Legado en los huesos     4 puntos

España, 2019.

Dirección: Fernando González Molina.

Guion: Luiso Berdejo, sobre la novela de Dolores Redondo.

Duración: 119 minutos.

Intérpretes: Marta Etura, Leonardo Sbaraglia, Elvira Mínguez, Imanol Arias, Pedro Casablanc y Carlos Librado.

Estreno en Netflix

Desde que Netflix incorporó a su página de inicio un Top 10 de lo más visto en el país, es posible confirmar aquello que antes solo se suponía: que una porción importante de los contenidos predilectos de los consumidores argentinos proviene de España, con la serie La casa de papel como mascarón de proa aunque también con un buen número de películas fácilmente encuadrables dentro de los géneros narrativos clásicos. Allí están, entre otras, el drama ultra lacrimógeno Milagro en la celda 7 y la flamante Legado en los huesos, de reciente estreno en la plataforma luego de haber pasado por las salas ibéricas a fines del año pasado. 

Ubicada en el segundo lugar entre las preferencias argentas al cierre de esta nota, cuesta discernir qué encuentra el público de atractivo en este film en el que el realizador Fernando González Molina motoriza el misterio alrededor de una serie de crímenes a fuerza de volantazos de guion y mucha, muchísima información de coherencia interna cuanto menos dudosa.

Que la primera escena transcurra en una iglesia es casi una declaración de principios de una película atravesada por un tono litúrgico y grave, presuntuosamente importante, digno de misa católica de antaño. Debe agradecerse, al menos, que no esté hablada en latín. Hasta esa iglesia llega la detective Amaia Salazar (Marta Etura) para investigar una profanación igual a tantas otras, con la salvedad que en esta ocasión dejaron sobre el altar el brazo de un bebé abortado, una situación particularmente sensible para alguien que, como ella, acaba de ser mamá (al nene lo cuida el padre, que habla en inglés vaya uno a saber por qué).

Apenas unos minutos después aparece un cadáver, ahora de un adulto, también sin un brazo. Luego otro, y más tarde uno más, mientras en paralelo se suicidan con un modus operandi similar varios presos de distintas cárceles. En todas las escenas de los crímenes aparece como firma una referencia a una criatura de la mitología vasca que, dicen, tiene por costumbre alimentarse de seres humanos. Vale aclarar que estos hechos ocurren, a su vez, en el mismo lugar donde la Inquisición supo hacer de las suyas unos siglos atrás y que hay una vinculación sanguínea lejana entre todas las víctimas.

Basada en el libro homónimo de Dolores Redondo, y con Leonardo Sbaraglia en un papel secundario y de escasa relevancia narrativa, es muy probable que Legado en los huesos ostente el récord de mayor cantidad de veces que alguien le dice a otro “siéntese” para luego lanzar una larga y rocambolesca explicación. Todas las explicaciones abordan temas importantísimos, de esos que se escriben con mayúsculas (Dios, el Mal, el Bien, Satanás), permitiéndole al guionista hacer gala de una pluma pesada, como si por adaptación entendiera la transposición literal de diálogos pensados para el papel. Es, pues, un cabal ejemplo de ese tipo de películas que apuesta por una trama con innumerables giros pero desconfía de la inteligencia del espectador para seguirlos, y por lo tanto recurre al viejo truco de poner en boca de los personajes qué está pasando, por qué y cuál es la importancia de todo eso en este berenjenal eclesiástico-policial.