Desde Londres

El gobierno británico está intentando contener las protestas del Black Lives Matter (BLM) con un mensaje que mezcla la conciliación y el reconocimiento con apelaciones a los riesgos sanitarios del coronavirus y al imperio de la ley. El primer ministro Boris Johnson publicó un artículo en el órgano periodístico de la comunidad afrocaribeña, “The Voice”, y un video en respuesta a las protestas que, no obstante, continuaron este martes en Oxford y Londres. “Hay una incontrovertible e innegable sensación de injusticia en la comunidad negra y las minorías étnicas frente a la discriminación en educación, empleo y el sistema judicial. Los que gobernamos no podemos ignorar esos sentimientos que en demasiados casos están lamentablemente basados en la realidad”, dijo Johnson.

El primer ministro se mostró a favor de las consignas de la protesta, pero marcó sus límites. “Ustedes tienen razón y nosotros tenemos razón al decir que las vidas de los negros importan. Entiendo a aquellos que eligieron manifestarse pacíficamente y que mantuvieron la distancia social. Pero estamos en un momento clave a nivel nacional en la lucha contra esta plaga mortal. Después de tanto sacrificio, no podemos dejar que la pandemia se nos vaya de las manos”, dijo Johnson.

El gobierno estima que más de 137 mil personas asistieron a las protestas el fin de semana. Entre los manifestantes hubo un uso extendido, pero no unánime de mascarillas. Dada la multitud y el fervor, la distancia social fue una quimera. Pero además hubo enfrentamientos con la policía que terminaron con más de 100 arrestos. “Los que atacan la propiedad pública o las fuerzas policiales, tendrán que enfrentar todo el peso de la ley”, dijo Johnson.

Con la credibilidad cayendo en picada por su pobrísimo manejo de la crisis del coronavirus, el mensaje del primer ministro no tiene muchas posibilidades de éxito. La manifestación multitudinaria en Oxford – y la más modesta en Londres – fueron una respuesta contundente a su intento de apaciguar y desmovilizar con un mensaje conciliador.

En Oxford miles de personas se congregaron frente al Oriel College para exigir que se remueva la estatua del esclavista y archi-imperialista Cecil Rhodes. El colectivo Black Lives Matter obtuvo el apoyo de los dos diputados que representan a Oxford en el parlamento, de la líder del municipio, Susan Brown y de otros 26 concejales. En respuesta el Oriel College enfatizó su apertura al diálogo como parte de una “conversación sobre la relación entre el estudio de la historia, la conmemoración pública, la justicia social y la igualdad educativa”.

Un cambio de época

Las protestas y el derribamiento de la estatua de Colston alborotaron el debate político e histórico nacional. El alcalde de Londres Sadiq Khan anunció que una comisión especial examinaría los nombres de calles, edificios públicos, plazas y estatuas con el objetivo de eliminar los apellidos de esclavistas, virtual relectura de la historia imperial que sigue siendo central en la identidad británica.

A las protestas en Oxford y Londres, se sumó una petición de más de 30 mil personas en Escocia para que se remueva la gigantesca estatua de Henry Dundas, un esclavista que logró postergar un proyecto de ley de abolición del comercio humano a fines del siglo 18 añadiéndole el término “gradual”. Con este adjetivo añadido al proyecto en aras de la moderación, la unidad y la protección de la economía consiguió demorar 13 años la abolición y sumó unas 600 mil personas a las filas de los esclavos británicos.

Dundas es un ejemplo de la importancia de estos símbolos históricos en el Reino Unido. La estatua en la céntrica St Andrews Square de Edimburgo tiene 42 metros de alto y fue erigida siguiendo el modelo de la Columna de Trajano que en su momento tuvo al emperador romano en su cúspide y que hoy tiene a San Pedro.

En un artículo en el Edimburgh News un importante político del gobernante Scottish National Party, Angus Robertson, instó a una profunda revisión del pasado a la luz de las protestas. “Lamentablemente muchos escoceses e instituciones de este país fueron activos participantes del comercio de esclavos. Los escoceses eran dueños de una tercera parte de las plantaciones de esclavos de Jamaica y de un 32 por ciento de los esclavos en la isla caribeña. De los 424 escoceses registrados como beneficiarios del esclavismo, 131 estaban en Edimburgo”, señala.

Nadie ha quedado libre del impacto político. El nuevo líder del Laborismo, Keir Starmer, realizó un complicado malabarismo para al mismo tiempo rechazar el legado esclavista y condenar el derribamiento de la estatua de Edward Colston en Bristol sin desequilibrar la precaria paz entre izquierda y derecha partidaria. En muchas zonas obreras del norte de Inglaterra, que el laborismo perdió a manos de los conservadores en las elecciones de diciembre, la ideología predominante es laborista en lo económico(nacionalización de los servicios públicos, redistribución), patriotera en los histórico y cultural y conservadora en temas de ley y orden.

En esas zonas del norte del país la moderada simpatía de la clase trabajadora por los reclamos antiesclavistas choca con los enfrentamientos con la policía y el aire alternativo y estudiantil de los manifestantes. Es parte del peso histórico e identitario que tiene la gloriosa imagen escolar de haber sido el primer imperio de la humanidad "donde nunca se ponía el sol".