En todo el planeta el trabajo que destinan las mujeres y los varones a las tareas domésticas y de cuidados está desequilibrado: ellos, fiel a su rol de proveedores, dedican más tiempo a los trabajos con salario, en tanto que ellas son las que hacen el trabajo del hogar (sin salarios).

La pandemia del Covid-19, vino a profundizar estas desigualdades en la distribución de las tareas domésticas y de cuidado y ha generado en muchas mujeres situaciones de estrés, debido a que son ellas las que se ocupan de: limpiar la casa, cocinar, ir al súper, hacer las tareas con les hijes -las escuelas están cerradas-, cuidar a las personas que no se pueden cuidar por sí mismas y, además de todo ello, algunas, tienen la carga de realizar su trabajo, remunerado, desde su casa.

Por otra parte, el virus, ha puesto de relieve el valor de los cuidados para la sostenibilidad de la vida y la poca visibilidad que tiene este sector en las economías del mundo, en la que todavía no se considera a los trabajos de cuidado como un componente fundamental para el desarrollo.

Son las mujeres quienes, de forma remunerada o no remunerada, realizan la mayor cantidad de tareas de cuidados, en tanto que este trabajo es el que sostiene y constituye la base sobre la cual se asientan los otros trabajos dentro de la estructura de la familia y de la sociedad.

La importancia de la implementación de políticas con enfoque de género, exige que las medidas económicas y sociales que se consideren para paliar los efectos de esta situación -de pandemia- no supongan recortes fiscales que afecten los avances hacia la igualdad de género ni deterioren la autonomía de las mujeres. 

En efecto, las estrategias que se adopten para enfrentar la crisis que se generó, deben implementarse, atendiendo a la complejidad del problema, fortaleciendo el trabajo coordinado del Estado, contando con la participación de las organizaciones y los movimientos de mujeres, feministas, de mujeres indígenas, rurales, etc, a fin de que contribuyan al diseño de estrategias adaptándolas a sus realidades.

Como ha advertido la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) uno de los desafíos más importantes que tiene la región es la reorganización social de los cuidados para alcanzar la plena corresponsabilidad entre el Estado, el mercado y las familias.

El desafío está en diseñar sistemas integrales de cuidado desde una perspectiva de género, interculturalidade interseccionalidad y de derechos humanos que promuevan la corresponsabilidad entre mujeres y varones, Estado, mercado, familias y comunidad, e incluyan políticas articuladas sobre el tiempo, los recursos, las prestaciones y los servicios públicos universales y de calidad, para satisfacer las distintas necesidades de cuidado de la población, como parte de los sistemas de protección social. 

Es en este sentido que el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad de la Nación, de manera acertada, puso en agenda y como una de sus prioridades las tareas de cuidado, tomando como primera medida la creación del área de Cuidados en el entendimiento de que es necesario traducir la voluntad política de promover este cambio cultural en recursos concretos y tangibles. Además dijo:

“Estamos trabajando de manera urgente en dar visibilidad a la importancia de las tareas de cuidado en el sistema socioeconómico y a ubicarlas en el centro de la escena pública, a través del diseño de políticas integrales que involucren a todos los actores que tienen injerencia en la organización social de los cuidados en la República Argentina: Estado, mercados, comunidad (organizaciones sociales) y familias.”

La provincia debiera seguir ese ejemplo.

*Abogada