“Programa de memorias feministas y sexo-genéricas Sexo y revolución”: la seriedad del título, su longitud abrumadora me hace preguntar una vez más por qué lo justo siempre queda un poco feo, bastante difícil de pronunciar de corrido, pero Laura Fernández Cordero (socióloga feminista) que dirige el programa en el espacio del CeDInCI (Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas) del que es secretaria académica, dice que se puede acortar en “Sexo y Revolución”, consigna del Frente de Liberación Homosexual “quw en su hospitalidad utópica nos contiene”. 

El programa fue presentado el 24 de junio de 2016, noche de jolgorio en la sede de la calle Fray Luis Beltrán, nada frailera por cierto, con el fin de preservar la papelería memoriosa de feministas, gays, lesbianas y transgénero en el interior de un archivo de la izquierda para engordarlo y pensar juntos una bisagra para la mutua fecundación política.  

Sexo y revolución es un archivo en acción -de acopio, asesoramiento, reinterpretación y debate en runfla de asesores, que formaron una colectiva compuesta por Virginia Cano, Nicolás Cuello, Fernando Davis, Lucas Morgan Disalvo, Francisco Fernández, Marcelo Ernesto Ferreyra, María Luisa Peralta, Juan Pablo Queiroz, Catalina Trebisacce y Nayla Vacarezza. El orden alfabético es el lugar común para un reconocimiento sin cortinas y Laura Fernández Cordero lo usó como un sahumerio en un estreno que ya había levantado susceptibilidades no siempre políticas. “Cobré por ser blanca, hétero y tener hijos. Hasta cobré por ser flaca”, se rió.

Sentados o de pie frente a una mesa larga los concurrentes escucharon la arenga de la joven directora del programa cuya voz tenía cierto vibrato de insurrección recién nacida.  

-El CeDInCI ya sabía algo acerca del rescate y la preservación de papeles indeseables para los archivos estatales, aquellos dignos de razzias y capturables por el celo policial y el fuego de las censuras. Pero se trataba ahora de otro desafío: brindar mayor espacio a las letras revulsivas de los feminismos, los activismos homosexuales y gays en todo su arco, la visibilización revolucionaria lesbiana, el jaque radical de las identidades trans… y sus respectivas, efímeras e intensas relaciones con las izquierdas. 

En la aglomeración donde el piercing, los tatuajes y las camisetas con inscripciones irrumpían en el ascetismo rojo del sport trotsko o de príncipe estudiante que suele tender a los colores sufridos: entre los cuerpos curiosos se bamboleaba bajo presión un fichero de madera coronada por una vieja máquina de escribir. Y Laura Fernández Cordero encontró un pretexto para acariciarlo. 

-Es el Fondo José Ingenieros.

¿Qué hacía allí hecho papeles privados el llamado “edecán de Roca”, “Pepillo, socialata”, o “docto-archi-adormidera” como la misma Laura registra que lo llamaban los enemigos? ¿Era un símbolo afín al momento o un convidado de piedra? Laura Fernández Cordero lo encontró afín ya que, aunque criminólogo positivista e intelectual tecnopolítico de la Nación Argentina cuando la consolidación del Estado, supo escribir sobre el amor en clave anarquista y hasta aprobar el uso de la píldora.  

Ingenieros no era un gentleman del ochenta sino un dandy fallido de levitón carpa y chaleco colorado, denostado por las elites debido su apellido de cocoliche, un fruto de “m’hijo el dotor”. Y si bien su concepción de la histeria no era diferente a la de sus colegas positivistas, se comportaba como un doble agente: a una “histérica”, deseosa de ser madre y sin poder lograrlo, que probó con siete amantes para demostrar que el ésteril era su marido, y que le consultó sobre si confesar o no lo que el doctor no consideró adulterio le aconsejó que no lo hiciera. A otra que se quejaba de frigidez, la revisó exhaustivamente y, luego de comprobar su sensibilidad (ventajas recurrentes de la profesión), la instruyó para que le dijera a su marido que el placer se encontraba en un punto sobre la vulva y no en su fondo. Las elucubraciones de Ingenieros sobre la inversión sexual no innovaban pero en su revista La Montaña, el doctor publicó artículos de Edward Carpenter, pionero del socialismo inglés y homosexual. Autor de libros que poetizaban el amor entre hombres y un comming out autobiográfico: My days and dreams. 

 -Había sectores del anarquismo que criticaban el matrimonio burgués y defendían la práctica del amor libre. Pero estaban también los anarquistas radicales que proponían amores, superpuestos, múltiples, variables (claro que hétero), una verdadera revolución del amor. Ingenieros estaba más cerca de ellos. 

Números 3 y 5 de Somos, 1974, publicación clandestina del Frente de Liberación Homosexual. El alma mater fue Néstor Perlongher.

Compañeros de ruta

La presencia viva de la Colectiva, sus debates e investigaciones constituyen una fuerza para que los feministas y activistas de la comunidad Lggtb no tengan siempre rancho aparte en las mesas redondas radicales. Todos esos compañeros de ruta que acercan inteligentes reflexiones cuando la coyuntura lo exige pero que en las obras que cobijan bajo sus nombres de autores jamás se dejan interpelar por el gran cuerpo teórico de los feminismos y de la disidencia sexual.  

Laura Fernández Cordero dice que “siempre hay una mesa sobre mujeres anarquistas pero en la totalidad del congreso, puro obrerismos. ¿Laclau? Las preguntas que se puede hacer sobre las mujeres son todas territorio Laclau”. 

Nicolás Cuello, activista cuir e investigador, me manda un mail largo e inspirado: “Recuerdo que las primeras reuniones tuvieron una potencia interesante porque nos dimos la tarea de discutir políticamente el estado actual de las memorias de nuestros movimientos feministas y LGBT, pensando críticamente en las interlocuciones hegemónicas, las disputas históricas, las voces sistemáticamente amedrentadas, los efectos de la violencia estructural en la capacidad del recuerdo, y cierta preocupación por la incipiente mercadotecnia de la nostalgia en la que operan políticas institucionales de desactivación política de las resistencias de nuestros movimientos”. 

Tarcus recrudece

El archivista tiene del coleccionista la angurria de la completud –sea uno como el dinamarqués Thomas Koog que coleccionaba piezas óseas humanas sólo mayores de treinta centímetros o un anónimo miembro del club La botellita– y del asesino serial el gusto de las series en orden –Jeffry Dahmer, el descuartizador de Milwaukee, colocaba los torsos en barriles de ácido, las cabezas en la heladera y los corazones en el freezer–. Por eso Horacio Tarcus, cuando me mira tiene en los ojos un brillo perverso y no me ve a mí sino al número 2 de la revista Sodoma que le prometí, al 8 de Alfonsina que amenazo buscar. 

El CedinCi empezó con la hemeroteca de este historiador de pedegrée trotskista, un buscador de tesoros de la izquierda con pasaporte al sótano de Hernández durante la dictadura, un vendedor de libros con quiosco en la plaza Lavalle que en el mismo período se había hecho avezado en descubrir a quienes les podía mostrar lo que ocultaba bajo el mostrador y a quienes no.

En marzo del 1976 Horacio Tarcus camufló sus archivos de la cultura de izquierda con bolsas de basura para consorcios y los enterró en un terreno de Ituzaingó. 

–El traslado lo hice el 24 mismo del golpe. Un amigo y yo con varios bolsos nos fuimos en tren hasta Ituzaingó, hicimos el pozo, lo envolvimos con varios celofanes, lo pusimos en cajas de cartón y lo desenterramos en el año 80. Una locura total, una imprudencia absoluta, sólo lo puede hacer alguien que cree en el valor y en la vida que hay en esa letra impresa.

 “¿Por qué darles a las izquierdas la memoria gay, lesbiana, feminista? –la pregunta de Laura Fernández Cordero es retórica– No es cierto que sean dos compartimientos estancos. No me parece que haya que divorciar estas cuestiones de la cuestión de las izquierdas. No es un imperialismo del archivo.”

Los integrantes de la Colectiva no hablan desde la ilusión de una isla política Lggtb, sino de un sedimento de izquierda a la que desean interpelar. Si no, leer a Nicolás Cuello: “Personalmente si tuviera que elegir, pongo en valor dos imágenes concretas: la potencia desenfrenada de la imaginación sexo-política en nuestra historia y la fortaleza incorruptible  de formar un común como respuesta al desierto que avanza. Esas son las dos cosas que me enseñó todo el proceso de este primer año de trabajo del programa, gracias a la oportunidad de escuchar y conectarme con los materiales que de a poco fueron ingresando. Algo que como investigadorxs y como activistas supimos aprovechar y contagiar con los espacios de apertura que garantizamos. Es como una aventura en la que se descubren marcas prácticamente invisibles de conexión, de vida, de supervivencia y de organización política ahí donde la intemperie era un único paisaje. Y esas marcas, así de humildes, se abren lugar en la historia de la política latinoamericana no sin incomodidad, incluso con desobediencia, expropiando la mirada, la atención, contaminando y viralizando los relatos ya instituidos de los imaginarios de la resistencia política. Una manera muy divertida y comprometida de enloquecer la política”.

El ideólogo Mario Mielli, en su libro Elementos de crítica Homosexual habla del “Estado Hétero” y de “Gaya revolución” , Néstor Perlongher era trotsko, Héctor Anabitarte, también fundador del FLH, comunista.

Horacio Tarcus fue, durante el gobierno de Alfonsín uno de los primeros en largar un libelo contra la izquierda del ascetismo rojo y el valor del coito como refreshing de la fuerza militante. En el verano de 1986 apareció en los circuitos de izquierda el número 5 de la revista Praxis, de la que él era director, dedicado a la militancia y la vida cotidiana. La ilustración de tapa mostraba a una pareja desnuda en una cama instalada junto a un enorme retrato de Marx (ella tenía cara de insomnio insatisfecho y pechos bizcos como las chicas de Flores de Oliverio Girondo; él leía con el ceño fruncido el Qué hacer de Lenin). En uno de los artículos del libelo, encuadernado con un papel fucsia feminista, el poeta y ex director de la revista combativa La rosa blindada Carlos Alberto Brocato hacía literalmente polvo el narcisismo erótico de los militantes de izquierda acusando, fundamentalmente a los varones, de no haber superado siquiera el preescolar del ars amandi. El artículo se llamaba “Crisis de la militancia (notas sobre la sexualidad)”. Para Brocato, los militantes de izquierda sostenían la teoría del vaso de agua: “Coger es tan simple y transparente como tomar un vaso de agua”. Esto los convertía en activistas monotemáticos del decatlón sexual con el primero que se pusiera a tiro, ya que el militante se consideraba liberado per se. Los llamados “juegos preliminares” se asociaban a la hipocresía burguesa: se los veía como un rodeo puritano que encubría la franca materialidad del sexo (es decir, su carácter objetivo de “al pan, pan y al vino, vino”). Brocato hablaba de “productivismo” al aludir a ciertas corrientes que, embarcadas en una supuesta “liberación sexual” de superficie, lo hacían porque el sexo mejoraría la militancia, como ciertos jabones de tocador el cutis. Con encantadora maldad, sugería que podría acuñarse la consigna: “Compañero, adquiera el hábito de fornicar. Militará con menos nerviosismo y venderá más periódicos”. A esas prácticas eróticas Brocato las bautizaba “eyaculación boba” y su versión femenina serían aquellas cabalgantes de alcoba, insatisfechas y oprimidas aunque no usaran corpiño.

Pero no se trataba sólo de una crítica cis-hétero-trotska en solfa. El Nº 5 de Praxis contenía una encuesta pionera sobre la experiencia de ser gay y militante en alguna organización política de izquierda. Era en el interior de una encuesta realizada por Gerardo Yomal y llamada “Encuesta sobre militancia y vida cotidiana” donde los entrevistados gays que militaban en partidos de izquierda testimoniaban que en la mayoría de ellos la homosexualidad era considerada un “problema de seguridad interna”. El nomadismo gay, sus nocturnidades confidenciales y el gusto por el chongo (léase lumpen) hacían que promiscuidad y delación se consideraran uno, idea que encubría crasos moralismo y homofobia.  

Persona, revista feminista editada y dirigida por María Elena Oddone, fundadora del Movimiento de Liberación Feminista (MLF).

La mar en fondos  

“Después de París, Gualeguay”, me dio ganas de decir parafraseando al coronel Mansilla, claro que él se refería al Paraguay, donde la guerra excitaba su corazón de guerrero fashion victim y adicto a dormir en barracas con olor a potro y entre muchachos -nada que ver con lo homo ya que según la curiosa apreciación de David Viñas “todo general tiene el culo cerrado”. Decía que había ido a Gualeguay a entrevistar a la escritora Emma Barradeguy para que me hablara de Salvadora Medina Onrubia, esa anarca de pelo de fuego casada con el tábano Natalio Botana y que durante un tiempo dirigió Crítica, lesbiana y espiritista. Pero Emma Barrandeguy me llevó al Club Social y allí me explicó que ella era “del gremio” y me mostró una carpeta adornada con dos gatos o gatas de moño rojo en donde guardaba su novela Habitaciones escrita con máquina eléctrica y en cursiva, una historia de amor lésbica, dos, una hétero, dos, todo un poli amor de una comunista. Un complot digital cuir la puso a punto de edición y salió por editorial Catálogos durante el año 2000. La correspondencia de Emma era abundante, muy reflexiva, un poco marca Simone de Beauvoir (cada experiencia era pasada por la razón y una conciencia crítica). Publicada la novela, la pregunta de Emma era qué iba a hacer con toda esa escritura volcada en papeles aprovechados al máximo menos por horroris vacuis que por ahorro de pobre y siempre locuaz sobre los amores de los que ella osaba decir su nombre y que sintetizaba agrupados bajo la metáfora tan societaria de “gremio”. 

Hoy gracias a su amigo Daniel González Rebolledo y por mediación de Guadalupe Maradei dentro del Programa de Memorias Políticas Feministas y Sexo-genéricas (cómo se habría reído la irreverente Ema de semejante detalle a lo lista de La vida de Brian) hay un fondo Emma Barrandeguy. ¿Y aquellas cartas de amor intercambiadas con su prima y amante de las que me habló antes de morir? ¿Habrán quedado o no? No importa: un fondo no tiene fondo, es un espacio de acogida de caja abierta, en nombre de lo que Nicolás Cuello llama “fortaleza incorruptible de formar un común como respuesta al desierto que avanza”. 

Por fin Sarita Torres puede dormir tranquila, feminista histórica de cuño oral y vino compartido, durante muchos años le tuvo miedo a las cajas que guardaba en un placard de San Telmo. Bajarlas le daba repelús, tal vez por un exceso de conciencia histórica y escrúpulos con su uso o por el temor más íntimo a que un panfleto de mimeógrafo le hiciera saltar las lágrimas por recordar la vivacidad  política y la invención de tal o cual compañera/o muertos, alguna frase chusca de su amiga “Rosa Perlongher” (“Sara Osara Adorasara”), el programa cuarteado de unas jornadas de ATEM y su resabio de pelotera trotska y orgullo insurrecto antes de que orgullo fuera palabra justamente ocupada, tanta letra de amoroso acopio. Todo a resguardo del programa y por eso durante su presentación, durante aquel julio, Sarita, sentada ante la gran mesa de los fundadores, tenía esa cara oronda y agotada como de acabar de parir. 

Y hay un fondo Sam Larson, (hindú criado en Catamarca, investigador pionero del activismo LGTB en América Latina), 32 documentos en una carpeta traída por el acopiador y donde brilla un documento clandestino de Homosexuales Unidos. Y así como el cacique Mariano Rozsas guardaba su archivo del enemigo en medio de la Pampa, Marcelo Manuel Benítez en acción boomerang fichó a los fichadores del aparato policial en un fichero donde registró las detenciones, las razias y los actos de represión a la comunidad homosexual durante la dictadura y Marcelo Ferreyra registró el crecimiento, la multiplicidad y debates de la militancia en clave digital y en su interior el de Eduardo Zenarruza a cargo de STOP RAZZIA, también fichero de fichadores; y para que la CABA no imponga su otro sentido de rango de poder -encima militar- ese fondo aloja también el de Oscar López Zenarruza, donde se cobija la trama gay jujeña.

Manifiesto Sexo y Revolución que venía con el nº 5 de Somos. Revista Postdata, del Grupo Federativo Gay.

Architesoros

La investigación es un vicio que no suele preocupar a la mayoría moral. ¿Qué puede haber de peligroso en alguien que, contando con celular última generación y notebook de manzanita mordida se va a vivir al siglo XVI para estudiar el amor a su caballo de un campesino provenzal o la historia del condón desde su fabricación con vejigas natatorias de pescado hasta el látex granulado actual?

Sin embargo no hay investigación inocente aunque haya papeles sumisos que se detengan cuando se trata de incriminar, descubrir, activar. Los ocho números de Somos (Héctor Anabitarte, Marcelo Manuel Benítez, Zelmar Acevedo, Alejandro Jockl, Néstor Latrónico, Néstor Perlongher, Rodolfo Rivas -probable seudónimo de autor desconocido-, Eduardo Todesca), los ocho de Mariel (Juan Abreu, Reinaldo Arenas, René Cifuentes, Luis de la Paz, Reinaldo García Ramos, Roberto Valero, Carlos Victoria), los dos de Sodoma (Jorge Gumier Maier, Carlos Luis, Elena Napolitano, Néstor Perlongher, Marcelo Pombo, entre otros) son celulosa proteica cuir y como la metáfora de la perlita es cansadora prefiero festejar sus ocelos, eso adornos multicolores de la cosmética animal.

En Mariel: el Final de cuento de Reinaldo Arenas del número 1 con su destacado belicoso como clara amenaza a Fidel: “Oye bien, soy yo quien he triunfado, porque he sobrevivido y sobreviviré, porque mi odio es mayor que mi nostalgia, mucho mayor, mucho mayor, y cada día se agrande más”, la Matriusca Cubensis de Carlos Franqui y un Saint John Pierse traducido por José Lezama Lima.

En Somos la increíble crónica de una razzia a cargo de la División de Orden Público en Montevideo, en casa de La 33 (70 años, vestido de raso con cola Josefina y pedrería verde, guantes de gamuza hasta el codo, casquete de lumas de faisán), que sacó el novio en la cárcel mientras el diario La escoba titulaba “71 amorales detenidos en una orgía” (año 1958), la denuncia de la represión a los homosexuales durante la dictadura de Pinochet y un réquiem con tono perlonghiano a Lola Puñales, torturada, castrada y asesinada por la policía: “Lola, tu cuerpo escarbado por las imbéciles gallinas pinochetistas, tenía una mariposa de sueños y besos, un moño de raso que no pudieron encontrar, lo sabemos. Tu mortaja es nuestra bandera”.

En Sodoma el brillante panfleto de Jorge Gumier Maier Mea lesbia, con este final: “Habrá que abandonar la pretensión de cobijar a las hermanas lesbianas en los refinados salones adamascados de los gays. Las murallas de la opresión sexual sólo pueden ser removidas paradójicamente por el ariete femenino, pues ellas son el polo positivo de la contradicción. Los gays, claro, trataremos arteramente de actuar con los que nos es dado, el ropaje del traidor encubierto en un viril caballo de troya, seduciremos -a eso nos asignan- invocando placeres mayores para los varones, infiltrados, traidores, saboteadores, distraeremos a algún guardia ciclópeo con cántigas de fraternidad en batalla para que alguna mujer pueda abrir la puerta. Pero para jugar su propio juego, por favor.”  

Todos estos papeles insumisos pueden rastrearse en el Portal Américalee sobre el que arengaba durante la presentación del programa Laura Fernández Cordero: “¿Por qué Americalee? Según parece el anarquista Severino di Giovanni decía a su amada, América Scarfó: ‘América lee, América lee…’ y de ese mandato ella tomó el nombre para una mítica editorial libertaria y ahora el CeDInCI lo expropia para su portal. Ya sé lo que están pensando las feministas redomadas que debe haber en el público… me van a decir que no deja de ser un mandato, de esos que van con el dedo índice en alto. Y, para colmo, de un hombre hacia una jovencita que lo amaba contra todas las convenciones. Dándoles la razón debo decir entonces: muchas gracias, Di Giovanni, no hacía falta, hace rato que leemos, guardamos y escribimos sin ningún permiso… y aquí estamos”. 

Para el fetichismo de archivo el papel -su olor, su tacto, su grano- tira más que una sunga de cuero, un stiletto de charol, una tetilla enhebrada por un aro y la manivela del mimeógrafo es música hipnótica como la de la flauta que hace pararse a las cobras. Por eso Nicolás Cuello se acuerda de la muestra que acompañó la inauguración del programa: “Ah, se me vino esa cosa a la cabeza que para mí significó un montón. La muestra ‘Gráficas desviadas, placeres subterráneos’ que hicimos, Lucas Morgan Disalvo , Verónica Tejeiro y yo. Fue para mí de un valor muy grande al que apostamos como grupo. Una muestra sobre fanzines de la contracultura queer punk de Argentina, que podía tocarse, leerse, y hasta ¡Fotocopiarse! Contamos con una fotocopiadora en la que las personas que asistieron podían retirar los fanzines que estaban exhibidos, formar una fila y minutos después podían llevarse una copia del material a sus casas. Eso es lo más queer que puede pasar en un archivo: abrir, desmantelar y reorganizar su propio código de identidad. En lugar de hacer de esas producciones ultra-underground objetos espectacularizados por su rareza minoritaria, comercializando su valor como pequeñas joyas queer, se apostó por multiplicarlas, por dejar que otrxs las toquen, las lean, se las apropien. Además no hay nada más placentero que haber hecho una muestra con fotocopias con materiales que justamente hablan de eso, de ir en contra de la ficción política del original, de lo correcto, de la norma, de lo natural”.

Tan de reaparecer…

Todo archivo es democrático, abierto, no desdeña lo nimio, lo que la Historia considera desautorizado en nombre del libro como única reserva simbólica seleccionada por expertos para integrar los Papeles de la Nación. Qué difícil ha sido el rescate de los papeles LGTTB, quemados por vergüenza de los familiares, abandonados en lugares que son considerados poco más que la cloaca de la casa en donde la humedad y las alimañas los volverá ilegibles, tirados a la basura por el miedo a una incipiente razia. La epidemia del sida exacerbó la destrucción como si el virus pudiera seguir activándose en algún panfleto de la Marcha del Orgullo, una carta de amor de hombre a hombre, una receta ya vencida. Un doble secreto secuestra las prácticas leader, sus tramas S/M, tan arty y tan negras. Las íntimas memorias de los desaparecidos que, nombrados siempre con el nombre de guerra o el del documento para incriminar a los culpables de su sacrificio, no alcanzaron a que sus amores disidentes se reivindicaran en los derechos humanos. ¿Dónde están los testigos, los sobrevivientes protagonistas? 

Archivo quiere decir comienzo, abrigo, domicilio. Un archivo como el programa Sexo y Revolución es menos pasado que futuro, una memoria nueva que se desea disponible para que a la historia la cuenten los que saben leer a los que la vivieron. La cita que Cordero citó al finalizar esta presentación es de Perlongher: “Tan de reaparecer en los estanques donde hubimos de hundirnos.” Sí, tan de reaparecer para flotar como Ofelias resucitadas y abrazadas a los folios que intentaron arrebatarnos para estudiar, cotejar, reinventar nuestras vidas a toda luz.

El archivo del programa Sexo y Revolución se puede consultar en americalee.cedinci.org y www.cedinci.org/programas.asp