* El Indio Solari es, además de músico, empresario. Su música es el bien productivo de su empresa. Juzgarlo por éso es absurdo. Tan absurdo como eximirlo de su responsabilidad en la organización del show en Olavarría escudándose en el hecho de que sus canciones tienen la fuerza para movilizar a cientos de miles. Una cosa no quita la otra (su ego, narcicismo, su supuesta contradicción entre el dicho y el hecho, son apreciaciones subjetivas de cada quien, dan para otra discusión).

* Nadie tiene claro cuánta gente viajó a ver al Indio a Olavarría. Se sabe, sí, que muchos llegaron sin entradas, listos para entrar a un predio que no podía darles cabida. La organización del show y el propio municipio que aceptó que allí se realizara, deberían haberlo previsto.

* Las avalanchas en eventos masivos no son potestad exclusiva del público ricotero. Dos personas murieron en Olavarría (las autopsias no determinaron al aplastamiento como causa del deceso). Nueve murieron en junio de 2000 en el festival de Roskilde, en Dinamarca, mientras tocaba Pearl Jam. Son tragedias evitables, pero de ningún modo son consecuencia de la condición de clase de un público determinado.

* Las muertes de Olavarría avivan la llama de un odio de clase que (una vez más) le hizo pisar el palito al presidente: las normas a las que aludió Macri fueron salteadas, en primer instancia, por un intendente de su propio signo político.

* Las muertes de Olavarría reavivan esa ola condenatoria siempre simplista y miope: "los muertos del Indio son consecuencia de la avaricia del músico pero, sobre todo, del descontrol de la negrada"; los de Time Warp (una fiesta electrónica que ofrecía entradas desde $550 a 16 mil pesos) "murieron por drogadictos". En uno y otro caso (como en tantos otros), el Estado en sus distintos niveles falló en sus políticas de control, prevención y asistencia.

* Condenar al rock, a la música electrónica o cualquier tipo de expresión popular, es la vía rápida para esquivar la discusión de fondo: ¿cómo dar contención a las manifestaciones que se corren de los preceptos conservadores del Estado? ¿cuál es la real amenaza de las manifestaciones masivas: lo delictivo/incidental que en ellas pueda ocurrir, o lo que en ellas puede generarse por la comunión de miles en torno a una motivación que escapa a los intereses de un sistema prohibitivo más afín a la censura que a la celebración?