Las imágenes de la cámara de seguridad ubicada frente al Hospital Fiorito, en Avellaneda, son por demás elocuentes. Se observa a dos policías increpando a dos chicos, uno de los cuales recibe varios puntapiés sobre sus piernas que lo obligan a retroceder. El otro policía, mientras tanto, tiene una actitud amenazante --bastón en mano-- sobre el otro chico, sentado en el piso, que retiene en sus manos una bolsa de plástico que contenía comida. La Intendencia de Avellaneda hizo la denuncia ante el Ministerio de Seguridad bonaerense y los dos policías fueron sancionados y desafectados del servicio activo, ante un nuevo caso de abuso policial con la excusa de hacer cumplir la cuarentena obligatoria. También se abrió una causa judicial.

A través de su cuenta de Twitter, el intendente de Avellaneda, Jorge Ferraresi, confirmó que le habían llegado las imágenes y que los dos policías “ya están identificados”. El Ministerio de Seguridad provincial hizo saber que se trata de Lucas González y Carlos Sosa, a cargo del patrullero que se ve estacionado y con la puerta abierta mientras los dos uniformados maltratan a dos chicos de no más de 12 años. Aunque no se oye lo que dicen, los dos pibes fueron acusados por los policías de haber robado la comida que llevaban y que le habían dado vecinos de la zona. O que habían sacado de un conteiner con basura.

Es habitual, frente al Fiorito, que haya chicos o adultos pidiendo ayuda a los familiares de los internados en el lugar o al personal que trabaja en el hospital. Es algo que todos los que viven en la zona conocen de memoria.

Además de pedir que las autoridades provinciales labren “los sumarios correspondientes” contra los dos policías, Ferraresi informó que se dio intervención, para asistir a los dos pibes, a la Dirección de Niñez de Avellaneda.

En un mensaje difundido después por las redes sociales, Ferraresi precisó que la Auditoría General de Asuntos Internos le había comunicado la sanción a los policías. “Celebramos esta medida necesaria en el camino a construir una fuerza de seguridad profesional, respetuosa y solidaria”, declaró el intendente. Y agregó: “No vamos a permitir estas prácticas bajo ningún contexto. Esta delicada situación exige compromiso y profesionalismo”.

Las imágenes de la cámara de seguridad no dejan lugar a dudas de que el violento accionar policial carecía, por unanimidad, de fundamento alguno. Ninguno de los chicos muestra una actitud agresiva, todo lo contrario, y si la hubiesen tenido, seguramente habrían corrido la peor de las suertes.

El policía que golpea con sus borcegos las piernas de uno de los niños mide tres veces más que su víctima. Y vale aclarar para los partidarios de la Doctrina Chocobar, que los dos pibes no tenían ni un alfiler para poner en riesgo la salud de González y Sosa. Y vaya casualidad, fueron policías de Avellaneda, el lugar donde cumplía funciones Luis Chocobar, precisamente.

En el caso se dio intervención, al margen del sumario policial, a la fiscal María Soledad Garibaldi, a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción (UFI) 4 de Avellaneda. La causa fue caratulada como “abuso de autoridad”. No se dijo, en los partes oficiales, si el chico golpeado tuvo algún tipo de lesión en sus piernas. Tampoco se informó, hasta ahora, donde están lo chicos.

Como siempre que ocurren este tipo de hechos, en las redes sociales se producen cruces entre los usuarios. Muchos cuestionaron el accionar policial, pero en otros casos, hubo condenas sin juicio previo y sin pruebas, contra los dos chicos. Uno de los opinólogos, luego de consultar, seguramente, su mágica bola de cristal, concluyó que “en la mayoría de los casos son pibes chorros y canas que se conocen”. Tales sentencias remiten al recuerdo de una vieja canción que decía que “el amor se ha perdido como un niño en la calle”. Pero bueno, otros condenaron el inexplicable y violento accionar policial, con frases que se repiten sin que todavía se pueda cerrar el circuito de la violencia institucional: “Estas cosas no pueden pasar nunca más”,