"Gracias a ustedes por acordarse de mí, muchísimas gracias, eh". Del otro lado del teléfono, Elba Selva agradece lo que a nosotras nos parece algo obvio. Estamos hablando con la mujer que, el 21 de agosto de 1971, convirtió cuatro goles en el Estadio Azteca y consiguió el primer triunfo de nuestra Selección en un Mundial ante Inglaterra. El resultado final fue un 4-1, pero la FIFA aún no reconocía al fútbol femenino y la hazaña quedó en el olvido. Años más tarde, el pibe de Fiorito llegaría de la mano de Dios con el gol del siglo. A esa altura, Elba ya estaba retirada. Aunque el fútbol siempre sería parte de su vida.

–De esos cuatro goles que hiciste, ¿cuál es el que más recordás?

–No, te digo el que más me gustó. Fue el primero. Recibo un pase de Eva Lembessi, yo se la doy a Betty García, sigo para adelante, gambeteo a una, otra vez a Betty García, me tiro hacia la derecha, pateo con la zurda y gol. “¡Goool!”, gritaban en la tribuna. Me emocioné muchísimo. “¡Argentina!, ¡Argentina!”, se escuchaba. Te juro que me agarró un tembleque. Lloraba al ver la tribuna llena. Esa imagen me quedó para toda la vida.

–¿Y cómo te enteraste de que ibas a viajar a México?

–Un día fui a entrenar y me dijeron que nos íbamos, pero yo avisé que conmigo no contaran porque tenía una familia. A mí me encantaba el fútbol, pero mi marido y mi hijo estaban primero. Así que volví a mi casa muy angustiada, imaginate. Cuando llego, mi marido me dice: “¿Qué te pasa? Vos no sos así. ¿Discutiste con alguien?”. “Las chicas se van a México y yo no puedo ir”, le cuento llorosa. “¿Cómo? ¿Por qué?”. “Porque yo tengo al nene de dos años, no lo puedo dejar”. Él, en ese momento, trabajaba en una fábrica y sabía que nunca me iba a poder pagar un viaje así, entonces me insistió para que fuera. “Tenés que hacer lo que te gusta. Esta oportunidad no se te va a dar dos veces”. Me apoyó mucho.

–¿Eras consciente de que estabas haciendo historia?

–No, jamás me imaginé que iba a pasar todo esto, que hoy se iba a conmemorar el Día de la Futbolista el mismo día que metí esos cuatro goles. Cuando yo volví de México, sentí que se había terminado todo. Allá me halagaban, me buscaban los periodistas, y cuando llegamos al aeropuerto de Ezeiza no había nadie para recibirnos, nadie sabía nada. Por eso tardé tanto en contar mi historia. No la conocían ni mis vecinos, ni mis profesores del Poli (N. de la R.: el Polideportivo Municipal de General Rodríguez), donde hoy hago deporte.

Elba Selva hoy forma parte de las Pioneras del Fútbol Femenino, un grupo que reúne a las jugadoras de aquel Mundial, el primero en la historia de las mujeres. El año pasado, fue invitada a la Copa del Mundo en Francia, donde se reencontró con el plantel de jugadoras inglesas en la tribuna. “No sabés qué alegría. Cuando nos encontramos, estaba la arquera de ese momento. Entonces pregunta: ‘¿Quién es Elba Selva?’. Y cuando me señalan a mí, me hace con la mano en el cuello como que me lo quería cortar (se ríe). Pero después nos abrazamos. Fue muy lindo”, rememora.

–Te tocó jugar al fútbol en una época muy difícil para las mujeres.

–Sí, cuando era chica, jugaba con los varones en la calle. Mi mamá no quería, le decía a mi papá que yo era una nena. Por eso, primero hice básquet. Hasta que un día, entrenando, tiré la pelota al aro y cuando cayó, le pegué un zurdazo tan fuerte que rebotó contra la pared. Ahí me agarró una profesora y me dijo: “Piba, vení, nosotras tenemos un club en donde juegan las chicas”. Yo feliz, era la primera vez que encontraba chicas como yo. Pero ya tenía 21 años.

–Y ahora que alcanzamos la semi-profesionalización, ¿qué creés que falta?

–A mí me gustaría que todas las chicas cobren, porque es difícil trabajar e ir a entrenar, que usen las mejores canchas y que entrenen en mejores horarios. Pero hemos avanzado bastante y luchando lo vamos a conseguir. Cuando nosotras fuimos a México no teníamos ni botines, ni director técnico. Nos decían “varoneras”, “andá a lavar los platos”. La AFA tampoco nos aceptaba, no quería saber nada. Ahora las nenas chiquitas me dicen que gracias a nosotras pueden jugar. No sé si será porque ya estoy viejita, pero la verdad que me emociona. A mí me gustaría empezar otra vez. 

*Pibas con Pelotas.