Imágenes del naufragio

Nos toca vivir en una sociedad despiadada. En tiempos sombríos emergen la vileza y la nobleza, el egoísmo cerril y la solidaridad activa y concreta, no declamada.

El capitalismo se sustenta en el imperio de la mercancía, en la creación de valor, en la explotación y la dominación, en una minoría que dilapida lo que a muchas personas les falta: vivienda, alimento, atención médica.

Estos, los que derrochan, son los que hacen obscena ostentación de sus privilegios y riquezas, los que desprecian a niñas, niños, hombres y mujeres maduras, maduros o ancianos, a los excluidos.

Ellas y ellos, los privilegiados y poderosos, están brindando con copas de cristal en la cubierta del Titanic. Pero la mayoría estamos peleando para acceder a los botes salvavidas. Unos mucho más que otros. Eso es el capitalismo.

En medio de este presente de acechanzas, no todo está perdido, hay mujeres y varones que dedican sus saberes y su tiempo, días y noches a contener a niñas, niños y adolescentes en situaciones vulnerables. No solo carentes de elementos materiales, sino también simbólicos y afectivos.

Hoy conocí a través de un amigo que es psicólogo social a Alan, un joven de dieciocho años que con mucho esfuerzo está intentando terminar sus estudios primarios. Vive en una pieza de pensión, me cuenta que le gusta leer y que desea ir más adelante a la facultad de Derecho, le obsequié un señalador para sus libros con una foto del escritor santafesino Juan José Saer. Alan no conocía de la existencia de Saer, estoy seguro que algún día va a poder gozar de los cuentos de Palo y hueso.

Vi, también a muchachas jóvenes indigentes abrazadas por una trabajadora social, que contenía sus angustias.

Mientras los burgueses continúan en su orgía de timba financiera, blanqueo de capitales y negociados  que empobrecen las vidas de millones de seres humanos hay otras personas sensibles que llevan adelante lo que postulaba Paulo Freire en su Pedagogía del oprimido, la devolución a cada persona del uso de la palabra para poder leer la realidad social injusta y transformarla.

Carlos A. Solero