En la jerga digital se ha extendido la utilización de la figura del “troll”: una cuenta en alguna red social que se ampara en una identidad falsa para intervenir en posteos o conversaciones con el fin de embarrar el intercambio de ideas. Pero últimamente se empezó a notar también el uso sistemático de estos trolls (en cantidad y sincronizados) para orientar el encuadre de ciertos temas que se discuten en la agenda informativa, dando origen al concepto de “troll center”. Dentro del esquema de análisis que vengo desarrollando desde las notas publicadas en esta sección, “Leaks research” y “Entre papers y filtraciones”, me interesa empezar a responder algunas preguntas y presentar un enfoque distinto sobre la temática al que se ingresa desde el concepto de “posverdad”. ¿Para qué sirven y por qué son necesarios los troll centers en una estrategia info-comunicacional determinada?

Si bien nadie puede saber a ciencia cierta cómo funcionan los algoritmos, hay un halo que los envuelve y los liga a una habitabilidad más democrática en internet (renovando la esperanza de una sociedad transparente basada en las nuevas tecnologías). Estos códigos seleccionan, jerarquizan y ordenan los contenidos que nos llegan supuestamente según el consumo manifiesto que declaramos clic tras clic e intercalado con alguna que otra publicidad. Pero no es así: descontando la discusión sobre la injerencia e intenciones de las enormes corporaciones a las que pertenecen los software y aplicaciones que usamos todos los días, vamos a posar la mirada sobre esta estrategia más local para direccionar las corrientes informativas pensando encontrar uno de los modos de intervenir en el libre juego de la “oferta y demanda” de datos.

Por ejemplo, cuando miles de twits al unísono exclamaban #TinelliMercenarioK para atacar al famoso conductor televisivo, en respuestas a sus críticas al presidente Mauricio Macri por recomendar no andar en patas y en remera durante el invierno. No hay que ser un experto para comparar miles de esos twits y darse cuenta que provenían de cuentas falsas que reproducían en gran número un mismo mensaje. Nunca mejor dicho “una golondrina no hace verano”. Para incidir en las tendencias de Twitter y generar una sindicación de contenidos significativa hay que sincronizar miles de mensajes y cuentas. Y a eso se dedican los call center de la era digital. Pasó recientemente con la lucha de los maestros y las maestras por las paritarias. Miles de usuarios falsos se dispusieron a atacar a los referentes sindicales con los argumentos de la contra parte, información falsa o solamente insultos.

En esos casos se puede identificar claramente el input de un contenido representativo de un encuadre parcial en el sistema de flujo y un ejército de cuentas que lo apuntalan para que se viralice lo más posible. 

Retomo las preguntas iniciales: ¿para qué? Para asegurar un piso de distribución e incidir cuantitativamente en la dinámica de flujo. ¿Por qué? Porque al llegar a usuarios reales se incentivan las actitudes que surgen del accionar masivo y que no se producen por impulso individual. La batalla de la información hoy no sólo pasa por la creación de los contenidos sino también por la posibilidad de canalizarlos dentro de la malla de interconexión digital y producir corrientes o flujos. 

Hay estrategias más honestas que se basan en la creatividad y/o la colaboración (podemos decir también la militancia) y otras más éticamente reprochables, como la de los troll center que distorsionan la percepción informativa con malas artes.

* Licenciado en Periodismo, UNR.