Ha sido un miércoles de tensiones en Brasil, y de mucha presión sobre Michel Temer y compañía.

Todavía bajo el impacto de la divulgación de la lista de los que fueron denunciados como corruptos por ejecutivos del gigante de la construcción Odebrecht, entre los cuales aparecen cinco ministros del gobierno nacido a raíz del golpe institucional del año pasado, más todos los cabecillas de la conspiración contra Dilma Rousseff y también los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, hubo grandes marchas populares en Brasilia, en 24 capitales provinciales y centenares de ciudades a lo largo y a lo ancho del mapa brasileño.

Solamente en San Pablo la paralización de los transportes públicos afectó a dos millones y medio de personas. Al final de la tarde había más de 130.000 personas en la avenida Paulista, corazón financiero de la ciudad. También el centro de Rio de Janeiro estaba copado por manifestantes. Las dos principales avenidas centrales, la Presidente Vargas y la Rio Branco, fueron cortadas por al menos cien mil manifestantes.

Ha sido la primera respuesta a la reforma del sistema previsional que el gobierno de Temer pretende llevar a cabo. Bajo el argumento de que el sistema que asegura jubilaciones y pensiones está amenazado de quiebra, el gobierno pretende introducir nuevas reglas que liquidarán derechos adquiridos a lo largo de décadas.

Un buen ejemplo de la insensibilidad de los que gravitan alrededor de Temer es poner, para hombres y mujeres, la misma edad mínima para la jubilación, que sería de 65 años. Actualmente, la mujer puede jubilarse antes que los hombres, por una razón tan clara como perversa: además de ganar menos, también se encargan de tareas domésticas. Resumiendo: la reforma que el gobierno pretende imponer será arrasadora para los trabajadores, y estimulará que los que pueden busquen jubilaciones privadas como alternativa, como ya ocurre en el sector de salud.

Centrales sindicales y movimientos sociales prometen proseguir con las protestas y discuten un paro general en todo el país. Lo de ayer ha sido solamente una muestra de lo que podrá ocurrir. Frente a lo que se vio, ¿cuál la reacción de Michel Temer? Asegurar que ·la sociedad sabe que debe apoyar” las reformas que pretende llevar a cabo. Entre ellas, y la que él y su tropa considera la más importante, está precisamente la previsional.

De dónde sacó semejante conclusión, nadie pudo saber.

Temer y su gobierno, además de acosados por todos lados por denuncias de corrupción evidente y galopante, son cada vez más rechazados por los brasileños. Sus niveles de reprobación superan el setenta por ciento. Pese a ese cuadro tan evidente como palpable, el presidente dice que la sociedad sabrá respaldarlo y a sus medidas draconianas.

Sus palabras de ayer, más allá de la prepotencia de quien parece no entender su verdadera estatura personal, deben ser motivo de honda preocupación para todos, y no solo en Brasil. Es que esas palabras evidencian que la realidad se lleva mal, pero muy mal, con el tipo que gobierna el país más poblado y económicamente importante de América Latina.

Si en el mismo día en que cerca de un millón de personas salen a las calles para protestar contra el gobierno y muy especialmente contra el descalabro que se pretende imponer al sistema de jubilaciones él dice que la sociedad sabe que debe apoyar precisamente lo que la llevó a las calles, algo muy grave está ocurriendo con su capacidad de comprender lo que ocurre a centímetros de su acentuada nariz.

Como si el precipicio ético y moral en que sus más directos y dilectos auxiliares estuviese a punto de desaparecer, como si las calles no se hubiesen manifestado de manera absolutamente clara, Michel Temer parece flotar por otros mundos, otras galaxias.

Todo indica que no se trata de un simple caso de alienación, algo que ya sería preocupante. Podría ser algo más serio: ¿habrá perdido su ya antes escasa capacidad de comprender lo que pasa en la vida real?

Temer ya había emitido señales en esa dirección, al afirmar que la economía estaba ‘excelente’ justamente en el día en que se divulgó la mayor recesión de la historia brasileña, provocada por el golpe que lo llevó a la presidencia. ¿Qué le habrá provocado semejante distancia de la realidad?

A tiempo: Michel Temer, el hombre que quiere que un trabajador contribuya a la caja previsional por al menos 49 años para poder acceder a una jubilación que no será superior a unos mil 600 dólares, y eso cuando llegue a la tal edad mínima de 65 años, se jubiló a los 55. Cobra, como jubilado, unos 11 mil dólares al mes, trece veces al año.