Como pocos sucesos durante la pandemia mundial, el escándalo NuSkin agitó la agenda periodística criolla y, al menos por un rato, nos sacó de la persistencia en la covid-19. A fuerza de entrevistas, investigaciones, opiniones, descargos, peleas y buena dosis de saraza, en pocos días se construyó un ideario sobre esta empresa de artículos cosméticos ubicada dentro de lo que se conoce como negocios multinivel o –sin tanta vuelta– estafa piramidal.

NuSkin tomó visibilidad porque su herramienta publicitaria se centró en mujeres famosas, mayormente sin un talento predicable, pero con los suficientes seguidores en redes sociales como para promocionar productos que prometen la belleza eterna, el rejuvenecimiento de la piel y otros imperativos estéticos.

Abundaron hilos en Twitter, capturas de pantalla sobre conversaciones privadas, denuncias cruzadas y discusiones cuasi bizarras en los mal llamados programas de espectáculos: la bola se agigantó con los carbones de la indignación social y también de una hoguera de vanidades que expuso egos mutuos.

Algo similar sucedió el año pasado con el Telar de la Abundancia, un timo piramidal que embarró a otras mujeres, especialmente actrices, aunque en este caso sin siquiera un producto para “vender": se trataba, redondamente, de una “mesa de dinero en la que los billetes prometían multiplicarse. ¿De qué manera? De ninguna, claro. Era todo un fake.

Nada Nu bajo el sol del modelo piramidal

Como sea, probablemente en pocos días el asunto se agote y a nadie ya interese las derivaciones de “la maquinita”, el producto estrella de NuSkin. Sin embargo, existe y perdura una plantilla de negocios que va más allá de una marca o un producto, pero que goza de cierta impunidad pública ya que no involucra a famosos o influencers que dejen el esquema al descubierto en su necesidad diaria de ventilar sus movidas, canjes y patrocinios. ¿Algún día habrá una discusión ética sobre lo que publicitan sin ningún tipo de legislación los “famosos de la socialmedia”?

Sucede fundamentalmente en el interior del país, donde las redes no tienen tanta penetración como en Buenos Aires, el GBA o las grandes metrópolis provinciales, y aún se conserva cierta artesanía en la divulgación comunicacional por nodos. Es decir, por medio de referentes sociales: fulanos y fulanas conocidos en el barrio, la comarca o el pueblo que gozan de cierta credibilidad y fuego de divulgación.

Los anzuelos son frases en tono neutro, con mucho atractivo y poca explicación: “se tu propio jefe”, “conviértete en líder”, “ gana dinero rápido”. Términos que, como el de “empoderamiento”, son tan repetidos que casi pierden el sentido. ¿Qué es el Poder? ¿Manejar la voluntad ajena? ¿Convencer a otros sobre una certeza que no queda clara? A veces las dudas son más atractivas que las respuestas.

 

La ingeniería piramidal se nutre en estos territorios de un cóctail explosivo que incluye uno o varios de los siguientes elementos: pibes y pibas con bajos recursos, cierta urgencia económica, poca autoestima, notable ingenuidad, incluso distintos grados de depresión.

Son, en esencia, burbujas artificiales con mucho de mística y confianza. La fe por encima de la razón: “Síganme, no los voy a defraudar”. En esa zona originalmente árida NuSkin no llegó a calar hondo porque antes ya lo habían hecho Herbalife o Amway, modelos de negocios con fuerte penetración en el interior. Ambos proponen lo que se conoce como “mercadería de garage”: para entrar hay que comprar, pero para crecer no hay que vender sino convencer a otros… de entrar.

Mientras la mercadería comprada espera en un cuarto, el loop se repite, beneficiando siempre al que está arriba. El documental Betting on Zero se centra especialmente en Herbalife, radicada en Islas Caimán, una colonia británica con status de paraíso fiscal. Pero a Herbalife, Amway, NuSkin o Mary Key se le suma la verdadera vedette de este template: el coaching ontológico.

La fábula del bienestar instantáneo

El coaching ontológico dinamiza las ideas de liderazgo, emprendedurismo, autoayuda, y el éxito a mano. En principio no venden productos sino soluciones: una especie de entrenamiento express para sacar lo mejor de uno, o algo por el estilo. Todo comienza con charlas dictadas por gurúes que arriban a los pueblos o ciudades para brindar consejos motivacionales. Las entradas son caras, los cursos son breves y todos otorgan lluvias de diplomas rápidos en ceremonias extrañas donde hay mucho aplauso, mucho llanto, mucha emoción. Todo parece sobredimensionado, según revelan varios de sus asistentes.

Surgen en esas breves capacitaciones líderes en esto, coachs en aquello, y todos se transforman rápidamente en docentes o divulgadores de una materia que atrae a nuevos aprendices. Los cuales al poco tiempo se convierten en nuevos predicadores que buscan captar a otros interesados a través de la venta de cursos, charlas, materiales de lectura y supuestos referentes internacionales. El engagement, según le contaron al NO algunos participantes, se basa en sugerir o sugestionar a otros para sumarse al círculo. ¿A qué imagen geométrica remite este proceso?

De golpe, el barco se llena de capitanes que se capacitan rápido para dar consejos repentinos. Un sistema exactamente contrario a la pedagogía habitual, la cual se basa en una acumulación lenta pero sostenida de experiencia y conocimiento, y a la vez sometida a instancias intermedias de evaluación.

No es casual que esa matriz de motivaciones y técnicas de rápida digestión suela linkearse con aquellas marcas de multinivel: quien va o dicta los cursos de coaching, a su vez vende o maneja grupos de venta de Amway o Herbalife, por citar casos. Todo dinamizado, además, por los recovecos de una legislación fangosa.

Como sea, la expansión se tentaculiza hasta llegar a los propios claustros académicos: en 2018 el coaching ontológico entró con el formato de “capacitación” en la carrera de Relaciones del Trabajo de la UBA, a la vez que se dictaba algo similar en Cursos UBA, una plataforma descentralizada de la facultad de Ciencias Económicas.

Claro que tras la fachada de estos cursos, consejos y tips, también subyacen reclamos y señalamientos: hay quienes denuncian este modelo como coercitivo. En Córdoba, por ejemplo, el Colegio de Psicólogos hizo en marzo una fuerte campaña alertando sobre el “intrusismo” de los cursos de coaching. En Rosario incluso la exintendenta Mónica Fein debió rescindirle el contrato a un asesor que provenía de esa disciplina luego de los cuestionamientos que recibió al respecto. En Cuyo, en tanto, no escatimaron epítetos: una investigación del sitio Mendoza Post habló directamente de “curro”.