Qué lindo hablarles de Del Prete, de cuánto bien me hizo conocer su obra en la épica de una estudiante de Bellas Artes.

Me tranquilizaba la versatilidad de su trabajo. Para cierto conservadurismo académico a él se lo leía más como una manía. Del mismo modo y al mismo tiempo el espíritu abstracto, el figurativo, el no figurativo, el matérico, el constructivo, el fauve... que tuviera en su alma colores, texturas, formas y materiales. Que diluyera tipificaciones, cada imagen fundando una categoría para, en su universo continuo, contradecirla. Que fuera en una perspectiva un Berni pero nada que ver. Me gustaban sus cuadros chicos y medianos ¿serían cuadros para vender? Y los materiales en el podio de la abstracción, era un buen espejo para mirarme. Fue clave.

Basta ya! Basta de separar la cabeza del cuerpo, basta de separar “el arte” por movimientos le decía a mis compañerxs. Basta de pensar que para ser abstracta había primero que ser figurativa. J.D.P. no había hecho ese camino tan previsible, tan mentiroso, tan poco humanx.

Alguna vez siendo estudiante fui guía en el Museo Juan B. Castagnino.

La ficha que encuentro entre mis papeles de la época sobre el artista Juan Del Prete además de la información de rigor, dice: el público que va al museo los domingos a las visitas guiadas, me pide “explicaciones” sobre un cuadro que está colgado. El público dice que “eso” lo puede hacer cualquiera. Nunca lo miran con desprecio, “lo observan como posibilidad”.

Porque cualquiera son ellxs mismxs.

Colgado en la colección permanente junto a algunos otros del mismo tenor, era el momento que yo esperaba. El caso de ese cuadro conmovía a las personas pues les hacía dudar sobre la figura del genio.

Entonces Juan se convierte en una escuela en sí misma. Ese público no especializado puede pensarse como pintora como pintor, eso era grandioso.

Juan Del Prete de las mil caras como buen creyente de lo feo, hizo bellezas.

Oh! Trozos descartables, yo te daré una vida en el equilibrio. Yo te haré una Creatura!

Hay fe en la dispersión en la que él se aventura. El ánimo de tener muchas caras, nada tan real como eso.

Siendo estudiante de pintura, yo pensaba que no tenía a Picasso cerca en ningún sentido, sí lo tenía a Del Prete. De Picasso ya no puedes agregar nada, D.P. me permitió en la vida de taller seguir transportando cosas.

Pintor, pintora de la cantidad versus los pintores de la calidad, la obra es el movimiento: debe ser ejecutada con paciencia pero rapidez, pues el tiempo está en otro lado.

La cantidad en Juan es determinante. Alterna procedimientos, haciéndolos método y errancia. La investigación de soportes y de materias primas que siendo tapadas aparecen con el transcurrir de la mirada, parece una orgía de calidades del control. De dónde vienen estos procesos, acaso de un movimiento de equilibro libriano frente a cierta orgía natural de los materiales.

Fue clave levantarse cada mañana rumbo al taller, tuvo muchos.

Quedarse todo el día, como una jornada de metalúrgico en la fábrica. Mirar trabajar delicadamente a su compañera. Cuánto puede la obra hablarle a Del Prete.

Juan pasó su vida entre dos continentes, entre la vitalidad argentina y cierto conservadurismo italiano. Aunque nos digan otras cosas, hubo un solo renacimiento y fue el italiano.

Mientras estuve con Del Prete, no conocí a Yente, a Eugenia Crenovich (artista, nacida un 6 de noviembre, bajo el signo de escorpio). Es emocionante pensar que desde hace algunos pocos años, los estudiantes de pintura en las universidades, en los talleres, autodidactas o no, llegan a conocer primero a la artista que a su esposo.

Juan corroía una idea de pintura pareja, él era desparejo, según términos de la crítica culta masculina. ¿Europa era su batalla?

Amo su identidad técnica, volátil, cambiante, buscona, que prueba al infinito, que no se adhiere a un proyecto previo aparentemente.

Gente, el presente abusa dañando algunas palabras, como por ejemplo proyecto. No pienso en este pintor desde un proyecto. Más bien el método del producto. Hacía un buen cuadro, luego otro, otro más, y otro y así.

Del Prete usaba marcos dorados para estas pobrezas, que no eran tal, una obstinada voluntad de embellecer lo persigue todo el tiempo. Aparece Fernando Espino en esta constelación o el mismo Juan Grela, pero vuelvo a Espino, donde lo pobre queda en toda su intemperie. Jamás embellecer, nunca Cenicienta por una noche, siempre mendiga siempre viviendo en la calle, limpia y en la calle.

¿El dorado viene de Eugenia?

El plato de cocina, la comida que nunca se tira, enseñanza posguerra traída a la Argentina, los siete platos hechos a partir de ese arroz primero. No por no tener el dinero para comprar más, sino porque es principio de vida.

El barniz aliado del cartón. Se vestirá Cenicienta hoy de cartón, pero te retocaré toda y más con barniz, y te retocaré toda con el dorado. ¿Podríamos hablar del dorado Del Prete? Hace falta un soporte que pueda con estas cargas de materiales, para esa tarea el hardboard, el chapadur es el titán.

¿Por qué sería difícil imponerse en París?

Si yo fuera una escultura de Del Prete de la época constructivista, período inmenso donde los materiales asaltan su taller, los trozos bailan ubicados en los volúmenes buscando desesperadamente ese equilibrio paciente, esa lindura albañil, esa belleza del resto, esa belleza basurita, ese estado justo de hombre nacido bajo el signo de libra.

Por aquella época de estudiante, un poco obsesiva identitaria, de querer saber si había algo que no fuera europeo, que viniera de una entraña del sur, o sea de por acá, lo abracé a él y a su constelación.

El corrugado, el display abandonado, es argentino. Pero si además a los ensambles de cartón y madera donde la organización repetitiva ordena, y luego sobre ellos vienen los colores pasteles: los suaves amarillos, los rosas y los verdecitos.

El pintor titán es un creyente de sí mismo y del sistema del arte. El momento histórico que lo tuvo como protagonista fueron días propicios para ser creyente.

El círculo, el tachismo, el constructivismo, el reciclador, es ideología. Es la creencia que cada partecita del cuadro tiene un valor incalculable. El borde que titila, el norte, el sur, el trapo del este, el pequeño oeste, el rosa sur, el rugoso norte, el áspero centro, la base blanca con una flor pintada, el líquido de atrás, la tierra que se va depositando, el mismo pensamiento que toda parte de la sociedad tiene un valor incalculable, estas sociedades de formas son tuyas Juan.

Elogio al display pateado y vuelto a nombrar con su mejor enterito, el más brillante o no tanto, el del rosa ilusión o no tanto, el dorado de escamas que huelen y nos encanta ese olor, encanta como alguien que queda quieto como una escultura o estatua sagrada, esperando que el pintor vuelva al día siguiente y prosiga con su encantamiento, el de la fe en el arte.

Elogio al barniz, al corrugado, al vidrio, al plástico, a la maderita, a la arena, al aserrín, al chapadur, a la marmolina, al carbonato de calcio, al esmalte sintético, al alambre, al rigor de nombrarse unxs a otrxs en sociedades, apenas sonrientes.

* Artista y docente. Texto incluido en el libro Juan Del Prete-Pintura Montada Primicia, que acompaña la exposición homónima del artista, en Roldán Moderno (Juncal 743) con curaduría de Santiago Villanueva. La muestra podrá visitarse, luego de la cuarentena, hasta fin de abril. Mientras tanto, se puede ver y descargar el catálogo de imágenes de las obras exhibidas (en formato pdf) en el sitio web roldan.cc