Si la economía global, sus instituciones y variables se miraran sin seguir el patrón de posguerra, como porfía Occidente para empañar la vidriera de su relativa caída y conservar prerrogativas, India figuraría como otro gran poder mundial del siglo XXI. Entre 5º y 7º PIB mundial, según quién mida, fue en estos años el que mayor crecimiento aportó al mundo luego de China, país vecino con el cual compite y a la vez buscan mutuamente equilibrios por razones históricas y geopolíticas, y por tener la mayor población: ambos ya rondan los 1400 millones de habitantes cada uno. La economía india llegó a crecer 9 por ciento anual en este siglo y ha promediado de 6 a 7 por ciento,  antes del coronavirus (hoy sería apenas 2 por ciento).

Desde Mumbai, la vieja “Bombay”, la ciudad más pujante y recostada sobre el mar Arábigo, el cónsul argentino Guillermo Devoto recuerda a Cash que “India era la ‘joya de la Corona’ del imperio británico por su posición estratégica, especias, tejidos, piedras preciosas, porcelana, té y café, además de su enorme cantidad de jóvenes que, sumado a la tradición militar, conformaban el eje dorsal de la fuerza colonial británica. Hoy tiene gran variedad de industrias. Por supuesto sigue fuerte un tradicional sector como el textil, pero también hay química, alimentos industrializados, acero, equipo de transporte, cemento, minería, petróleo, maquinaria, software, farmacéutica y -algo tan vigente en estos días- equipamiento médico. Finalmente, destaco la cantidad de unicornios (startsup tecnológicas que a poco de nacer ya valen 1000 millones de dólares) o categorías superiores como decacornios y hectacornios. Visité hace poco una de ellos. Global. Asombroso”.

India se libró de Gran Bretaña en 1947 y fue gobernada por el Partido del Congreso de Ghandi y Nehru hasta que en 2014 hubo un gran giro político con el triunfo del Partido Popular (Bharatiya Janata) del nacionalismo hindú, que llevó como primer ministro, y lo mantiene hasta hoy, a Nerendra Modi.

Manuel Gonzalo, experto en India y profesor en la Universidad Nacional General Sarmiento, estudió que la experiencia india con los negocios “es milenaria. País marítimo, comerció con todo el mundo y hoy varias comunidades regionales lucen sus capacidades empresariales y riqueza de larga data, como los Tata, los Mahindra Mahindra, los Mittal, muchos más”. Pero enfrenta dos obstáculos, agrega: la crisis agraria y el desempleo récord

En el primer caso, el analista Girish Mishra escribió que el sector primario cayó estos años a sólo 25 por ciento del PIB, aunque 75 por ciento de la gente vive en el campo y 60/70 por ciento de la producción viene de agricultores de subsistencia. Bajó la inversión, la logística y, de la mano del ajuste estructural de Modi, orientado por el Banco Mundial, cambió el modo de producción y entraron las transnacionales de las semillas y pesticidas. 

En cuanto al desempleo, rural y urbano, con Modi y su modelo neoliberal era 2,6 por ciento en 2012 y hoy se triplicó, “en especial –dice Gonzalo- en jóvenes de 15 a 29 años y profesionales. Desde 2005, se evaporaron 10 millones de puestos industriales. O sea, se agrava el ‘crecimiento sin empleo’ que vive India, que en 2018 llegó a los 100 millones de desocupados”.

La OIT acaba de informar que, por el coronavirus, 400 millones de indios que viven del trabajo informal (lo cual abarca al menos 85 por ciento del país laboral) pueden agregarse al ya alto número de considerados pobres, categoría difícil de medir allí por la matriz cultural y el sistema social de castas. Pero se estima que 40 por ciento lo son, muchos de ellos indigentes. Otra marca notable son los analfabetos: 25 por ciento, una de las tasas más altas del mundo. En el otro extremo, en un país de diversidad extrema con programas tecnológicos, nucleares y aeroespaciales de altísimo nivel, hay cantidad de millonarios, la elite de súper educados en universidades extranjeras y muy capacitados para los negocios.

Oportunidades 

En la última década, el intercambio comercial argentino-indio subió casi 50 por ciento y supera los 2000 millones de dólares/año promedio, con superavit para nuestro país.

Según Juan Miguel Massot, director del Instituto de Investigación en Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad del Salvador y otro experto en India, es un país “relativamente más cerrado al comercio, comparado con otros vecinos: mantiene restricciones arancelarias superiores y el tamaño y complejidad de su economía le permite abastecerse de muchos productos y servicios a una calidad y costo razonables”.

Devoto indica que “desde los ‘90 India enfiló hacia su apertura, mantiene aún rigideces que afectan el desarrollo comercial, en particular en el caso de economías más cerradas y de menor desarrollo como la nuestra. El gobierno indio negocia producto por producto en base a reciprocidad”.

Lo más complejo y específico de India –sintetiza Massot-, comparado con otros países de relevancia global, es “el nivel de sus aranceles, y el retraso en el proceso de apertura en servicios e inversión extranjera directa”. 

Sin embargo, Argentina tiene posibilidades. “India, en dos décadas, tendrá la mayor clase media del planeta, y nuestros países tienen economías estructuralmente complementarias, los negocios son una cuestión exclusiva del sector privado, y existen lazos políticos y culturales muy antiguos y coincidentes. Esto crea un clima inicial y posibilidades muy interesantes”, afirma el experto. 

Debe trabajarse, agrega, en mejorar el conocimiento mutuo en culturas empresarias y de negociación, y olvidarse del éxito de corto plazo tan afecto al empresario argentino. Massot identifica sectores donde sí podrían surgir oportunidades: actividades asociadas a tecnología (IT, ciencias del agua, la tierra y el espacio, energía, biotecnología), industrias basadas en conocimiento y creatividad (cine, contenidos, música, consultoría profesional, servicios educativos en español) y algunos ítems como leguminosas, donde ambos países ya trabajan, y turismo de alta gama, “lo que debería tener un comportamiento exponencial si se lo sabe aprovechar”. Todo eso sin descuidar ramas fabriles más tradicionales, autos, química, agroindustria.

Gonzalo, a su vez, informa que más dos tercios de las exportaciones argentinas a India son principalmente aceite de soja y, más atrás, de girasol. Muy rezagados aparecen cobre, cuero, cebada y legumbres, productos químicos y agroindustriales, con Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires como principales provincias exportadoras. 

El dinamismo de la economía india puede traccionar varios negocios. Alimentos elaborados, materiales de construcción, insumos para industria petrolera y eficiencia energética, cultura y entretenimiento, alianzas en software. Y recuerda que hay firmas argentinas ya con negocios allí, desde las consolidadas como Techint, Globant y diferentes laboratorios hasta las startups Satellogic y Kilimo.

Para el cónsul Devoto, en inversiones y cooperación Argentina e India tienen mucho que ganar. Del lado nuestro, con la oferta de alimentos pero también en ramas de alta tecnología como “genética, bioherbicidas, biopesticidas, o la satelital, nuclear, en las cuales firmas argentinas ya están en contacto con pares indias. Y respecto del rol inversor indio, ya hay una docena de empresas con presencia en Argentina: agroquímicas, de motocicletas, cosmética, servicios informáticos, análisis financiero (Tata Consultancy Services, Mahindra Comviva, Wipro Technologies, Infosys, Crisil/IREVNA, United Phosphorus, Bajaj motorcycles, TVS Motor, Hero Motorcycles, Glenmark Pharma, Godrej).  Argentina cuenta allá con cuatro grandes grupos consolidados, el de la familia Rocca y la tecnológica Globant ya citadas, INVAP, que construye una planta de radiación de isótopos, y la firma familiar de agro Namastrade”.