“La más profunda ternura, el tedio más hondo, la quietud, el amor, la frustración, el miedo, la desesperación, el agobio”: luces y sombras de la maternidad acentuadas durante esta época de aislamiento forzado, en sucintas palabras de la fotógrafa australiana Lisa Sorgini. Que a este preciso tema ha dedicado su más reciente, inspirada obra: Behind Glass, “serie nacida del encierro donde las madres y sus criaturas devienen divinas comedias de domesticidad, obras maestras vivas, que respiran”. En efecto, ecos pictóricos barrocos bañan las magistrales imágenes de la artista, tomadas con verdad y lirismo por la tarde -“para aprovechar al máximo la luz”- a distintas mujeres de Nueva Gales del Sur, Australia, mientras concilian nuevas rutinas con sus gurrumines, ensayan nuevos ritmos en esta nueva normalidad abrumadora, no carente de tensiones. La dura faena, después de todo, conlleva una pérdida de independencia, según acentúa la fotógrafa, que recuerda –por si fuera necesario- que las madres a menudo llevan la carga más pesada en cuanto a cuidado infantil y tareas domésticas. De allí su deseo de honrar a sus modelos, “ponerlas en el pedestal que merecen”, ofreciendo etéreos retratos que las muestran en plena faena: sea amamantando a gemelos, sea yaciendo lánguidamente mientras muestran a sus críos un atisbo de mundo a través del vidrio…

Previo aviso, Sorgini las retrata a distancia, y la ventana oficia “de marco pero también de barrera”: encuadra y retiene, mantiene a salvo y asfixia. “Es una posición sumamente compleja”, se abre en canal Lisa, madre de Ari, de 5 años, y de Elio, de 7 meses: “Una lidia con estar sola, sin el apoyo que habitualmente brindan redes de familiares, docentes y amigos, y a la vez lidia con nunca estar sola, teniendo que compartir cada minuto, sin descanso, con los hijos”. Una situación extendida que quiso poner en foco a través de fotografías que documentan la belleza y la extrañeza de criar en un período tan atípico. Registro que ahora que las restricciones se van flexibilizando en Australia, que los peques están regresando a las escuelas, quedará como instantánea de un tiempo donde las rutinas y los rituales mutaron, a puertas cerradas, en clausura. En pics que, increíblemente, tienen calidad y calidez atemporal: a veces hay trozos de sandía, flores secas, frascos vacíos de mermelada; hay vientres hinchados, ropa de cama arrugada; pero ni la sospecha de celulares o pantallas en este particular recorte de mundo, tan actual y, a la vez, eterno.

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