El establecimiento de la cuarentena para enfrentar la pandemia del coronavirus obligó a cambios drásticos en el orden económico. La parálisis de los sectores considerados no esenciales, implica que un porcentaje importante de la población deja de producir y tener ingresos. 

Ante esa situación, el Estado despliega una importante política de subsidios, créditos y transferencias para garantizarles un ingreso que, por lo menos, les permita mantener un consumo de subsistencia. 

Esas políticas, en un contexto donde la economía y la recaudación van a caer como consecuencia de la pandemia, implican un fuerte incremento del déficit de las cuentas del Estado

Como el mercado de títulos públicos fue detonado por la administración Macri, el déficit de las cuentas públicas va a tener que ser financiado por el Banco Central emitiendo moneda

Ante esa situación, una serie de economistas ultra liberales donde se enmarca Javier Milei, Diego Gicomini y hasta Domingo Cavallo, advierten el peligro inminente de una hiperinflación. Sin embargo, el diagnóstico de esos economistas ultra ortodoxos parece exagerado.

Por un lado, porque el déficit de las cuentas públicas podría ser reducido por algún impuesto extraordinario, como el proyecto que circula de un impuesto a las grandes fortunas. Pero aún cuando deba expandirse muy fuerte la emisión monetaria (estimaciones del CESO calculan que se va a duplicar), ello no va a derivar en una hiperinflación por una serie de cuestiones

En primer lugar, porque durante la cuarentena el nivel de consumo se mantiene reducido a ciertos bienes esenciales con precios muy controlados. De esa manera, la liquidez inyectada por el Estado no va a transformarse en un boom de consumo que presiones sobre los precios, sino en un incremento de los ahorros de quienes mantienen sus ingresos, pero ven reducido su consumo al esencial. De ahí que, el principal riesgo macroeconómico es que ese ahorro incrementado de los sectores que mantienen ingresos se vuelque a la demanda de dólares, generando una disparada de la brecha cambiaria.

Al respecto, un incremento de la brecha cambiaria tiene un impacto moderado sobre los preciossiempre que la suba del paralelo no sea exagerada. Para evitarlo, la recesión que provoca la cuarentena genera una caída fuerte de las importaciones, incrementando el saldo comercial

En el mismo sentido, produce una reducción de los ingresos de sectores no esenciales que, en muchos casos, los obliga a liquidar parte de sus ahorros -muchos de ellos dolarizados- para sostener ciertos gastos indispensables. Una política de eliminar el “parking” (inmovilización de bonos por cinco días hábiles para comprar dólares vía la Bolsa) facilitaría su ingreso al sistema (una suba del impuesto país cubriendo la brecha cambiaria alcanza para descincentivar el rulo financiero). 

Si ese flujo de dólares no fuera suficiente para contener las presiones cambiarias, se podría suspender los pagos de servicios de la deuda bajo ley extranjera (la ley local ya fue pospuesto), generando un ahorro de divisas adicional que permita atravesar la crisis del coronavirus piloteando la situación cambiaria.

@AndresAsiain