Hay otros mundos y están en este: lo sabemos todo el tiempo pero pocas veces tenemos la oportunidad de asomarnos a experiencias que se salgan de nuestro universo conocido. Por eso los cuatro capítulos de Unorthodox, la serie de Netflix que por estos días está bien arriba en el ranking de ficciones más vistas en Argentina (al menos en el ranking que la propia plataforma de streaming ofrece), atrapan con su posibilidad de zambullirse en la comunidad jasídica deWilliamsburg, Brooklyn, de la que la joven Esther Shapiro, Esty, está desesperada por salir como si su vida dependiera de ello —y en cierta forma sí, depende—.

La serie está basada en el libro Unorthodox: The Scandalous Rejection of My Hasidic Roots, de Deborah Feldman, ex integrante de la comunidad ultraortodoxa Satmar que, al menos así se la representa en la ficción de Netflix, reglamenta estrictamente la vida subordinando cada aspecto a los mandatos religiosos y tiene entre sus principales objetivos el de multiplicarse. Por eso en la ficción, que adapta con ciertas libertades el libro de Deborah Feldman, a Esty le arreglan un matrimonio a los 19 años y después de unirla a Yanky, un chico del que nada sabía, la someten a una supervisión de su vida íntima y sexual para garantizar que pueda cumplir con la tarea de darle hijxs. El primer capítulo de Unorthodox, lleno de suspenso, es fascinante: narrado en dos tiempos, vemos cómo Esty escapa hacia la libertad y también conocemos el camino que la lleva a tomar esa decisión, así como los entretelones de esta rama del judaísmo ultraortodoxo de la que, hay que decirlo, solo se nos muestra aquello que pueda provocar el horror del espectador progresista: historias, motivos, creencias, sacados de contexto y enunciados como si fuera por extraterrestres, resultan entre pintorescos y ridículos; si bien puede encontrarse de vez en cuando un fogonazo de belleza, los matices y la complejidad no son preocupaciones centrales en Unorthodox. De hecho Berlín, la ciudad a la que escapa Esty, aparece como el extremo opuesto del mundo conservador y cerrado del que Esty proviene: allí hay amistad, multiculturalismo y diversidad, apertura, falta de prejuicios, y ni siquiera la falta de dinero parece ser un problema. En este mundo partido en dos y contrastado burdamente, Unorthodox construye un relato de fuga hacia la libertad que no se diferencia radicalmente de otras trayectorias donde hay personajes que quieren “ir lejos para alcanzar sus sueños, luchar para convertirse en sí mismos” y demás perlas del triunfalismocontemporáneo.

Unorthodox es muy interesante, sí, pero también mediocre. Los personajes son estereotipados y planos, desde la esforzada Esty (la excelente Shira Haas) hasta el vulgar villano que encarna Moishe, uno de sus perseguidores, o el grupito copado de amigxs de Berlín, a cual más insignificante. Aun así, hay momentos de calidad (siempre sostenidos por la protagonista), pero quizás más interesante que la serie es pensar el fenómeno que representa, y por qué la repentina fascinación por una comunidad donde se coge vestido o las mujeres son “máquinas de hacer bebés”, como se dice en un momento en Unorthodox. ¿Qué clase de chivo expiatorio estaremos buscando?

Mucho más inquietante que el propio judaísmo ultraortodoxo es aquello que nos asemeja, no lo que nos diferencia, y no nos olvidemos que la raíz cultural —aquella que nos enseña que el principal atributo de la mujer es la modestia, y su función reproducirse y servir al varón— es la misma. Por otra parte, puede que no sea casual el apasionamiento con Unorthodox en tiempos de cuarentena y control, de protocolarización de la vida. No importa si nos sentimos cuidados o no, si estamos dispuestos a obedecer (cosa a la que por supuesto nos anima la presencia constante dela policía, la institucional y la otra), lo cierto es que la pandemia impuso un cercenamiento violento y abrupto de nuestras libertades individuales y nuestra posibilidad de elegir. ¿Tendrá eso que ver con que estemos todxs encerradxs mirando cómo la pequeña Esty escapa hacia ese mundo libre y maravilloso en el que vivíamos, o creíamos vivir, hasta hace un mes?