El presidente Mauricio Macri no tiene entre sus virtudes la elocuencia. Muchas veces se lo atribuye a falta de lecturas. Sin embargo, el coaching que lo formatea incluye algunos títulos cada vez que a lo largo de los años le han preguntado sobre el tema. Un recorrido por esas respuestas muestra, con alguna excepción, un cóctel de liberalismo, individualismo y new age

En la campaña de 2007, cuando accedió a la jefatura de Gobierno por primera vez, Macri respondió un cuestionario de La Nación. Dijo estar leyendo La virtud del egoísmo  y La rebelión de Atlas, de Ayn Rand, y Sexo, mujeres y política, de su asesor Jaime Durán Barba (¿los tres al mismo tiempo?) La misma entrevista consignaba como libros preferidos del líder del PRO La biografía de Gandhi (no dice cuál de todas); Esta noche, la libertad, de Dominique Lapierre y Larry Collins; y El manantial, de Ayn Rand.

Hace dos años, en plena campaña presidencial, Macri respondió, junto a los demás candidatos que sortearon las PASO, un cuestionario de Infobae sobre sus gustos. Eligió como libro Cometas en el Cielo, la novela del afgano Khaled Hosseini.

Unos meses antes, consultado sobre los libros que se llevaría a una isla desierta, eligió La Fiesta del Chivo de Mario Vargas Llosa, La sonrisa de Mandela de John Carlin, y El manantial de Ayn Rand.

El nombre de Rand (1905-1982) es el común denominador. Macri también ponderó El manantial en la entrevista televisiva que le hizo Gerardo Rozín en C5N, al punto de decir que le había insistido a sus hijos que leyeran a la rusa emigrada a los Estados Unidos.

Al parecer, fue Eduardo Marty, fundador y director de la Fundación Junior Achievement quien introdujo a Macri en el pensamiento randiano. Justamente, esta fundación fue elegida por Macri en 2012 para dar talleres en escuelas porteñas acerca de cómo crear una empresa y ganar dinero. “No se puede comparar un taller ideológico, que forma parte de una campaña política, con una actividad para enseñar a los chicos cómo pueden crear su propia empresa”, dijo Marty en ese momento a Página/12.

Uno de los lectores fervorosos de Rand, según indicaba La Nación en 2007, era Esteban Bullrich, el hoy ministro de Educación de la Nación. “Acuerdo con Rand en que no me gusta la idea de Estado como Gran Hermano, pero en países emergentes como el nuestro, el Estado no puede estar ausente en lo social”. En la misma nota, Gabriela Michetti planteaba sus dudas tras haber leído El manantial: “A mí el libro me provoca una doble reacción, una de ellas muy visceral. Por un lado, lo empezás a leer y te pega muy fuerte la exaltación de la construcción personal, el heroísmo y la creatividad en el armado de la propia vida, pero a medida que avanzaba en la lectura empecé a sentir náuseas por la crueldad que tiene con el desamparado o con los pobres. Para ella, la solidaridad es un disvalor y, desde ese lugar, creo que a su obra le falta amor”.

Ahora bien, ¿qué es lo que plantea Rand en novelas como El manantial y La rebelión de Atlas y ensayos como La virtud del egoísmo, gozosamente leídos y admirados por la derecha liberal y que han encontrado seguidores en, entre otros, Mauricio Macri? El liberalismo en su punto de máxima tensión: la reivindicación total y absoluta del individualismo. Su crítica hacia el altruismo y la solidaridad es impiadosa. De allí que en tiempos de la Guerra Fría y el anticomunismo, la exiliada rusa se convirtiera en un tótem de la derecha más radicalizada.

En una entrevista televisiva de 1969, Rand dijo que “estoy desafiando el código moral del altruismo. El precepto de que el deber moral del hombre es vivir para otros. Que el hombre debe sacrificarse para otros. Esa es la moralidad actual. Y por eso vamos hacia una dictadura”. ¿Qué quería decir con “sacrificarse por los otros”?, fue la repregunta. Respondió: “Que el hombre tenga que trabajar para otros, preocuparse por otros, ser responsable por ellos. Yo digo que el hombre tiene derecho a su propia felicidad. Y que la tiene que conseguir por sí mismo. Nadie debería sacrificarse por la felicidad de otros”.

El 17 de noviembre de 2012, apuntó Sandra Russo en Página/12: “Rand necesita sacarse de encima todo tipo de escrúpulo moral o religioso porque lo que ataca es, de cuajo, la idea del prójimo. Es decir que en política, arrasa con lo social. Toda su obra está basada en la destrucción de la idea del prójimo. A esa idea de amarlo, de ampararlo, de socorrerlo, y a la idea de nación como mancomunión, Rand le responde que ‘nadie tiene por qué sacrificarse por nadie’. Esto es: por qué pagar impuestos, si los débiles no se lo merecen. Es decir: el mismo discurso que empiezan a insinuar las derechas de la región”.

Quienes gobiernan la Argentina cayeron en la lectura de Rand como quien cae en la escuela pública, al decir del presidente.