Los actores Guadalupe Docampo y Nicolás Goldschmidt, protagonistas de Mujer lobo, se quedaron muy conformes con el trabajo de la directora Tamae Garateguy en esa película; sobre todo por cómo funcionó el equipo. Tiempo después, le propusieron trabajar juntos nuevamente. Los actores querían hacer "una película de amor apasionado que transcurriera en el desierto", según cuenta la cineasta, inspirados en películas de los 90 como Corazón salvaje, de David Lynch; Asesinos por naturaleza, de Oliver Stone, o Perdita Durango, de Alex de la Iglesia. Garateguy le propuso, entonces a Diego Fleisher, guionista de Pompeya y Mujer lobo -ambas de la cineasta- que escribiera el guion para su nuevo largometraje. El resultado es Las furias, en la que Goldschmidt compone a Leónidas, un joven Huarpe destinado a ser el líder de su comunidad, que se enamora de Lourdes (Docampo), la hija del terrateniente blanco del pueblo. Luego de ser separados cruelmente por sus familias, se reencuentran para emprender una sangrienta venganza y descubren que los une algo más que un inmenso amor. El film se estrena este jueves por Cine.ar, la plataforma digital del Incaa.

"En un inicio iba a ser en el desierto de San Juan, pero después la productora ejecutiva de la película, Sofía Toro Pollicino, que es mendocina, me propuso ir a filmar a su provincia", cuenta Garateguy. "En Mendoza hay un grupo muy grande de la comunidad audiovisual, hay gente súper preparada. Y ella me decía que Mendoza está llena de desiertos. Me puse a googlear y vi unos paisajes espectaculares. Me enamoré especialmente de Payunia, uno de los pocos parques volcánicos tan extensos que hay en el mundo. Es un lugar súper secreto. Hay muy poca gente que lo conoce. Y así nació todo y la filmé allí", agrega la realizadora.

-¿La historia entre ellos es como dice la canción: el amor es más fuerte?

-Sí, porque sufren y padecen de la crueldad del mundo y de las personas que los quieren separar.

-La historia muestra los dos extremos: el amor a toda prueba entre la chica blanca y el joven de pueblo originario y la violencia machista y racista del padre de ella, Alfredo (Daniel Aráoz). Si bien es una historia que pudo suceder en el pasado, tiene mucha actualidad.

-Es una historia bastante arquetípica. Conversando con Daniel Aráoz, decíamos que esta historia podría haber sucedido hace tiempo o ahora y en cualquier lugar de Latinoamérica, e inclusive Norteamérica. Y el personaje de él encarna el arquetipo del hombre blanco, con esta impronta patriarcal que se cree dueño de los cuerpos, de las personas, de las tierras, de todo. Y si no, quiere adueñarse y quiere destruir todo lo que no sea su voz, su mando y lo que quiere.

-Nuevamente Daniel Aráoz en el rol de villano. ¿Cómo fue el trabajo con él para lograr ese registro tan distanciado del cómico y que tan bien logra nuevamente en esta película?

-Conversamos mucho. Si bien en el guion estaba la impronta de un personaje completamente cruel y desalmado, él me propuso llevarlo a un extremo, donde hasta último momento su personaje se propone destruir lo que pueda y que se interponga en su camino. No dar el brazo a torcer. Para él, si el mundo no es a su medida, no debería existir, debería ser destruido. Es alguien que arrasa con todo si no es a su manera. Me pareció que estaba bueno ir por un lado tan extremo como para poder llegar a un villano arquetípico.

-¿Cómo buscaste trabajar la antinomia entre el hombre blanco y el indígena como figura estigmatizada? ¿De algún modo quisiste reflexionar sobre el odio racial?

-Sí, tiene varias líneas. Yo creo que en la Argentina hay muchísimo racismo que, ni siquiera se autopercibe. Pero trasciende la Argentina y tiene que ver con la colonización: el hombre blanco queriendo imponer su cultura, pero que tiene que ver con que el otro desaparezca, que el otro no exista más. La colonización se da en toda América, pero en la Argentina es de manera muy fuerte. Son varias líneas y por eso el personaje de Aráoz era tan importante ya que busca imponerse, adueñarse, destruir y arrasar.

-Algo que también hace actual a la película es la violencia policial, que no es algo solamente característico del mundo urbano…

-No. Tenemos una historia reciente como el caso de Santiago Maldonado, como el ejemplo que trascendió más mediáticamente, pero hay miles ejemplos de eso.

-Y sobre todo con los pueblos originarios.

-Lamentablemente, la brutalidad policial en Latinoamérica es algo bastante común. A mí me servía el género del western como para ponerlo también a jugar con esos elementos y ser parte del lado de los villanos.

-Hay películas tuyas con sangre a borbotones. ¿Eso tiene que ver con el género o con una fascinación personal?

-Con las dos cosas. El género del western absorbe algo de la violencia explícita y descarnada a secas, como un golpe de cuchillo que te corta la mitad de la cara. También hay algo del gusto personal. Para mí, a veces, es necesario expresar cómo es la violencia. Es terrible. Se hace explícita la violencia, pero también estamos hablando de una violencia mayor que tiene que ver con la opresión que ejerce, por ejemplo, la sociedad patriarcal en este caso. Es mucho mayor esa violencia, esa crueldad y esa opresión, que incluye también la violencia física y concreta. Pero además hay otras violencias.

-¿Cómo es hacer cine de género en la Argentina?

-Ahora es un poco más accesible, pero cuando empezamos era difícil porque el cine de género surgió como un desafío. Lo maravilloso del Nuevo Cine Argentino fue que era un cine posible. Cuando empezamos a hacer cine de género era como algo imposible, era caro, llevaba mucho tiempo, nadie sabía hacerlo, ¿cómo ibas a hacer? Y fue responder a ese desafío: “Sí se puede hacer, es posible”. De alguna manera, heredamos las ganas y la sensación de posibilidad del Nuevo Cine Argentino para llevarlo al cine de género. El cine de género me parece más afín con tratar de hablar sobre la realidad, que siempre nos supera. Mirá dónde estamos ahora: en una película impensada de ciencia ficción, de realidad paralela que hubiera sido una exageración. De hecho, el otro día se estrenó la película Tóxico, que habla de eso. Si yo hubiera visto esa película el año pasado, habría dicho: "¡Qué disparate!". ¿Y cómo haces? Género apocalíptico, ciencia ficción. Entonces, el cine de género me permite expresar de manera más afín lo que yo siento que me sucede con la realidad. Supera cualquier guión disparatado, violento, loco. Y da buenas herramientas para eso. Y también para generar una distancia con el espectador que le permita lidiar con esos temas.