Conocemos a Florencia Abbate como poeta, narradora y ensayista. Múltiples títulos pueden ser mencionados: las novelas El grito y Magic Resort, además del volumen de cuentos Felices hasta que amanezca. Inició su trayectoria con un texto de introducción al pensamiento de uno de los filósofos contemporáneos más arduos: Deleuze para principiantes. Su tesis de doctorado interpreta la obra del autor de Cicatrices: El espesor del presente. Tiempo e historia en las novelas de Saer. Como si toda esta labor de orden intelectual fuera poca, se debe mencionar que además, en conjunto a la escritura, se adosa su labor de militante feminista siendo ella una de las organizadoras del colectivo Ni Una Menos. Su último trabajo es un atinado texto de difusión acerca de la historia, el contexto, la biografía y la conceptualización de alguna de las mujeres que han instalado una huella perdurable e inquietante en el devenir de la reflexión política. Biblioteca feminista se presenta como un ejemplar ejercicio de propagar lo que al principio podría ser considerado solo de interés para unas pocas pero como bien refiere la autora este es “un libro de divulgación dirigido a personas que quisieran ampliar sus conocimientos sobre historia y pensamiento feminista, algo que, afortunadamente, ya no es solo de interés para unas pocas”. Y tiene razón Abbate al manifestar semejante entusiasmo porque como atenta lectora que es seguramente recuerde que “el libro hace al sentido, y el sentido hace a la vida”, según sentenció Barthes. 

La construcción argumentativa de Abbate es sólida, su arquitectura de pensamiento muestra con claridad y profundidad la vida, el contexto social y los argumentos de Flora Tristán, Clara Zetkin, Angela Davis, Monique Wittig, etc. La clave de Biblioteca feminista se percibe en su tono de escritura que puede volver transparente reflexiones académicas-teóricas sin subestimar al lector ni distorsionar a las autoras leídas.

El feminismo es un movimiento y un conjunto de teorías que se proponen la liberación de la mujer. El término liberación se entiende aquí como contraposición a la idea de emancipación de los movimientos del siglo XIX. La lucha por una emancipación consiste en la petición de una igualdad –jurídica, política, o económica- con el hombre pero permaneciendo dentro de los ámbitos de los valores masculinos implícitamente reconocidos y aceptados. Pero con la idea de liberación se prescinde de la igualdad para afirmar la diferencia de la mujer, entendida no como desigualdad o complementariedad, sino como asunción histórica de la propia alteridad y búsqueda de valores nuevos para una completa transformación de la sociedad.

Según los indicios de la historiografía, la revolución francesa marca el inicio de la modernidad, entendida como el tiempo donde se destaca la novedad del presente como corte o ruptura con el pasado abriéndose a un futuro incierto, que se acerca rápidamente. En su sentido más amplio, se lo asocia con las ideas de innovación, progreso y moda. En 1791, Olympe de Gouges compone un documento que titula la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana, en la que proclamaba que la mujer poseía, al igual que el hombre, derechos naturales y que debía participar en la formación de las leyes directa o indirectamente a través de la elección de representantes. La obra comprendía un proyecto de contrato social entre los sexos y representa la expresión más orgánica del racionalismo. O. de Gouges fue guillotinada en 1793 y, el mismo año, la Convención rechazaba la propuesta de igualdad política entre los dos sexos. Los límites de la revolución fueron vistos claramente por Mary Wollstonecraft en su Vindicación de los derechos de las mujeres, que auspiciaba una revolución en el comportamiento de la mujer y la abolición de todas las tiranías y prejuicios instalados.

En el momento en que en Europa la mujer conquistaba el voto y en el que parecían caer las más evidentes prohibiciones legales, en una obra que en su contexto no obtuvo la suficiente resonancia, El segundo sexo, Simone de Beauvoir descubría que la opresión femenina tenía raíces muy profundas. En la historia, en la visión del mundo, el hombre establece una relación directa con la naturaleza y la cultura, colocándose como sujeto, mientras que la mujer se coloca en relación con el hombre y es considerada “el otro”. Mientras tanto, se verificaba un fenómeno absolutamente nuevo en la historia: entre 1950 y los años 60, un número cada vez mayor de mujeres accedía a la enseñanza superior y entraba en el mundo de la producción y el trabajo, aunque fuera en trabajos inherentes a la función femenina. La obra de las teóricas norteamericanas de los años 60 advierten una inmediata respuesta en el amplio público femenino que logra comprender las razones de su malestar e insatisfacción. Betty Friedan en La mística de la femineidad explica los nuevos caracteres de la opresión en la sociedad industrial, el contraste entre su capacidad y la misión desarrollada, entre los predominantes valores masculinos y la persistente mística de la femineidad que niega la exigencia fundamental de la maduración de la personalidad, exigencia que no se acaba con la función biológica.

Kate Millet merece una mención particular por su sagacidad para convertirse en una crítica literaria de renovados bríos. El estudio titulado Política sexual le hizo ganar un lugar destacado en la historia de la crítica. Podría afirmarse que fue el primer estudio importante sobre el sexismo en la literatura; inauguró un modo de indagación que luego se llamaría “crítica feminista”: la identificación y el análisis de las representaciones estereotipadas de las mujeres en los textos de autores masculinos, y el análisis de los procesos por los cuales se crea en la academia una hegemonía sexista.

Biblioteca feminista es un texto de divulgación que se atreve a decir su nombre.  Aunque cabe destacar que es un texto que se abre al debate, que interpela e invita al intercambio, la curiosidad y nos estimula a soñar con la transformación de nuestras existencias.