Se suele pensar que el momento histórico de mayor radicalidad obrero-estudiantil en Rosario fue a fines de la década de 1960 en los denominados “Rosariazos” porque, evidentemente, gran parte de la sociedad estaba movilizada en oposición a la dictadura y se acariciaba un sueño de revolución social. Sin embargo, hubo otro período en nuestra ciudad en el que también estudiantes buscaron estrechar lazos con trabajadores y trabajadoras para mostrar su desacuerdo hacia un sistema de injusticia y explotación. Entre 1917 y 1921, la urbe portuaria vivió uno de sus ciclos de agitación proletaria más notable y fue el año 1920 un espacio de tiempo en el que se puso en cuestión la posibilidad de que los sectores proletarios pudieran alcanzar sus objetivos. Hace cien años, los llamados “anarco-bolcheviques” editaron dos periódicos Verbo Libre y El Comunista que propusieron una unidad entre trabajadores y trabajadoras con estudiantes.

La mejor juventud

El movimiento estudiantil surgió en Rosario a partir de las escuelas secundarias que desde sus orígenes, hacia finales del siglo XIX, habían congregado en sus aulas a los hijos de la elite rosarina. El gran arribo inmigratorio y el aumento de posibilidades de ascenso social llevaron a que una incipiente clase media accediera a la educación secundaria que desde sus aulas comenzó a mostrar entusiasmo por los debates de la política.

Un tema que condujo a los estudiantes secundarios a las calles y plazas de Rosario fue el del comportamiento de nuestro país frente a la Primera Guerra Mundial, si iba a permanecer neutral o si prefería inclinarse para el bando de los Aliados, Estados Unidos, Francia e Inglaterra, entre otros. Los primeros en manifestarse fueron los del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional (luego llamado Nacional N° 1 y actual EMM N° 430) a favor de los Aliados, mientras que los del Centro de Estudiantes de la Escuela Industrial de la Nación (actual Instituto Politécnico Superior) en consonancia con la Federación Obrera Local de Rosario (FOLR) se inclinan por la neutralidad del país ante el conflicto bélico. Incluso, es posible que la, por entonces, Escuela Nacional Superior de Comercio (actual Escuela Superior de Comercio Libertador General San Martín) se haya inclinado por la neutralidad y el Normal N° 1 por los aliados.

En esos colegios y en esas primeras manifestaciones, hicieron sus primeras armas profesores y estudiantes ligados al anarquismo, como fueron los casos de los hermanos Luis Di Filippo, en el Colegio Nacional, y Armando Di Filippo, en el Superior de Comercio, según reflejaron los historiadores Natalia Bustelo y Lucas Domínguez Rubio.

Rebelionistas

La edición de diarios y revistas servía en la época, e incluso en el presente, como una forma de mostrar, de agrupar a personas tras un proyecto político. En Rosario habían existido múltiples iniciativas en ese sentido y en 1913 surgió el periódico La Rebelión que dio vida al grupo llamado Los Rebelionistas, anarquistas bajo el liderazgo de Enrique García Thomas y su compañera, Eva Vivé. En ese grupo participaron José Vidal Mata, Elías Castelnuovo, Hermenegildo Rosales, Pierre Quiroule, Atilio Biondi, Julio R. Barcos, Nemesio Canale, Antonio Gonçalves, Sebastián Ferrer, Leopoldo Alonso, Santiago Locascio, José Torralvo y los jóvenes militantes estudiantiles, Juan Lazarte y Luis Di Filippo. Tres años más tarde, García Thomas y Vivé se mudaron a Zárate y luego a Buenos Aires pero en Rosario quedó un grupo de personas que siguió difundiendo sus ideas y formó a otros estudiantes interesados en las mismas. Ese fue el caso de Mika Feldman de Etchebéhère, la mujer que tuvo una vida digna de una película porque, nacida en Moisésville hizo la secundaria en el Colegio Nacional de Rosario, luego obtuvo su título de odontóloga en Buenos Aires, militó primero en el anarquismo, luego en el comunismo para terminar en el trotskismo, en el POUM en plena Guerra Civil española donde perdió a su compañero y alcanzó el grado de capitana en el Ejército Republicano. En su paso por El Nacional, es seguro que se puso en contacto con Di Filippo y el anarquismo.

El brillo de la Revolución

Cuando en 1917 se produjo la Revolución de Octubre en Rusia, los anarquistas sintieron que había posibilidades para la revolución social en el mundo, más allá de que luego se fueron decepcionando. Un año más tarde se produjo la Reforma Universitaria en Córdoba y muchos vieron que era el momento que desde los claustros universitarios surjan iniciativas que acerquen a estudiantes con obreros para fines revolucionarios. Ambos procesos históricos influyeron en los estudiantes secundarios de Rosario y, en 1919 en los nuevos universitarios cuando fueron creadas las facultades de Medicina, Ingeniería y Ciencias Económicas en nuestra ciudad.

Frente a esto y ante el desencanto de algunos anarquistas sobre las noticias que llegaban de la revolución en Rusia, se fue formando el grupo de los llamados anarco-bolcheviques –sucesores de los “rebelionistas”- en nuestra ciudad que buscó conectar al estudiantado con el movimiento obrero.

Ese grupo comenzó con la edición del periódico Verbo Libre dirigido por los anarco-bolcheviques Augusto Debain y Lorenzo De Felice que contaba entre sus redactores a Jesús María Suárez, dirigente anarquista ligado al Centro Evolución, además de Rafael Barret, Juan Lazarte y Alfonsina Storni, entre otros. La publicación que apareció en junio de 1920 y tuvo una tirada breve realizó esfuerzos por formar la Federación de Estudiantes Revolucionarios e, incluso, lograr forjar una red de revistas y de entidades estudiantiles radicalizadas que rompieran con los límites que se habían puesto los principales protagonistas de la Reforma universitaria, como afirman Bustelo y Domínguez Rubio.

El Comunista

El periódico Verbo Libre no pudo continuar su publicación y es posible que la cuestión de su sostén económico haya sido una causa importante. Jesús M. Suárez entonces retomó la posta pero no ya con una publicación dirigida a los estudiantes sino al movimiento obrero rosarino llamado El Comunista. Por entonces, el término fue disputado entre socialistas internacionalistas y anarquistas que luchaban por un “comunismo anárquico”. El interés del editor, al igual que el de los anarco-bolcheviques, estaba puesto en unificar a las centrales obreras que se habían dividido en Federación Obrera Regional Argentina (FORA) IX° Congreso que era liderada por sindicalistas revolucionarios, socialistas y comunistas; mientras que la FORA V° Congreso era liderada por anarquistas. El escenario de 1920 requería una unificación porque el movimiento obrero argentino, al igual que en otras partes del mundo, atravesaba uno de los ciclos de mayor conflictividad que lo hacía acariciar un sueño revolucionario entre 1917 y 1921, y sus ejemplos más claros son la Semana trágica, los sucesos de la Patagonia y en La Forestal. Las dramáticas escenas de esos episodios del movimiento obrero, urgían a muchos a terminar con las discusiones internas.

Rosario también estaba agitada. Desde junio de 1917 casi no se habían vivido días sin huelgas, manifestaciones o duros enfrentamientos con la policía. Ferroviarios, municipales, portuarios, trabajadoras de la Refinería Argentina, maestras y muchos otros, entre los más de 25 sindicatos rosarinos de ese momento. Tal vez, las más violentas habían sido la de ferroviarios en junio de 1917, la de policías en alianza con anarquistas en diciembre de 1918 o la de portuarios en 1920.

 

El Comunista, entonces, pensó que había que unir posturas de formas de lucha de acción directa, propias del anarquismo, junto a formas de coordinación unificada por centrales obreras. Por eso, la Federación Obrera Local de Rosario (FOLR) que se decía anarquista, fue interpelada por esta publicación. Además, el periódico anarco-bolchevique no desestimó el apoyo de los estudiantes secundarios y universitarios. El sueño revolucionario requería ese esfuerzo.