, olvida mi nombre, mi cara, mi casa…Y pega la vuelta”), se regodea con una insistencia “cero sorora” en la figura de “la otra” ( “a esa vete y dile tu… que venga/ que recoja tu mesa, que lave tu ropa) y en los años más recientes, harta de marcar defectos grita feliz: “¡Quiero estar sola!”. Del otro lado, como toda respuesta: apenas una mirada bovina, Joaquín Galán aparece caminando sigiloso y por detrás para balbucear siempre el mismo texto: tú nunca me has sabido escuchar… ahora alguien lo escucha mejor. En uno de los pocos videos que lo tienen como la voz cantante, la cámara hace foco en una vitrina con adornos de porcelana, señal novelera de la pareja domesticada. Ubicados cada uno bajo sendos ventanales, señal novelera de estatus, se preparan para salir a comer en un restaurante de nivel, siempre en versión telenovela. El marido pregunta visiblemente harto: “Y ahora qué te hace falta” Mientras ella visiblemente compungida responde con uno de los estribillos más cursis, desconcertantes y pegadizos: “Me hace falta una flor, me hace falta una flor”. La pareja que puso el diálogo como recurso principal de su espectáculo, deja demostrado a los largo de más de 200 canciones, su imposibilidad.

Hijos de la unión poliamorosa y nunca consumada entre los Bee Gees, Abba, Valeria Lynch y Gloria Stefan, Pimpinela viene sosteniendo desde hace más de 40 años un conflicto irresuelto que tiene su origen en una expectativa de felicidad hetero y burguesa donde la monogamia es ley, y el engaño, la consecuencia más productiva. ¡No se han dado un beso pero le han sacado el jugo a la infidelidad como ningún juzgado de familia!

Me hace falta una flor

A diferencia de tantas fraternidades locales como los Fronterizos, los Chalchaleros, los Abalos y hasta las Trillizas de oro, los Pimpinela portan una promesa de desviación a medio esconder: no cantan de frente al público, sino mirándose a los ojos. La ilusión del incesto o de alguna otra traición a la normalidad (¿Lucía es lesbiana o swinger? ¿Joaquín es gay o swinger?) mantienen en vilo a las imaginaciones y a los chimentos que nunca se confirman.

El marketing del nombre de la dupla hecha leña al fuego queer: Pimpinela, aunque suene como cita a personaje de la Commedia dell'Arte alude a una flor que para quienes se dedican a estudiar el sexo de las plantas es una flor “hermafrodita”, con órganos florales masculinos (estambres) y femeninos (carpelos). Los hermanos Lucía y Joaquín Galán, que nunca lograron convencer a su españolísima madre de que no usara en Argentina su apodo “Concha” junto con su apellido de casada: “de Galán”, se borraron el nombre paterno y se fundieron en una flor que alude y oculta la sexualidad del lazo fraterno.

Adios Robero, Corrado, te amo.

Hace unos años que vienen probando algunas ligeras variantes de renovación pero sin innovar: por un lado la veta familiera y por otro el cumplimiento con una agenda progresista que celebra, entre otros derechos, el matrimonio igualitario y condena la violencia de género. Mientras tanto, una Lucia vestida de novia rodeada de otras casaderas denuncia en clave de sentido común un reclamo ¿feminista?: “Es nuestro gran problema/del siglo veintiuno/No busques más a un hombre/que no queda ninguno¨´En esta canción la homosexualidad tiene un cameo en el típico tono de chanza y sorpresa del descenlace: “Y casi sobre la hora/Yo conocí al hombre ideal/Sensible y divertido/Era mi sueño hecho realidad”. El sueño se rompe cuando el candidato que siempre fue visiblemente gay menos para los ojos de Lucía, aparece con su novio y le rompe la burbuja. El gay, portador de diversión y sensiblidildad es la contrafigura ideal de su marido hermano que por otra parte nunca encarna estos personajes. Para el marido golpeador de la canción "Me levantaste la mano" se busca un remplazante y lo mismo para representar a este hombre ideal pero gay. Joaquín hasta hoy se ha mantenido firme en su heterosexualidad y en su rol: ni violento ni comunicativo. 

Pero sin dudas, nada tiene más éxito que la fórmula de la traición a la que siempre se vuelve. Así que luego del éxito que recuperaron con su canción/video “Bastarda” donde se acercan al fuego del incesto aunque no tanto ya que al final se devela que Joaquín tiene una historia con la hermana de Lucía, Pimpinela redobla la apuesta con su video “Traición” donde la tercera en discordia parece la mejor amiga, pero termina siendo el marido de esta, que además es el mejor amigo de Joaquín. Si de algo se ha hecho cargo Pimpinela desde sus inicios es de la caída en baja de la telenovela como género popular. Sus mejores canciones tienen siempre un soporte argumental donde la pareja construye una telenovela express. Son los grandes resucitadores del género. De hecho en este lanzamiento, el equipo de traicionados y traidores se completa con las actuaciones de dos históricos, galán y villana, Gabriel Corrado y Carina Zampini que tomados en primerísimos planos típicos de culebrón, logran transmitir las tensiones y sentimientos que ocurren en esos 4 minutos dentro del living de catálogo donde se desarrolla la escena. Joaquín, sin salir del personaje de siempre, " ahora alguien me comprende como nunca" siemplemente cambia de objeto Sexual de deseo. Mucho más elocuente que su confesión es la actitud de cada uno de los integrantes de estas parejas cuando explota la trifulca. Lucía subida a su personaje histórico de poco sorora, culpa a su mejor amiga. Zampini es la mujer que llora frente a la noticia y se diría que comprende..., Corrado, el objeto de amor, se limita a agarrarse la cabeza cuando su amigo abre el closet, replicando la actitud masculina que Joaquín viene respresentando hace 40 años. La edición del video es el mensaje. Luego de que se devela la verdad se vuelve a mostrar la misma escena para que se vea lo que no se vio. Como siempre en Pimpinela, lo que se ve nunca está teñido de erotismo sino de intrigas. ¿Lo que no vimos siempre estuvo allí? Parece preguntar este nuevo mensaje. El rostro final de Lucía, desconcertada y silenciosa por primera vez parece ser la estampa de una heterosexualidad sitiada por los deseos que ocultan sus propios cuerpos. Joaquín por su parte no "es" gay en este video. Ni tampopco Corrado. "Es algo que les ha pasado". Y para profundizar en ese algo que se resiste a ser narrado: la foto que muestra a los amigos unos años atrás. 

Ahora que la mamá de la vida real, Doña Encarnación de Galán ha muerto, el personaje de Joaquín declara sentir algo que nunca había sentido y por otro hombre. Quien no representó ni a golpeadores ni a gays felices, asume la posibilidad de ser un hombre casado al que le pasaron cosas, que además son cosas que le vienen pasando hace rato como lo demuestra, en retrospectiva, una foto del album donde se lo ve, en clave macho abrazado con su amigo en una foto de la década del 80, epoca que coincide con la consolidación matrinmonial de Pimpinela. La muerte de la madre ha sido disparador de sinceridad en muchas generaciones de homosexuales, así que este dato, le agrega al tema un sutil cruce entre ficción y realidad. “Ese alguien que amo es mi amigo” dice al final del equívoco en el video y esto no debe tomarse como un spoiler ya que a esta altura tema que ya lleva millones de vistas en Youtube. Queda claro que a casi 40 años de la película Adios, Roberto donde la heterosexualidad también aparecía tentada por el homoerotismo, Pimpinela entiende que su público está preparado para disfrutar de la escena.

Advertencia: Si en el video Traición veremos a Joaquín confesando que está enamorado de su amigo, no es que Pimpinela haya pasado la raya sino que el tema del closet hace rato se ha convertido en un posible paso de comedia, un desenlace no tan inesperado en las mejores familias. Si al tema gay le faltaba algo para confirmar que ha quedado despojado de toda capacidad disruptiva como hace años ya lo advirtieron las dos P (Perlongher y Pasolini) la tercera P de Pimpinela viene a confirmalo.