Los sucesos recientes a raíz del brote mundial de coronavirus arrojan una sola certeza: no hay nada asegurado en el mundo del tenis. La cancelación de Wimbledon y la consiguiente suspensión del circuito al menos hasta el 13 de julio alientan la posibilidad, lejana pero latente, de que no haya más actividad por el resto de la temporada.

No se puede abolir el año íntegro cuando recién empieza a transcurrir abril. Las disputas de poder y la dificultad de ubicar todos los torneos en la segunda mitad de la temporada, sin embargo, podrían ser dos factores preponderantes. No hay forma de rearmar el calendario sin que ninguna de las partes salga perjudicada.

La bomba que detonó Roland Garros días atrás abrió una amalgama de escenarios que no resuelven el problema de fondo. La Federación de Francia exhibió su poder, decidió la postergación del torneo de forma unilateral y obligó al resto de las entidades rectoras a suspender el circuito hasta después de la temporada europea de polvo. Con la nueva fecha, del 20 de septiembre al 4 de octubre, el gigante francés se jugaría una semana después del US Open y se superpondría con la Laver Cup, la criatura impulsada por Roger Federer y su histórico representante Tony Godsick. El torneo-show de fin de semana incluso suele atraer a varios top por dos atributos clave: la repercusión y el dinero.

Al igual que el Abierto de Estados Unidos, la exhibición comunicó la intención de sostener la misma fecha -del 25 al 27 de septiembre en Boston-, por lo que se espera que el suizo no actúe en Roland Garros. En plena lucha de poderes, la organización del Masters de Roma expresó el deseo de una reprogramación. Y el legendario italiano Adriano Panatta, campeón en París en 1976, disparó a favor: “Las instituciones de tenis tienen el deber de proteger a los torneos más tradicionales, incluso si le molesta a Federer”.

El caso de Wimbledon es diferente. Descartada la chance de jugar a puertas cerradas, los directivos del torneo más prestigioso se tomaron unas semanas para anunciar la cancelación y la comunicaron en paralelo con la extensión de la suspensión del circuito por parte de ITF, ATP y WTA. Y no hubo polémica al respecto, aunque esta vez surgió un guiño del propio Federer. “Estoy devastado, no puedo esperar a volver el año que viene; ahora valoramos más nuestro deporte”, destacó el suizo, quien jugará Wimbledon 2021 con casi 40 años.

Más allá de la cancelación de toda la gira de pasto, el torneo de Mallorca confía en desarrollar su primera edición esta temporada. “En los próximos días vamos a analizar los escenarios posibles, incluso la opción de posponer el evento a otra fecha de 2020”, dijo Edwin Weindorfer, promotor del torneo que tiene como director nada menos que a Toni Nadal.

El cúmulo de intereses que se abrió a partir de esta pandemia no ofrece resoluciones sencillas. Si el circuito siguiera como está planteado ahora mismo, se jugarían los dos Grand Slams restantes en semanas muy pegadas, sin mencionar a todos los torneos que buscarán ser reprogramados y no suspendidos, como los casos de Roma y Mallorca. Por eso no parece haber una manera racional para disputar lo que queda del tour en apenas medio año, por más semanas que se sumen sobre el epílogo. Si no hay solución surge otra versión, la misma que barajan incluso algunos jugadores argentinos que están en cuarentena: ¿Y si no hay más tenis este año?

[email protected]