La palabra, según cualquier diccionario posible, no tiene otro significado que no sea el de grupo “grande” de mujeres. ¿Por qué, entonces, solo dos le pusieron Mujerío a su proyecto? Para saberlo, hay que ir por el lado del predicado libre y no de un sujeto fijo. “Nos pusimos así porque para nosotras Mujerío representa un grupo de mujeres que se reconocen la una en la otra por su condición. Mujerío es música, arte, palabra, compartir, compromiso y lucha”, define una de ellas, la pianista Mariela Pagano, a horas de mostrar el espectáculo A grito pelado, voces de mujeres latinoamericanas hoy a las 22 en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543). “Hacemos un espectáculo que propone un recorrido por las composiciones de diferentes artistas latinoamericanas”, apuntala Inés Ramos, cantora, sobre la concreción de este mujerío que se legitima en Teresa Parodi, Sara Mamani, Eladia Blázquez, Violeta Parra, Carmen Guzmán, Marta Gómez, Ana Prada, María Elena Walsh, Hilda Herrera, Elizabeth Morris, Chabuca Granda y Gloria Martin, sus versionadas. Y también en la banda que las acompañará: Martina Lafluf en batería, Marilina Witko en charango y ronroco, Soledad Venegas en flauta traversa, y Melisa Dopazo en contrabajo, más las presencias de Lilián Saba y Sara Mamani como invitadas, y de la artista plástica Daniela Casal, que resolverá dibujos mientras ocurran las músicas.

“Lo de grito pelado tiene que ver con que ya no hay nada que callar, y esta voz nos sale de las entrañas como un grito de toda esta tierra latinoamericana. En los tiempos que corren, el grito nos convoca, nos hermana y nos permite visibilizar una lucha colectiva”, se manifiesta la pianista del dúo, cuyo origen puntual fue el Día de la Mujer del pasado año. “Ambas tenemos otros grupos por separado, pero siempre existió el deseo de armar algo juntas y de expresar esta pata musical que no estábamos abordando con ningún otro proyecto”, se explaya Pagano, mientras interviene su compañera. “Así fue, porque existió una pulsión que nos excedió y a la que no podíamos hacer oídos sordos”, señala Ramos, que detecta luces y sombras durante el corto pero intenso camino. “Las luces son todo el amor recibido a la hora de presentar el espectáculo, y la satisfacción de saber que en nuestra voz están representadas miles de mujeres que tienen algo para decir y a veces les faltan espacios donde hacerlo. Las sombras: realizar Mujerío como artistas independientes, sosteniendo la autogestión, que tanto cuesta”. El repertorio del dúo incluye, entre otras, piezas como “Los ejecutivos”, de María Elena Walsh, en clave jazzera, satírica y lúdica; “Huaynito del olvido”, de Mamani que, según ambas, las envuelve y conecta con el pulso de la tierra. Y “Mujer”, de Gloria Martin. “Es un aire de son latinoamericano que vive en los tumbados y nos ofrece una poética que describe esa conducta patriarcal que tanto oprime a las mujeres, a la vez que origina un grito de lucha y unión”, cierran ambas.