“La alternativa era avanzar en la firma de un acuerdo que hubiera sido terrible para la industria argentina, en un contexto de pandemia y crisis económica y con muchos años adversos para el empleo. El tratado de libre comercio con Corea del Sur no representa ninguna ventaja para nuestro país en términos de exportaciones y en cambio es muy dañino para la fabricación nacional. Además, detrás de Corea vienen Singapur, Canadá e India”. Una fuente de Casa Rosada describió ante Página/12 la disyuntiva en la que quedó atrapado el gobierno nacional y que derivó en la salida de la Argentina de mesa de negociación de acuerdos de libre comercio del Mercosur. Si los otros integrantes del bloque avanzan en la firma del acuerdo, se producirá de hecho una ruptura de la unión aduanera, lo cual tendría fuertes consecuencias negativas en la integración comercial. Sin embargo, en el medio, Brasil, Uruguay y Paraguay tendrán que lidiar con Corea, que va a exigir más liberalización si Argentina no participa del acuerdo, y con la presión política para no romper el Mercosur. Esta semana comienzan las reuniones de equipos de legales para analizar el problema jurídico que implicaría una división aduanera. 

Un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y otra economía o espacio regional implica que ese nuevo origen vende sus mercaderías a los países del Mercosur sin pagar aranceles a la importación y viceversa. Asimismo, el producto puede circular libre de aranceles entre los países del Mercosur, ya que el comercio intrabloque, gracias a la unión aduanera, no paga aranceles. Hasta ahora, hay en vigencia acuerdos de libre comercio con Israel y Egipto, y de preferencia con India y Africa Meridional, además de los convenios con países de América latina. En un acuerdo de libre comercio hay potenciales ganancias dadas por aumento de las exportaciones y potenciales pérdidas por el mayor ingreso de importados que desplazan a la producción local.

La lógica de la diplomacia hace que las decisiones sean lentas, hipernegociadas y que prime la paciencia. La ruptura de todo eso quedó en evidencia la semana pasada, cuando la Argentina se levantó de la mesa de negociación ante la apurada de Uruguay y de Brasil por firmar un tratado de libre comercio con Corea del Sur. Es la primera vez que algo así pasa en el Mercosur y puede tener fuertes consecuencias sobre el bloque.

Hay al menos cinco factores bien nítidos que jugaron la salida de la Argentina de la mesa de negociación. El primero tiene que ver con los antecedentes, ya que como la administración de Mauricio Macri promovió los acuerdos de libre comercio, la negociación en la que entró el nuevo gobierno estaba relativamente avanzada, con ofertas sobre la mesa y lobby de todos los ángulos. En segundo lugar, Brasil, el otro puntal dominante del bloque, tiene un gobierno ultraliberal que pretende avanzar a toda velocidad con los acuerdos. Para peor, Jair Bolsonaro implicó un quiebre del diálogo histórico entre ambos países. En tercer lugar, la crisis en la que ya venía sumergida la economía argentina sumado a la pandemia ofrecen un contexto que difícilmente sea peor para encarar una apertura de la economía. Además, el gobierno está completamente abocado a la gestión de la crisis del coronavirus y considera que no están dadas las condiciones para presentar una oferta de liberalización de aranceles consultada previamente con el sector privado. En cuarto lugar, Uruguay, con la banca de Brasil y el apoyo más tímido de Paraguay, adoptó una posición muy ofensiva e impidió introducir nuevas instancias para dilatar un poco las conversaciones.

En enero, en la primera reunión del bloque en la que participó el gobierno de Alberto Fernández, los negociadores argentinos advirtieron que era difícil seguir avanzando en el acuerdo con Corea porque no había margen para permitir que rubros en donde Argentina produce y emplea gente, sean abiertos a la competencia con una potencia industrial. En el encuentro de marzo en Montevideo, Argentina dijo que si antes no estaba de acuerdo ahora encima no tenía posibilidad material de aportar su oferta a causa de la situación de la pandemia. En abril se repitió la posición, ante lo cual Uruguay junto con Brasil dijeron que el acuerdo debe salir antes de fin de año.

La posición ofensiva de Uruguay precede al gobierno de Luis Alberto Lacalle Pou, de hecho, la negociadora uruguaya es la misma que en la gestión de Tabaré. El país oriental espera poder mejorar sus ventas de carne y leche y no tiene demasiado para perder en términos industriales. El caso de Brasil es más complejo, de hecho, buena parte de los industriales no están de acuerdo con el ritmo de apertura que tiene el gobierno. A nivel local, el acuerdo tiene impacto directo en electrodomésticos, electrónica y en todo el bloque automotriz. Incluso impide la aplicación de políticas como las retenciones.