Las imágenes de presos ganando los techos la cárcel de Devoto en casi todos los pabellones dominó la mañana del viernes. La explosión --que duró horas-- se fue amortiguando después del mediodía tras una espinosa negociación, concretada en la capilla del penal, en la que participaron el viceministro de Justicia, Juan Martín Mena, el secretario de política criminal, Pablo Barbuto, la representante de los detenidos, la abogada Andrea Casamento, por la Asociación de Familiares de Detenidos en Cárceles Federales, dos delegados por cada planta, lo que sumó más de 30 presos; el subprocurador penitenciario, Claudio Cejas y el Servicio Penitenciario Federal, que encabeza Emiliano Blanco. En principio, las cosas volvieron a la normalidad, sobre todo gracias a la postura de Casamento, en la que confían los internos, y se acordó una reunión para este sábado a las 10, otra vez en la capilla o en el Centro Universitario de Devoto, con los verdaderos protagonistas de la historia: los jueces. Por lo que trascendió, estará presente el juez de Casación de la Capital Federal, Daniel Morin y el juez de la Casación Nacional, Gustavo Hornos. Según cuentan, el dialogo fue durísimo, duró tres horas y media, y los internos no querían aflojar de ninguna manera.

El punto central es que los presos reclaman que los magistrados abandonen su pasividad, sintonicen con el drama de la emergencia, y otorguen las excarcelaciones y prisiones domiciliarias a otra velocidad que la habitual, cuando la enfermedad y los peligros no estaban presentes. Estar en una cárcel es todo lo contrario a los protocolos del aislamiento. En el atardecer, las autoridades estaban recorriendo los pabellones para ver los daños: "destrozaron todo", fue el comentario. Tampoco había un listado muy preciso de heridos, algo que se estaba haciendo al final del día. Está claro que quedó lesionado un interno que cayó del tejado y varios penitenciarios. En el diálogo, todos los presos pedían garantías porque coincidían en que cuando las cámaras y los funcionarios se retiraran habría un puente indio más feroz que los cotidianos.

"Mire, que estalle Devoto es una muestra de que está estallando todo el sistema penitenciario, el federal y los provinciales --analiza un interno del Pabellón 1--. Devoto es el VIP de los presos. Para que te manden ahí, hay que pagar. A veces 500.000 pesos. Es cerca de las familias, en plena ciudad y el régimen es tranquilo. La mayoría de los presos fueron parte de organizaciones narcos o de robos a mano armada, pero en banda, se llevaron a alguien y les pusieron privación ilegal de la libertad, un delito federal. Y estalla porque ven que salen unos y no salen otros. Por ejemplo, de unos 150 pedidos de excarcelación, le dan curso a 30. Por lo tanto, tenés 120 recalientes. A esto agregale que todos los días te hacen un puente indio, o sea que te hacen caminar entre dos filas de penitenciarios que te muelen a palos. O te obligan a una pila humana de dos metros en la que a veces el de abajo muere y después ponen que fue un enfrentamiento entre presos. La comida es un desastre, no hay alcohol en gel, ni jabón ni distanciamiento y encima está la información de que dos penitenciarios, una enfermera y un médico dieron positivo".

El conflicto recorre todos los penales del país, básicamente porque no se están aplicando las resoluciones de las Naciones Unidas ni se replica lo que ocurre en casi todos los países: que se descomprimen las cárceles enviando a sus casas, a veces en prisión domiciliaria, a los presos mayores de 60 años, a los que tienen tuberculosis, hepatitis de distinto tipo, HIV, enfermedades respiratorias y cardíacas; a las mujeres con hijos pequeños y a las embarazadas. Toda esa población carcelaria, siempre que no hayan cometido delitos violentos o que estén cerca de salir en libertad o que ya hayan sido beneficiados con salidas transitorias. En Estados Unidos, por ejemplo, los que ya tenían salidas, directamente se los envió a sus domicilios y transitan el final de la condena en sus casas.

El telón de fondo, por supuesto, son las desastrosas condiciones de las cárceles, aunque justamente Devoto no es la peor. "No hay más villa, desde hace rato. No existe en Devoto lo que muestran en la serie El Marginal". Hoy la cárcel tiene unas 1.600 plazas, según el informe oficial, y hay cerca de 1.700 internos. Sin embargo, nadie cree que los lugares sean reales, la capacidad es muy inferior. A eso se agrega que los detenidos no reciben visitas desde hace un mes, lo que significa que comen muy mal, porque habitualmente son las familias las que les llevan comida y medicamentos. "Facturan milanesas de bola de lomo y son milanesas de mondongo. Esa es la verdad", dicen desde adentro del penal. Pero a eso se suma que no hay ningún tipo de resguardo sanitario y circula --muchas veces exagerado- el rumor de que penitenciarios, enfermeros y médicos están contagiados. En forma oficial, hay un enfermero, un médico y dos penitenciarios con covid-19.

La cuestión de fondo, en el SPF y en el bonaerense, es que existen listas de presos que están en condiciones de transitar la parte final de su condena en sus casas y, sin embargo, todo se demora. El listado bonaerense es de unos 3.500, de un total de 51.000 presos; el listado federal es de unos 1.300, de los cerca de 30.000 encarcelados. Los jueces van y vienen lentamente, los fiscales apelan y demoran todo el trámite, a veces el Servicio Penitenciario afirma que no tiene pulseras o tobilleras, se retardan los estudios socio-ambientales y otras variantes que atrasan las resoluciones. Esto crea entonces un caldo de cultivo de bronca entre quienes consiguen una decisión y quienes no la consiguen. Por supuesto que al trencito se suman los que tienen delitos graves, pero justamente se requieren resoluciones concretas para resolver las distintas situaciones.

En el día de ayer, provocó escándalo una especie de comunicado de un fiscal que sostuvo "veo con preocupación que la Casación recomienda que se extremen recaudos para liberar delincuentes y no piensan en las víctimas de eso delitos". El texto lo firma Carlos Donoso Castex, fiscal en lo Criminal, que tiene la chance de apelar resoluciones judiciales, pero convoca a un cacerolazo con ese motivo. Muchos creen que hay una parte importante de fiscales y jueces que coinciden con esa mirada y que durante los cuatro años de macrismo aprobaron políticas de encarcelamiento que llevaron a más de 20.000 nuevos internos a los establecimientos, sin que se haya construido un metro cuadrado ni se le hayan hecho las más mínimas mejoras a los penales existentes.

Todo indica que en la mañana del sábado, la negociación será muy dura. Los internos dan por sentado que el virus ya está en Devoto y otras cárceles, porque la situación es como en los geriátricos: no hay distanciamiento, no hay higiene, la alimentación es catastrófica y cerca de un 20 por ciento tiene enfermedades de todo tipo. En el mundo entero la pandemia se extiende en los penales y hay lugares, como Chicago, donde una cárcel se convirtió en el principal foco de contagio. Uno de los ejemplos más impactantes de lo que ocurre en las prisiones es que por primera vez en nueve años, Israel y Hamás reconocieron ayer que están negociando un intercambio que involucraría a centenares de presos. Y el argumento es uno solo: el peligro de contagio, la necesidad de descomprimir las cárceles. En Washington, se le dio la prisión domiciliaria a mil detenidos y la asociación de abogados exigió que otros miles fueran beneficiados: "Se necesitan medidas extraordinarias en momentos extraordinarios", argumentaron. Pero en forma tácita amenazaron con imputar por homicidio al Estado en cada caso de muerte.