Los trabajadores y trabajadoras de Madygraf --ex Donnelley, la gráfica bajo gestión obrera-- presentaron en sociedad la reconversión productiva de la gigante planta de Pacheco. Junto a estudiantes de ciencia y tecnología de la Universidad Nacional de San Martín, trabajadores de la Comisión Nacional de Energía Atómica y docentes de escuelas técnicas, informaron sobre la producción en la fábrica de elementos de higiene y salud, y mostraron cómo pasaron de imprimir la revista Paparazzi a confeccionar barbijos y satinizante destinados a los hospitales y a los barrios más vulnerables del cordón industrial de zona Norte.

Con impresoras 3D confeccionan mascarillas faciales (visera con acetato frontal), y producen desinfectantes como alcohol y lavandina en gel. "Somos una unidad productiva que imprime diarios y revistas, queremos proponer junto a los especialistas fabricar insumos necesarios en este momento para la comunidad, esto está avalado por la Organización Mundial de la Salud para que la población pueda autoabastecerse, por ahora podemos aportarlo a nuestras familias de la fábrica, pero en asamblea decidimos también donar al hospital público de Escobar que también está carente", expresó a Página/12 Laura Arévalo, enfermera y trabajadora de Madygraf. 

Para poder producir a gran escala necesitan subsidios para comprar los insumos, con la posibilidad de producir también jabón, que piden al Estado nacional, provincial y municipal. Están en condiciones de fabricar desinfectante a base de alcohol a razón de entre 300 y 500 litros por día. Cuentan con las condiciones de seguridad e higiene según las normas estándar requeridas para tal producción: espacios ventilados y elementos de estricta esterilización.

En agosto de 2014 después de que la imprenta que manejaba el mercado local, con parte de capital buitre, cerrara sus puertas, el Ministerio de Trabajo dictó la conciliación obligatoria. Al día siguiente, a las seis de la mañana, los trabajadores ingresaron y en muy poco tiempo la volvieron a poner en producción. No fue necesario romper puertas ni candados. 

El 12 de agosto, un día después de encontrar la fábrica cerrada, los trabajadores de RR Donnelley pidieron las llaves del portón a los guardias, se las dieron y se fueron para ya no volver. Ellos habían decidido en asamblea que las rotativas de la imprenta -ubicada en el kilómetro 36 de la autopista Panamericana- volvieran a imprimir. 

Lo que acaparó la atención, además de la puesta en marcha de la planta, fue un discurso de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando dijo que los dueños habían conseguido en la justicia una “quiebra exprés”, que parte de su capital tenía origen buitre y que iniciarían acciones legales para evitar la pérdida de las fuentes de trabajo. Estos obreros gráficos tenían claro que querían la expropiación de la fábrica y su estatización para autogestionarla y ponerla al servicio de la sociedad imprimiendo libros y manuales. Esta crisis los encuentra poniéndose a disposición, precisamente, de las mayorías.

En 2017 consiguieron por ley la expropiación que entregó la fábrica a la cooperativa Madygraf, nombre elegido en homenaje a la hija de uno de los trabajadores. Desde entonces lograron mantener los puestos de trabajo, realizaron varias donaciones de cuadernos (Cuadernazos), armaron una Juegoteca para que se pudieran sumar mujeres a la producción, organizaron campeonatos de fútbol y un club de verano, y crearon Madygraf Cultural para realizar eventos que aportan recursos, porque los sucesivos tarifazos los dejan casi sin respiro, al igual que a las demás empresas recuperadas.