Los caminos trans desde una vivencia singular a una colectiva es una construcción profunda que visibiliza diferentes experiencias y realidades de una de las poblaciones más vulneradas. La trabajadora social y militante de Hijos Rosario, Romina Marucco, le puso oído y corazón a charlas que surgieron tanto en espacios de dinámicas grupales como en viajes en colectivo. Con un singular respeto a cada palabra dicha, logra plasmar los relatos que permiten escuchar el tono de voz de quienes le ponen color --incluso en historias de angustia-- a las más de 60 páginas en las que también se pueden ver fotos, letras en lápiz y dibujos de les protagonistas. Las vivencias de cinco personas se van "hilvanando, cosiendo y tejiendo", como las redes que les permitieron ganar derechos y que están hechas de nudos sólidos para sostenerles en la lucha por lo que falta alcanzar. Hoy, a las 18, con moderación de Jakeline Romero, de la Red Diversa Positiva, y auspicio de la UNR, se presenta el libro a través de Facebook live (reddiversa.positiva). 

"Este libro se cocinó a fuego lento, a fuerza de dinámicas grupales y exploraciones que se enredaron en una pluralidad de lenguajes", dice Marucco en el prólogo del libro que empezó a gestarse en febrero de 2019, con anécdotas que cierran la garganta, pero también provocan risas reparadoras. "Carcajadas, llantos, abrazos, complicidades, asombro, desparpajo, miradas individuales que se fundían en una colectiva", adelanta la compiladora sobre lo que se expresa en cada capítulo. La narración se conjuga con historias de la infancia y adolescencia, la construcción de la identidad, el trabajo sexual, la persecución policial (en dictadura y en democracia), el acceso a la salud --en una población con promedio de vida de entre 35 y 40 años--, y los proyectos de cinco protagonistas que se pueden leer como las voces de todo un colectivo, desde diferentes generaciones. 

Con relatos de Andreina Daniela Dibrino (trabajadora sexual), Luciana Alejandra Salomón (cosmiatra y esteticista), Vanesa Danila Flor Ojeda (peluquera unisex, cosmetóloga y masajista), Perla Daniela Pérez (cocinera) y Thiago Rodrigo Kuperman (educador segunda infancia), considerados por la autora como "cinco valientes", se transitan las experiencias de cómo "desafiaron las fronteras sexistas, clasistas, étnicas, heteronormativas"; y cómo "desde que tuvieron uso de razón entendieron que el deseo es político", agrega el prólogo. "Es un libro querellante, también", sumó Marucco en diálogo con este diario.

Desde el primer capítulo, lo colectivo y territorial aparece como punta de lanza, con la sororidad como antídoto "ante las adversidades". Luciana tenía 15 años cuando se fue de su casa, donde estaba rodeada de mujeres. "Emprendí un viaje a Buenos Aires donde conocí chicas como yo (...). Comienza así una etapa de mi vida en la que aprendo el oficio del trabajo sexual", relata sobre lo que le permitió cumplir su sueño "de tener las formas de la mujer". 

En su infancia, Perla sufrió "violencias, maltratos y opresiones". Recuerda esa etapa sin juguetes "ni tiempo para jugar"; pero con "labores del campo y golpizas". En un tramo de su historia recuerda que la última vez que la llevaron presa "fue tres días antes de que mataran a Sandra Cabrera", la trabajadora sexual líder de Ammar, asesinada en 2004. También habla de la espera: "Cuando tenía ocho años quería tener vagina y, a los sesenta y uno lo pude hacer realidad".

Vanesa tiene 63 y dice que tuvo que construir "un andamiaje de supervivencia". "Siempre me gustó ser la mujer que soy", asegura, aunque su vestimenta en aquella época provocara detenciones de moralidad pública.

Thiago no quería disfrazarse de alguien que no era. "Agarré una pollera de mi mamá para armarme una faja, una especie de top bien ajustado", que se ponía en el pecho. También habla de su primer beso.

"Hasta las propias maestras te decían marica y afeminado", rememora Andreina. Hoy, asegura que "la ley de Identidad de Género (sancionada en 2012) te permite hacer el tránsito mucho más rápido y seguro".