La videoconferencia del lunes de ministros de finanzas y jefes de bancos centrales del G20 expuso la gravedad del conflicto económico mundial a raíz de la pandemia y, a la vez, la falta de respuestas globales compartidas. Fue en ese escenario que el presidente del Banco Mundial, David Malpass, hizo pública la exhortación a los países económicamente más poderosos a que suspendan el cobro de las deudas soberanas a países pobres, hasta tanto se encontraran mecanismos globales de financiamiento para los mismos. Ahora, la propuesta adquirió un rango formal cuando el FMI y el Banco Mundial pidieron en forma conjunta que los países centrales "congelen el reembolso de deudas" de las naciones más pobres. Un gesto que pretende poner de manifiesto la preocupación de los principales organismos internacionales por "dar alivio" a una crisis global, pero que deja a la vez en evidencia lo más grave: no hay consenso entre las potencias en cómo encarar una crisis de alcances impredecibles y que, en vez de unirlas, parece enfrentarlas aun más.

En lo que no hay discrepancias es en que esta crisis tendrá un impacto económico global durísimo. Los pronósticos de la OCDE y del Instituto Internacional de Finanzas coinciden en una caída del PBI mundial del 1,5 % este año, pero siempre y cuando se cumpla que habrá una pronta recuperación  durante el segundo semestre del año, ya que las caídas del nivel de actividad en estos primeros dos trimestres de 2020 podrían superar, en varios países, el 10%. Según anticipó Angel Gurría, titular de la OCDE en la videoconferencia del lunes, esta será la tercera crisis financiera del siglo XXI y la peor hasta ahora, con un impacto mayor a la que sobrevino tras el 11S (2001) y a la de las hipotecas subprime de 2008. 

El balance que ofrecieron el FMI y el Banco Mundial coincidió en la necesidad de "respuestas audaces y sin precedentes" para proteger a la población y la economía mundial. Y pusieron en escena un término desafiante: suspensión del pago de la deuda. De manera muy limitada, para no enojar a Estados Unidos, que no apoya estos esfuerzos internacionales y prefiere las políticas de contención fronteras adentro, como el millonario plan de rescate que acaba de lanzar en favor de sus propias corporaciones.

Argentina está alineada con los países que entendieron que, para combatir la pandemia, lo prioritario era frenar la circulación de las personas, aunque esto representara ponerle un freno también a la economía. Y para que los Estados pudieran responder a los requerimientos sanitarios y, además, transferirle recursos a su población más vulnerable, era necesario proveerlos de dinero. 

El FMI y el Banco Mundial han dado muestras de compartir el diagnóstico. Este es el momento de "gastar" para frenar el contagio, luego vendrán tiempos de recuperación económica. Y de pagar deudas. China y Alemania parecen en sintonía con este criterio. Estados Unidos, como Gran Bretaña y Brasil, que pretendieron mantener activa su economía y responder al desafío del Covid 19 en ese marco, no. Con resutlados a la vista. Eso es lo que está en discusión en los foros internacionales. Esta es la pulseada.