Defense Distributed (DD) es una empresa con un camino de al menos siete años en la creación de “armas fantasmas”. Esto es armas creadas por usuarios y sin número de serie. En 2013 el presidente de DD, Cody Wilson, publicó los planos de la Liberator, la primera pistola impresa casi en su totalidad (al 99%) en una impresora 3D. Un arma rudimentaria, con más elementos en común con un pistolón que con una pistola o un revólver, y que sin embargo fue el puntapié inicial para que el movimiento despegue.

Así DD pasó a constituirse, durante un tiempo, en un actor fundamental de la escena y construyó un incipiente negocio basado en dibujar planos digitales de cada arma y compartirlos en internet. Así este movimiento se ganó el mote de wiki weapons en referencia a la similaridad con la famosa enciclopedia libre.

Pese a los avances conseguidos, varias partes cruciales de armas seguían siendo necesarias en aluminio, dado que los polímeros de las impresoras eran insuficientes para soportar la fuerza que generaba un disparo. Para sortear este obstáculo, DD sacó su propio hardware: un CNC (una especie de torno computarizado) muy pequeño que permite crear las piezas clave desde la comodidad de la casa.

Con todo esto Cody Wilson, individualista radical (¿anarco-capitalista, cripto-anarquista?), llamó la atención del gobierno de Estados Unidos. Lo que sumergió a DD en una serie de litigaciones contra el Departamento de Estado, en primer lugar, y luego contra el estado de Washington.

En 2018, además, Wilson fue encontrado culpable de haberle ofrecido 500 dólares para tener sexo a una chica de 16 años que conoció en el sitio web Sugar Daddy Meet. Mientras que el fundador de DD sostuvo que todo la causa estaba armada por el gobierno federal, la justicia estadounidense lo encontró culpable y lo sentenció a siete años de trabajo comunitario y una multa de 1,2 millones de dólares.


La bala que esquivaba estados

Pero la comunidad de impresión tridimensional de armas siguió creciendo y tomó un camino separado del de Wilson y su compañía. Ctrl+Pew es una de las cuentas de Twitter más activas de este ramo, y bajo el lema Deterrence Dispensed (algo así como “dispensario de disuasión“) muestra los avances de la comunidad, entre ellos la impresión total de una pistola Glock.

Si bien la mayor parte de la pistola puede ser impresa, según la información disponible es necesario agregar unos 400 dólares en partes no imprimibles para tener el arma completa y funcional. Como sostienen desde la cuenta, la principal ventaja no es el precio sino el hecho de tener un arma que esquivó todos los conductos burocráticos del estado.

No es casual que muchos de los usuarios de la comunidad de armas impresas también sean entusiastas de las criptomonedas. Ambas tecnologías comparten raíces filosóficas como la descentralización. En cierta medida Bitcoin puede considerarse un desafío abierto al monopolio del estado en la creación del dinero. La impresión de armamento también es una afrenta directa contra el estado, dado que los usuarios pueden tener un arma completamente funcional sin que el gobierno lo sepa.

El principal argumento de la comunidad de impresores es que cualquier tipo de prohibición genera a la vez un mercado negro y que los criminales, tarde o temprano, encuentran la forma de acceder a un arma. Mientras que la respuesta por parte de diferentes estados fue la política de desarme, los cripto-anarquistas prefieren responder escalando la situación: este movimiento no tiene jefes, ni dueños, ni regulación. A lo sumo podemos encontrar miembros más activos en una comunidad cuya vitalidad está determinada por la fortaleza de la conexión entre los nodos.

La tendencia a una individual radical va en aumento, y para estas comunidades todo –menos la propiedad privada– está puesto en cuestión. Mientras tanto, la tecnología crea nuevas realidades políticas. ¿O la política crea nuevos usos de la tecnología?