En tiempos de crisis la radio se reposiciona. Como necesidad y como posibilidad; desde la escucha y desde la expresión. Lo que la radio siempre es, para mucha gente se pone de relieve en situaciones especiales como la actual pandemia.

Diversos estudios muestran cómo ha crecido el consumo de radio -en cantidad de personas y en tiempo- con la cuarentena. Es que algunos tienen más tiempo; es que estamos más quietos. Y necesitamos informarnos. Pero también porque necesitamos sentirnos en compañía, en contacto con otras personas; confiar en que existe un afuera a pesar del confinamiento, sentir una presencia sincrónica de un otro/a, saber que hay algo que está sucediendo mientras hacemos cosas de la casa. También protegernos del silencio de la incertidumbre. Y la radio cumple con esas expectativas como nada.

Por otra parte, asistimos a la posibilidad que genera la radio de narrar, de contarnos a nosotros y nosotras. Hay una explosión de contenidos sonoros producidos acerca de la cuarentena, muchos de los cuales posiblemente no sean nunca muy escuchados. Pero eso no es lo importante. Acá aparece un rol de la radio y el podcast que pocas veces es abordado, pero que se comprueba en épocas de crisis: es importante tener la posibilidad de expresarnos y de comunicarnos. Necesitamos hacer catarsis y hoy podemos grabar, publicar y hasta emitir desde nuestras casas con pocos conocimientos y con poco presupuesto.

Hoy todo es coronavirus. Emisoras y podcasters también se vuelcan a abordar el tema desde diferentes perspectivas. Pero más allá de lo informativo o formativo, más allá de las audiencias a las que interpelan, interesa entenderlo como una necesidad de expresión que es catártica.

He aquí el poder insoslayable de la voz y del sonido en general. Podemos expresarnos escribiendo, pero la letra en un archivo de computadora será fría. Quizás a mano un poco menos. Pero el vivo registro de nuestra propia voz es más caliente; no en términos de cómo entendía McLuhan a medios fríos y calientes, sino desde lo visceral, desde lo que efervesce en nuestro cuerpo. Al hablar nos sentimos que nos salimos de nosotros mismos, que habitamos el mundo, que nuestra voz evade el aislamiento. Y qué mejor si con esa voz podemos efectivamente hablarle a un potencial oyente que está inevitablemente lejos de nosotros. Esa posibilidad de cercanía que da el ejercicio de la expresión sonora no la tiene otro soporte. La radio nos permite expresarnos, exorcizarnos, vaciar el pecho y la garganta de angustias. Es lo que nos permite procesar lo que nos pasa para poder decirlo y en ese mismo ejercicio escucharnos. Y, si se puede, que alguien más lo haga y se sienta identificado/a.

Algunas de esas funciones la están cumpliendo las video llamadas también, pero nos piden mucho más: requieren nuestro compromiso corporal más completo, que fijemos la vista, que enderecemos la espalda, que tengamos ganas de sonreír, que encuadremos bien, que tengamos buena luz, que sobreactuemos un personaje de mayor perfección. Que nos saquemos el pijama y nos peinemos. La radio, la nota de voz, el podcast y todas las variedades de la comunicación sonora, siguen siendo una posibilidad expresiva menos invasiva, más dulce, menos demandante, más intima. Más tranquilizadora.

Por eso es que pululan cantidad de producciones sobre la pandemia. Crónicas, series de ficción, diarios sonoros, programas tradicionales reconvertidos y programas nativos de la pandemia, mapas sonoros, emisoras esporádicas, pisos virtuales entre varios países, festivales de radio y de arte sonoro, radio multimedia. Radio cumpliendo el rol de ser un registro de época y siendo un espacio para la innovación. También cosas muy aburridas y chatas. Se está haciendo de todo.

Lo importante es que estamos asistiendo a cómo la radio y el sonido no solo importan desde la perspectiva de la audiencia, que se puede sentir muy acompañada con estas experiencias, sino también desde la perspectiva de quien narra. Hoy mucha gente puede ponerse en esa posición y lo está haciendo. Porque hay una necesidad sonora y una posibilidad de satisfacerla. Y porque la radio siempre está. Pero a veces está un poco más.

Francisco Godinez Galay es Director del Centro de Producciones Radiofónicas cpr.org.ar @franupma