Durante la madrugada de este miércoles se conoció una noticia fatal para el tenis, como si ya no hubiese habido demasiado con el ataque brutal del coronavirus. Roger Federer anunció que volvió a operarse la rodilla derecha luego de varias semanas de retroceso en la rehabilitación. Y así lo dijo en sus redes: “Tuve que someterme a un procedimiento adicional de artroscopía en mi rodilla derecha. Como lo hice en 2017, decidí tomarme el tiempo necesario para estar al cien por cien y volver en mi más alto nivel. Espero con ansias volver a verlos en 2021”.

La primera intervención en la misma pierna había sido a finales de febrero, semanas antes del inicio de la pandemia. El suizo no tocó la raqueta en los últimos meses y en su entorno se percibía preocupación. Severin Luthi, uno de sus entrenadores, confirmaba esta semana que la recuperación iba bastante lenta. Y, al cabo, no quedó otra que pasar una vez más por el quirófano.

Federer cumplirá nada menos que 39 años el próximo 8 de agosto. Después de una vida deportiva casi libre de lesiones, en los últimos cuatro años atravesó tres cirugías: las dos de esta temporada en la rodilla derecha y una a mediados de 2016, en los meniscos de la izquierda. Aquella vez se perdió los Juegos Olímpicos de Río y protagonizó un regreso alucinante en 2017, con un estilo ultra-ofensivo: en su primer torneo oficial ganó el Abierto de Australia, su primer Grand Slam después de cinco años, y extendió su gran momento hasta 2018, cuando volvió a la cima del ranking.

El máximo campeón de Grand Slam conoce mejor que nadie el arte de volver mejor. Porque siempre lo hizo desde dos perspectivas. Volvió a pelear arriba en pleno dominio de Nadal y Djokovic; y también lo hizo después de las escasas lesiones de su carrera. ¿Por qué habría que ser trágicos con esta nueva cirugía?

El fantasma del retiro deambula en sus alrededores desde hace varios años. Los oráculos del periodismo siempre quisieron vaticinar el final, aunque todavía no tuvieron éxito. En 2008, tras la explosión de Rafa, nadie imaginaba que volviera a lo más alto. Pero se recuperó. También sucedió en 2013, quizá uno de sus años más duros, cuando afrontó un cambio repentino de raqueta y pasó sin pena ni gloria en relación a su nivel histórico. Regresó en 2014/2015 con un nuevo método, de la mano de Stefan Edberg: el tenis de anticipación lo ayudó a cuidar su físico y jugar puntos más cortos. Y más tarde, en 2017, tras aquella primera lesión, reapareció en forma de superhéroe.

Está claro que Federer no es el mismo de hace diez años. Y también es lógico que la recuperación cuesta cada vez más con el paso del tiempo, incluso después de los partidos. El suizo, sin embargo, supo sacar provecho de su armoniosa estética y de los avances del tenis actual para estirar su carrera hasta límites que nadie hubiese pensado. Porque, no tengan dudas, Federer volverá a eludir el retiro y tendrá una última gran oportunidad. En 2021, con 40 años, pondrá la mira en los torneos grandes y en el objetivo que le queda por cumplir: el oro olímpico en singles.

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