Homicidio calificado por ensañamiento, alevosía y perpetrado por odio al género y a la orientación sexual. Es la acusación que podría llevar a Tomás Cerletti, de 23 años, a una condena de prisión perpetua. El crimen quedó marcado a fuego por la explicación que el mismo Cerletti dio a la policía. "Le clavé un cuchillazo al tipo porque me dijo qué lindo que sos. Me pegó una piña y lo clavé todo" , dijo para resumir el hecho.  

En el estremecedor video filmado por cámaras de la zona se ve una secuencia muy distinta: la Chicho camina apurada y él, desde atrás, apura el primer puntazo en la espalda. Ella se encoge de hombros, tropieza, intenta zafarse mientras Cerletti le atesta puñaladas una y otra vez. Ya en el suelo le pega patadas, en el cuerpo y en la cabeza, hasta que deja de moverse. La secuencia data de las 3.42 de la madrugada y dura poco más de un minuto, pero parecen horas. A la Chicho la encontraron agonizando ahí mismo, en 41 entre 2 y 3, y la llevaron al hospital San Martín, donde murió al día siguiente.

Para dar con Cerletti la policía siguió un rastro de sangre hasta el picaporte de su casa. Vivía con el padre, a metros de la escena del crimen. Lo encontraron lavando la ropa, intentando destruir las pruebas del delito. Constataron que tenía heridas en la palma de su mano derecha compatibles con el uso del cuchillo, y finalmente hallaron el cuchillo entre unas plantas de un vivero. Quedó detenido. Desde diciembre, cuando pericias psiquiátricas lo declararon con "un transtorno de personalidad esquizotípico", espera en una institución psiquiátrica la llegada del debate oral. En el medio hubo marchas y pedidos de justicia, pero ningún familiar de la Chicho tuvo participación en la causa.

CRIMEN DE ODIO

El fiscal de la UFI N° 6 de La Plata, Marcelo Romero, pidió la elevación a juicio por considerar que hay elementos suficientes para considerar que Cerletti es penalmente responsable del homicidio triplemente agravado. En el escrito que presentó ante la jueza de Garantías del Juzgado N° 5, Marcela Garmendia, apuntó que "valiéndose de un cuchillo infringió numerosas puñaladas en zonas vitales" del cuerpo de la víctima, Walter Chirino, “propinándole a su vez puntapiés en las mismas regiones” mientras esta se encontraba "en pleno estado de indefensión y sin posibilidad alguna de oponer resistencia, ya que yacía en la vereda en estado de inconsciencia".

Además del acta de procedimiento, las fotografías tomadas en el lugar del hecho y otros elementos de rigor, Romero ponderó el reconocimiento médico de la Chicho, que "da cuenta de la gravedad de las lesiones proferidas y de la saña y la alevosía" con las que Cerletti actuó. También las actuaciones de la policía que debió allanar de urgencia la casa del joven luego de ver que estaba intentando lavar la ropa manchada de sangre. El hallazgo del arma, el video de las cámaras de seguridad y la declaración del testigo de procedimiento que lo oyó decir la trágica frase también se encuentran entre los apartados de evidencia.

Por otro lado, Romero citó el informe preliminar de autopsia, que da cuenta de que la Chicho murió, en palabras técnicas, por un "shock hipovolémico secundario a lesión pulmonar por arma blanca". Y donde se le registraron heridas graves y penetrantes en la región dorsal, a la altura del tórax y a ambos lados de la columna. Con respecto a las pericias psiquiátricas que se le realizaron a Cerletti, la Fiscalía consideró que "no son concluyentes respecto de la total falta de culpabilidad del imputado al momento del hecho" y por eso "permiten pasar a la siguiente etapa procesal".

Si bien en un primer momento había caratulado el caso como "homicidio calificado por alevosía y ensañamiento", Garmendia sumó el agravante de odio al género y a la orientación sexual, enmarcado en el 4° inciso del artículo 80 del Código Penal. Frente al debate de un crimen que acarrea una pena de prisión perpetua, tanto la Fiscalía como la Defensoría N° 8 -que asiste a Cerletti- propusieron la modalidad de juicio por jurados. Página 12 pudo saber que la magistrada Garmendia tendrá un encuentro virtual esta semana con el imputado y los equipos técnicos para acordar la elevación a juicio bajo esos parámetros.

¿QUIÉN ERA LA CHICHO?

En Facebook usaba su nombre de varón: Walter Chirino, tal cual lo difundió la policía en el parte oficial. Pero sus amigxs le decían la Chicho. Tenía 49 años y hacía más de 11 que esperaba un trasplante de riñón, por lo que se realizaba diálisis semanalmente. No tomaba alcohol, tampoco fumaba. Vivía de dos pensiones por discapacidad, una propia y otra heredada tras la muerte de su madre. Le gustaban Madonna y Michael Jackson. Le gustaba salir de noche y de vez en cuando, volver a su pensión con compañía. "No era la primera vez", aseguró su amigo Víctor. No era la primera vez que la golpeaban en la calle. No era la primera vez que la hostigaban, que le exigían plata o la atacaban por mostrarse, por mostrarle al mundo quién era. Solo fue la última. Una muestra más de que la presencia LGBT+ en las calles todavía hoy se paga con la muerte.

Según contó su amigo, la Chicho había sido "muchas veces discriminado por los grupos LGBT porque era el 'puto feo', el que no sabían si era puto o travesti". Era marginal aún dentro del colectivo. Habitaba las noches del yire gay y marica en la zona de la Terminal, cerca de su casa, y sufría las consecuencias. "Por ahí salís bien vestido y te piropean, te quieren encarar, pero a vos no te cierra y decís 'no' entonces la empiezan a bardear. Si llamamos a la policía la respuesta es: 'Ustedes son putos, jodansé'. Y si nos defendemos, a las piñas o a los botellazos, nos llevan a nosotros por violentos. También alguna vez nos pincharon, o nos quisieron empalar", contó Víctor sobre la experiencia del yire en ese y otros barrios de la ciudad.

Después del crimen hubo versiones que señalaron a la Chicho como trabajadora sexual, e incluso sugerían que el ataque había sido un "ajuste de cuentas" por un presunto conflicto de drogas. Víctor negó ambos supuestos y tampoco en la requisitoria de Romero aparecen estas hipótesis. La Chicho estaba de yire, como tantas otras noches, en los márgenes del mercado del deseo. Expulsada por la heterosexualidad y también por el ambiente gay mainstream, a merced de la violencia patriarcal, expresando un deseo prohibido.

DEBATE ORAL

De cara al juicio, Cerletti contará a su favor con las pericias psiquiátricas (una oficial y otra de parte, que no fue dada a conocer) realizadas en el período de instrucción. La oficial determinó que padece de un "trastorno de personalidad esquizotípico", que "tuvo dificultades para comprender y dirigir sus acciones" y que todo esto "lo condiciona como un sujeto de alta peligrosidad y riesgos preferentemente para terceros, resultando necesario contemplar un abordaje terapéutico, que de per se, es de escaso valor de contención". Durante la entrevista, el joven contó que tomaba medicación psiquiátrica y que había estado internado en una institución de salud mental en La Plata. También dijo que fue víctima de maltrato escolar por parte de sus ex compañeros de secundaria y refirió que cuando tenía 17 años sufrió acoso constante por parte de un hombre homosexual al que intentó "asustar" mediante el uso de un arma blanca, en un episodio que culminó con intervención policial. Dijo que el crimen contra Walter Chirino no fue premeditado sino impulsivo, originado en el "miedo" que le tiene a la sociedad.

Los médicos lo describieron como "orientado en tiempo y espacio" y concluyeron que "presenta un cuadro psicopatológico caracterizado por un trastorno de personalidad esquizotípica" junto a "un consumo de múltiples sustancias psicoactivas con patrón de abuso", sin llegar a un cuadro "de tipo esquizofrénico ni indicadores de retraso madurativo" . Se trata de un delicado cuadro de salud mental que lo ubica al borde de la inimputabilidad, y que a todas luces requiere de un entorno profesional adecuado.

Ahora la acusación, encabezada por la fiscal de juicio Leila Aguilar, deberá probar la culpabilidad de Cerletti y determinar que comprendió la gravedad de los hechos que se le imputan. En principio lo hará sin acompañamiento de particular damnificado, ya que la Chicho no tenía relación con su familia biológica. Su hermano no le hablaba y su cuñada lo llamaba por teléfono frecuentemente; pero nadie de su entorno formó parte del proceso judicial. En los próximos días la Justicia elevará a juicio la causa, seguramente ante un tribunal compuesto por jurados populares. Doce ciudadanxs tendrán la decisión final. Darán un veredicto de culpabilidad o absolución, y en caso de condena, un juez profesional dictaminará la duración y el lugar de cumplimiento de la pena.