Los trabajadores del laboratorio recuperado Farmacoop (ex Roux Ocefa) producirán tests rápidos para detectar anticuerpos de coronavirus. Los fabricarán para una empresa argentina, tras desarrollar el proyecto con investigadores del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata. Farmacoop estuvo entre los primeros laboratorios en comenzar a fabricar alcohol en gel, cuando el virus desembarcó en la Argentina, por encargo de la gobernación bonaerense; también, asociados a cooperativas textiles, confeccionan barbijos. Ahora apuntan a un salto tecnológico para producir estos tests que permiten detectar anticuerpos en 10 minutos.

Villa Luro, Capital Federal. En el edificio de Medina 138 --una construcción imponente, que ocupa la mitad de la manzana--  ya no quedan señales del conflicto por la recuperación que atravesó tres largos años, todo el período macrista, e incluyó un acampe para evitar que el equipamiento de este laboratorio, que fue emblema de la industria farmacéutica nacional, se desguazara tras su quiebra.

Bruno Di Mauro abre el portón protegido por un barbijo. Hay que ponerse alcohol en gel, refregar las suelas contra un trapo embebido en desinfectante y finalmente someterse a un rociado de alcohol para poder entrar. Di Mauro fue, durante el conflicto contra el cierre, la cara más pública de los trabajadores, y ahora es quien viene armando una alianza estratégica con las universidades. En una relación de nuevo tipo: los universitarios siempre fueron a las recuperadas, pero a hacer tesis sociológicas. Ahora se acercan a concretar proyectos de producción. Y esto es, en sí mismo, un dato que habla de la época. De lo que una franja social existente en la Argentina de 2020 cree posible hacer.

La recuperada viene firmando convenios con universidades e institutos de investigación, para pasantías y otras formas de transferencia de conocimientos con el sistema universitario nacional. Desde diciembre, incorporaron a egresados de las carreras de ingeniería industrial, ingeniería química, farmacia y bioquímica. Sin esta mirada, considera Di Mauro, tal vez no cerrarían, pero no podrían despegar.

El camino

¿Cómo llegaron a pensar en producir los tests? Eso es lo que cuenta esta nota, sobre un proceso que está ocurriendo en este momento. No ligado a la investigación científica dura, sino a la aplicación de desarrollos tecnológicos a la industria nacional, en la sustitución de importaciones de productos sanitarios. Ya sucedió con los barbijos, camisolines y cofias, que resultaban escasos y costosos hasta que se produjeron en el país. En ese camino van ahora los tests.

La cooperativa obtuvo el año pasado permiso de la justicia para autogestionar Roux Ocefa. Dedicó varios meses a ponerlo en condiciones de acuerdo a las normas de la ANMAT, que exige estándares determinados para la elaboración de medicamentos y cosméticos. En eso estaban cuando la Universidad de La Plata les tocó el timbre.

“Se enteraron por los medios de la recuperación y vinieron del departamento de extensión universitaria a conocernos”, cuenta Di Mauro. La UNLP fue la que les propuso, tras el cambio de gobierno, trabajar con la provincia de Buenos Aires para fabricar insecticidas y repelentes de mosquitos por el dengue. Con esa idea gestionaron una reunión con el viceministro de salud de la provincia, Nicolás Kreplak.

En el encuentro, que se concretó el 11 de marzo, terminaron hablando de fabricar alcohol en gel. El coronavirus desembarcaba en la Argentina, eran los días de desabastecimiento del producto, cuando el Estado nacional tuvo inclusive que ponerle precio máximo.

“La propuesta fue complementar la fabricación de alcohol en gel que empezaba a hacer la provincia por su cuenta. Aunque en el laboratorio nunca lo habíamos elaborado, contestamos que sí, sin dudar”, cuenta Di Mauro. Y por ahora esa parte de la historia se queda en este punto.

Vale consignar, entonces, que la recuperada ya venía en relación con la Universidad de la Plata cuando apareció la necesidad de producir los tests vinculados a la covid. El proyecto de fabricar de estos reactivos fue propuesto a la recuperada por una empresa local que invertirá en la compra de la máquina para elaborarlos -norteamericana- y sus insumos -europeos-. La universidad está haciendo el desarrollo tecnológico, la recuperada pondrá las instalaciones y la fuerza de trabajo.

Ciencia sin patrón

El Centro de Investigaciones en Fermentaciones Industriales (Cindefi) es un Instituto dependiente del Conicet y la Universidad Nacional de La Plata. Desde allí, Sebastián Cavallito, doctor en bioquímica especializado en biotecnología, cuenta que trabajan "para que en tres semanas o un mes podamos registrar el producto en la ANMAT”.

Estas pruebas para los anticuerpos de coronavirus son similares a los tests de embarazo y pueden utilizarse en el lugar, sin necesidad de realizar hisopados ni recurrir a laboratorios, con una gota de sangre. “Ya existen en todo el mundo, de diferentes marcas. Las hay chinas, coreanas, norteamericanas… no es una tecnología nueva: estamos copiando algo ya conocido para producirlo en el país. Lo que lo hace propio, en este caso, es que pudimos reproducir en forma estable y repetida la proteína del virus, que es el corazón de estas tiras, lo que debe ser reconocido por los anticuerpos. El clonado y la expresión de la proteína del virus es lo que estamos haciendo en el Cindefi”.

Desde el punto de vista del empleo, producir los tests creará 25 nuevos puestos de trabajo. Pueden parecer pocos; Eduardo Murúa, histórico referente del Movimiento de Empresas Recuperadas (MNER) y hoy a cargo de la dirección nacional de Empresas Recuperadas asegura que no lo es. "Crear un puesto de trabajo cuesta en promedio entre 20 y 22 millones de pesos en el país. Hablamos de comprar una empresa, instalar la maquinaria, incorporar al trabajador, todo lo que significa la creación de un empleo industrial. En Europa esa inversión es de 450 mil euros y en Estados Unidos de 400 mil dólares”. Son cálculos que viene masticando en las últimas dos décadas de lidiar con la reapertura de las fábricas.

Desde el punto de vista de la salud, es auspicioso que no todo dependa del concentrado mercado de los grandes laboratorios. Di Mauro y Cavallito apuntan que el tests importado vale unos diez dólares, pero localmente costará la mitad. ¿Los va a comprar el Estado? Sería el mercado más probable. También podrían ser requeridos por empresas con gran número de empleados, para el control del coronavirus en sus plantas.

Desde el punto de vista de lo cultural el proceso pone a la vista su aspecto más interesante, porque muestra cómo hay sectores sociales y fuerzas de trabajo capaces de dar respuesta en la crisis, aún desde posiciones muy subalternas. En esto, su alianza con las universidades cambia la cancha completamente.

Poner primera

Y acá vale retomar la cuestión del Estado. ¿Cuánto alcohol en gel produjeron para la provincia de Buenos Aires? Di Mauro contesta que todavía nada. El acuerdo es para fabricar a fason, por volúmenes importantes, pero todavía no les llegaron los insumos. Sí vendieron un lote al ministerio de Desarrollo Social de la Nación. ¿Y lo cobraron? El consultado contesta que todavía no. Aunque son situaciones que se están por destrabar, hay todo un dato en que lleven tanto tiempo.

Y es que el trabajo con el Estado es difícil para la mayoría de las experiencias de la economía popular. Aunque los movimientos sociales son parte del gobierno y desde el sector político existe la decisión de impulsar la economía social, la implementación es un chino. El Estado tiene un funcionamiento creado para ir en otra dirección.

No se puede decir que no esté presente: lo está con las respuestas que ya conoce. Por ejemplo, en la cooperativa cobran el salario social complementario o planes de la Línea 1, que con las mercaderías que gestionó el MNER les permitieron sobrevivir. “Hoy tenemos a casi todos los compañeros percibiendo algún tipo de subsidio”, confirma Di Mauro.

Por la pandemia, trabajan divididos en tres grupos independientes, sin contacto. En otro sector del edificio, distinto al de los tests, hay una unidad de control de calidad de barbijos. Los producen con cooperativas texitles, como Sport Tech, Brukman y los talleres de de la Organización Libres del Pueblo. Sentada a una larga mesa en la que se clasifican y cuentan los tapabocas, Karina Rojas, una de las trabajadoras que recuperaron el laboratorio, cuenta que en mayo cobró su primer retiro luego de tres años y ocho meses.

A la fabricación de alcohol en gel se dedica un tercer grupo. Para elaborarlo, sus técnicos desarrollaron un gelificante con una fórmula propia, porque para hacer la tradicional faltan insumos. “La formula no es secreta, pero nos llevó tiempo y esfuerzo. Y ahora nos la piden de hospitales“, cuenta Florencia Tiseyra, farmacéutica y directora técnica del laboratorio.

La recuperada la está peleando y por eso es una experiencia a mirar. Conviene registrar lo que hace y cómo va sucediendo, de modo que se agregue al catálogo de lo posible.

Su previsión es estar produciendo tests en dos meses, de manera que esos ingresos complementen los de la elaboración del alcohol en gel. Los trabajadores tramitan además la recategorización de los barbijos, por ahora de uso para la calle, para que ingresen al mercado de los hospitales.