Silvia Maltz tiene 68 años, es licenciada en Psicología y terapista ocupacional en el Moyano desde 2006. En su largo recorrido junto a las mujeres internadas sembró una cantidad de recursos que alivian su padecer, al tiempo que subraya las necesidades de quienes hoy trabajan o viven allí, ahora incrementadas por la pandemia.

¿Cuál es la situación del Moyano con respecto al Covid-19?

-El hospital cuenta hoy con alrededor de 600 mujeres internadas y unxs 1000 trabajadorxs, lo que complejiza aún más el flagelo que vivimos en virtud de la pandemia. Atiende también pacientes de hospital de día y de noche, más consultorios externos. Es una institución que brinda servicios de atención hospitalaria asistencial, pero que convive en ella como en todos los hospitales monovalentes de la mal llamada salud mental: el sistema manicomial.

Qué es exactamente el sistema manicomial?

-Convengamos que donde se confina a las personas a vivir en hospitales, más que de salud mental estamos hablando de abandono social, de encierro, de cercenar condiciones como sujetos de derecho. Derechos a la vivienda, a la educación, a la salud, a transitar libremente. En ese marco, desde lo heterogéneo de la población de mujeres y bajo la normativa establecida por la Dirección de Salud Mental, ellas deben permanecer en sus pabellones con una serie de directivas establecidas por la institución y también en virtud de sus posibilidades y necesidades.

¿A partir de la llegada del Covid-19 ese cercenamiento de derechos se agudizó?

Sí, algunas pacientes por el nivel de cronicidad de la enfermedad mental no salen nunca al parque, pero otras que sí lo hacían hoy ya no lo tienen permitido. Tampoco pueden salir como antes a hacer sus compras, ni hay más paseos con o sin acompañantes terapéuticos o familiares. Se vive en cuarentena. Hoy no pueden concurrir a los talleres, ni realizar actividades grupales hasta que deje de correr el riesgo inminente de contagio y propagación.

¿Cuál es la reacción y las consecuencias de estos impedimentos?

-Algunas mujeres pueden comprender la gravedad de la situación y usan sus tapabocas, otras no, es muy difícil que puedan aceptar que no deben compartir el mate. Y eso es algo tan esencial para ellas como otras cosas de la vida cotidiana. Pero la pandemia pasará, que el árbol no tape el bosque, que la pandemia no esconda la vida manicomial, porque si no se implementa la Ley Nacional de Salud Mental 26.657 se irá la pandemia, pero el manicomio persistirá.

¿Puede desarrollar un poco más esa idea?

-Sí, quiero decir que el virus nos puede atacar a todes, el virus no discrimina, pero la pandemia sí. No todes están en condiciones de afrontarla de la misma manera. Esa heterogeneidad nos habla de mujeres que hoy no pueden recibir visitas, si es que la tienen, no todas cuentan con celulares para hablar con gente, si la tienen. El Gobierno no facilita estos elementos para sus lazos posibles con otres. Prima el abandono, la soledad, la apatía, la desidia, y estos elementos, estos efectos manicomiales también replican más fuertemente en una situación crítica como la actual.

Sin insumos que protejan

Maltz afirma que no se acepta que ingrese al hospital ninguna persona que no sea parte de él. Las pacientes externadas son atendidas en el hall de entrada con las precauciones establecidas por protocolo de la institución. La medicación se les entrega en el hall o en la farmacia bajo normativas específicas. Hoy la urgencia es no contagiar y no contagiarse. Pero estos recaudos se enmarcan en un sistema de salud que no cuida adecuadamente ni a lxs pacientes ni al personal.

¿Cuáles son las deficiencias en ese sentido?

-Por ejemplo, no se entregaron ni se entregan insumos suficientes.

Los tapabocas para las mujeres internadas las brindan solidariamente desde el servicio de rehabilitación con donaciones de telas. Se les ha enseñado a realizarlas autogestivas, no hay aportadas por el Gobierno de la Ciudad, e incluso las enfermeras que conviven a diario con ellas colaboran para su confección.

¿A ustedes lxs proveen de lo necesario para protegerse?

-Los insumos para los profesionales son escasos y malos. En el caso nuestro, los psicólogos, la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires nos ha provisto de barbijos y otros elementos. Después que un grupo de profesionales inició cautelares a la Justicia como también de otras instituciones hospitalarias, fuimos favorecidos por la determinación judicial y comenzaron a llegar más y algo mejor. Pero no todos cuentan con los suficientes elementos. Hasta el día de hoy, 27 de mayo, el personal de limpieza no ha sido provisto por la empresa que los contrata de elementos suficientes de protección. Tenemos un profesional infectado, y en observación otros de enfermería y personal de limpieza. Es hasta hoy. Mañana no sabemos.

¿Cuentan con lugares de aislamiento bien provistos?

-No. Por ejemplo, hay que establecer salas de aislamiento necesarias. Está el personal no exceptuado, muchas mujeres madres tienen que venir a trabajar, personas mayores de 60 sin enfermedad preexistente también y esto es porque no toman más personal. Además pusieron sobre la calle del hospital las Unidades Febriles de Urgencia (UFU) y piden que sean atendidas por personal del Borda y del Moyano. Esto es inadmisible, sumamente riesgoso, aunque no tengan que trabajar en ambos lados, saca personal de los hospitales. La lógica del ajuste en Salud en CABA hace doce años que la padecemos y no va a cambiar como ideología y política per se.

La doble vulneración

“Toda esta situación, más los temores propios ante tanto desconocimiento y desconcierto que conlleva este virus, afecta emocionalmente a todes -explica la psicóloga- pero la situación de vulnerabilidad emocional que viven las mujeres que atendemos es doble. Reinternaciones a veces, sostenerse en la vida cotidiana solas, sin medios, es difícil de soportar. Muchas temieron no volver a ver nunca más a sus afectos. Estamos todos afectados, el por ahora nos parece para siempre. No es lo mismo contar con recursos simbólicos que permiten marcar diferencias, que no tenerlos. Todo esto también está vinculado a la Ley Nacional de Salud Mental 26.657, reglamentada en 2013 y nunca implementada. Solo está en función el órgano de revisión que paradójicamente tiene la tarea de controlar el cumplimiento de una ley que no se implementa. Puede controlar, evaluar y tratar de velar por las personas en situación manicomial con un límite contundente, y esto trae situaciones críticas. Los dispositivos que requiere la vigencia de la ley no están presentes en Ciudad”, explica Maltz.

¿Cuáles son las alternativas al encierro?

-Si bien hay pocas casas de medio camino y ciertos subsidios para vivienda que nunca alcanzan para pagar un hotel, cumplir la Ley abarca mucho más y requiere la instrumentación de servicios de salud descentralizados y alejados de la lógica manicomial. Debería haber camas de internación en todos los hospitales de agudos, pero no es así. La internación debe ser el último recurso, debe haber instituciones y dispositivos que intervengan para evitarlo. Una ley no es letra muerta cuando colectivamente cobra interés y necesidad, la Ley Nacional de Salud Mental es una gran conquista pero requiere que la pongan en función. En esas acciones políticas se juegan intereses diversos y poder. No es una ley de la psiquiatría ni de la psicopatología, es una ley que instala y protege a un sujeto de Derecho por sobre todo. Salud mental es una construcción social con carácter interdisciplinario e intersectorial, no es un hecho puramente médico.

Palabras de libertad y dignidad

“Y llegamos a Desate”, expresa Silvia Maltz emocionada. “Un dispositivo de comunicación, integración y lazos que pudimos crear en el Moyano hace once años. Se trabaja con compañeres del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica (ISER). Participan mujeres internadas y externadas. Algunas de ellas han salido del hospital pero vienen a la radio. Están muy comprometidas con el proyecto. Se nombran como Comunicadoras en Salud Mental. No nos convoca su número de historia clínica sino su nombre, su apellido y su interés o vocación por su historia como mujeres.”

¿Cómo lograron armar la radio y mantenerla en el tiempo?

-Desate ha tenido mucha colaboración. En primer lugar, de la Facultad de Comunicación Social de la UBA, en la carrera de Comunicación Social. Fueron los primeros en intervenir y ayudarnos con la Cátedra de Comunicación Comunitaria bajo la jefatura de Oscar Magarola. El ISER nos facilita técnicos y colaboradores. Agradecemos al Ministerio de Trabajo en el sector Discapacidad, que retribuye en ciertos programas con dinero y esto es fundamental, otorga a las mujeres más autonomía. Agradecemos a las radios que nos transmiten: comerciales, comunitarias, y programas por internet. Las mujeres, las radios y los programas diversos, son los puentes imprescindibles para que las escuchen en su condición de seres pensantes, críticas, algunas de ellas verdaderas poetas. Logramos construir microprogramas con temáticas de género y Derechos Humanos, actualidad y Salud Mental. Y la perlita que siempre las conmueve es cuando pueden expresar sus creaciones poéticas, cuentos o historias. Hoy con las mujeres externadas nos convocamos online, y con las internadas de manera individual, distancia, barbijo y viva voz. En tiempos normales, nos reunimos tres veces por semana. Se debate, se lee, se actualiza y se elige. Hoy se ha construido un horizonte que son les oyentes, ese tercere que imaginariamente arma un lazo y cierta reciprocidad. Facebook, Twitter, Instagram, esas páginas donde se visibiliza nuestro sentido de existir y como siempre decimos, “basta de estigmas y prejuicios”. Mujeres altamente vulneradas por su condición psicológica y de mujer, por transitar los confines del Moyano, y esto se refleja en todo su recorrido de vida. Por eso Desate tiene una altísima responsabilidad social y cultural: aportar ese grano de arena a la libertad, a la dignidad humana.”