Desde París

“Bravo por su presidente argentino”, dijo un señor que estaba haciendo la cola en la panadería cuando la señora que estaba adelante le contó que era argentina y que sus hijos estaban muy preocupados por ella. Al filo agregó: ”con menos casos que en Francia actuó más rápido que el nuestro y, encima, es mucho mejor que ese pirómano de Bolsonaro”. Así van los días del virus, secos, conversados, desiertos menos en la panadería. Es el lugar de la restauración social por excelencia. París es un territorio lunar. Gris, desolado, desconocido. 

No muy distinta desde el miércoles 18 de marzo a lo que ya eran Roma o Madrid. Italia, España y Francia integran el triángulo de países europeos con más casos de infecciones dentro de un continente que, con el correr de las semanas, se volvió el primer foco de propagación mundial. 35.713 casos en Italia y 2.978 muertos (más de 400 en un sólo día), 14.746 en España y 638 muertos, Francia 9.134 enfermos y 264 muertos (89 en 24 horas). Alemania es el cuarto país con 12.327 infectados y 28 fallecidos. En total, más de 5.000 personas murieron en el Viejo Continente. Sin embargo, estas cifras son engañosas porque solo recaban los datos de los casos que requieren hospitalizaciones y no el de todas las personas realmente contaminadas. ”No podemos apagar el fuego con los ojos vendados, dijo el director de la Organización Mundial de la Salud cuando recomendó que se llevaran a cabo test masivos, cosa que no se hizo.

Cada día se escala más hacia el infierno. 

Por primera vez desde que asumió su mandato inicial hace más de 14 años y fuera del discurso oficial de finales de año, la canciller alemana, Angela Merkel, pronunció un discurso televisado donde interpeló a la población a respetar las restricciones. “Desde la Segunda Guerra Mundial no hemos tenido un desafío para nuestro país que dependa tanto de nuestra acción conjunta y solidaria”, dijo la canciller. En Italia, España y Francia las autoridades políticas habían hecho lo mismo, y más de una vez debido a la indisciplina de los ciudadanos que se tomaron en broma las advertencias de sus dirigentes. Ya nadie se ríe, tanto más cuanto que científicos, políticos, especialistas, autoridades hospitalarias vienen advirtiendo lo que Merkel aseguró el miércoles: «las próximas semanas serán mucho más duras”. Enfermos o sanos, el virus se metió en la vida de cada persona. ”La vida así no se parece a nada”, afirmaba un señor que hablaba con otro desde el balcón. Se va pareciendo a una nube depresiva que se aúna a la amenaza del coronavirus y, paulatinamente, inaugura momentos históricos con decisiones que revierten esquemas de intercambios ultra liberales que llevan décadas vigentes. 

Hay que encerrarse en casa y aislarse del mundo. 

El peligro son los semejantes. Los europeos le pusieron candado al continente. Las fronteras, abolidas con el proyecto de la construcción europea, fueron restablecidas: a la vez las exteriores (para ingresar a Europa) y las interiores, o sea, las fronteras entre los países europeos miembros del espacio Schengen (26 países). Schengen permitía la libre circulación de las mercancías y de las personas. La propuesta fue planteada por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. Sólo los ciudadanos de los países miembros de la unión podrán circular entre las naciones, pero esta vez con previos controles.

 Esta disposición excluye sin embargo la circulación de las mercaderías, las cuales podrán entrar y salir del espacio. Habrá en las próximas semanas “corredores prioritarios” para que los artículos esenciales como los medicamentos tengan libre acceso a los países. Se trata de extender a escala europea el confinamiento que ya está vigente dentro de los países y de limitar de esta manera las “interacciones” entre vecinos. 

Escuelas, universidades, bares, restaurantes, discotecas, cines, museos y todo negocio que no sea esencial ya han ido bajando sus cortinas en la última semana. En Francia, estas medidas fueron severamente aplicadas desde el martes luego de que el gobierno constara la informalidad masiva con la cual la población había respetado las primeras consignas restrictivas. Para circular en Francia hace falta una declaración ante las autoridades policiales con el motivo explícito del desplazamiento. Los infractores pueden pagar una multa de hasta 350 euros. Europa da hoy la sensación de un sálvese quién pueda y cómo pueda generalizado. No hay nada en común.

Países como Hungría y Polonia lanzan medidas migratorias sin avisar a sus vecinos mientras que otros toman sus disposiciones a puertas cerradas, incluso bloqueando sus fronteras sin advertir al vecino. Bruselas, la Comisión Europea, el Banco Central Europeo, el Parlamento Europeo, esos nombres retumban como referencias o metáforas pasadas de moda, lejos, muy lejos de las sociedades. Son tiempos de disciplina, solidaridad, responsabilidad, atención y vigilancia individual y colectiva.

Europa no parece ser parte hoy de ese “todos juntos”. Cada país miembro sólo tiene la compañía de los suyos mientras las estrictas reglas europeas que antes regulaban las economías, los intercambios y las relaciones son vistas ya como obstáculos para la superación del mal momento y no como soluciones. El ultra sonado Pacto de estabilidad adoptado en 1997 y mediante el cual se supervisa la política fiscal con la principal (obsesiva, delirante) meta de que cada país no supere un tres por ciento de déficit es, visto desde el confinamiento, como ciencia ficción de tercera calidad.

[email protected]