Con frecuencia se trazan paralelismos entre los derroteros personales e ideológicos de Rodolfo Walsh y Héctor Germán Oesterheld. Tanto el periodista como el guionista de historietas tuvieron una juventud refractaria al peronismo, un progresivo contacto con las inquietudes del campo popular y un eventual acercamiento al peronismo de izquierda que los llevó a militar de modo orgánico en la agrupación Montoneros, donde desempeñaron tareas de inteligencia y comunicación, aunque Walsh tenía cierto rango jerárquico y Oesterheld, pese a su fama como historietista, no era más que un militante de base. Ambos sufrieron un destino muy parecido: su secuestro y desaparición. El final de Walsh es mejor conocido: fue malherido y secuestrado en la esquina porteña de las avenidas San Juan y Entre Ríos, para morir –los testimonios discrepan– en el trayecto a su lugar de detención, o allí mismo. Oesterheld, en tanto, fue secuestrado por la dictadura, pero sobre su final sólo hay hipótesis. Se cuenta, por ejemplo, que sus captores lo obligaron a guionar una historieta sobre la figura de San Martín, pero no hay certezas.

Curiosamente, aunque conocían el trabajo del otro, no se llegaron a tratar. Hay testimonios –como cuenta Hugo Montero en la biografía de Oesterheld que publicó a través de la editorial Sudestada—, que dan cuenta de las coincidencias ideológicas entre ambos, de críticas compartidas hacia la conducción nacional de Montoneros y de halagos del guionista hacia el periodista.

Ambos se convirtieron en símbolos de sus respectivos campos. El periodismo dedicó innumerables líneas a reseñar, debatir y contar la figura del guionista de El eternauta. Curiosamente, la historieta apenas hizo lo mismo con el autor de Operación Masacre. Hasta 2015 había apenas un antecedente: unas páginas que adaptaban un pasaje de ese hito fundamental de la literatura periodística argentina al lenguaje de las viñetas. Y las páginas eran de Francisco Solano López, el histórico compañero de Oesterheld para la concreción de El Eternauta. En 2015 la revista Maten al mensajero (un pequeño lujo literario-comiquero) serializó una biografía de Walsh escrita y dibujada por Gonzalo Penas y Cristian Jorge (CJ) Camba. El trabajo de la dupla se recopiló en libro el año pasado y la efeméride del último golpe cívico militar que asoló al país amerita traerlo a la memoria.

En RW - Rodolfo Walsh en historietas, la dupla se apoya en media docena de momentos cruciales de la vida del periodista y los narra de modo tal que construye una imagen global del sujeto, que permite acercarse a la evolución de su pensamiento y pone en contexto cada momento que lo lleva a sus instantes finales. La versión en libro, además, incluye un apéndice que al propio Walsh hubiese gustado, donde ancla cada capítulo con algunos datos concretos.

“Intercambiábamos materiales, íbamos opinando qué había que contar, qué dejar afuera, cómo abordarlo, compartíamos documentos, yo dibujaba y volvíamos a trabajar sobre eso, ajustábamos los textos”, recuerda Camba sobre el proceso de trabajo. Con Penas, cuenta, se juntaron a instancias del editor de la revista Santiago Khan, que buscaba material para la publicación y le interesaba incluir alguna historieta de corte político/documental. “Gonzalo viene más del palo de la literatura, pero por formación académica y política tiene mucho interés en la figura de Walsh”, comenta el dibujante.

Camba, sin embargo, confiesa que su acercamiento a Walsh no venía de su figura como actor social sino por la potencia de su obra. “Si bien sabía quién había sido, no era tan profundo mi conocimiento, lo fui descubriendo o redescubriendo cuando empecé a hacer este laburo y ahora su figura me cautiva”, reconoce al tiempo que destaca el impacto que tuvo Operación Masacre en sus ganas de subirse al proyecto. “Pensé en trabajarlo en historieta, aunque Solano López ya lo había hecho, sobre todo con el fusilamiento”, explica. “Pero el texto me sugería imágenes, que era algo que él particularmente tenía cuando escribía, Walsh tenía la habilidad de transmitirte imágenes muy concretas y muy vívidas”.

Profundizar en la figura de Walsh conmovió mucho a Camba, como le ocurrió a muchos otros jòvenes. “Te impacta mucho su compromiso, sobre todo cuando empezás a ver que, por ejemplo, tenés 34 años y que él hizo toda la investigación de Operación masacre alrededor de sus 30”, destaca. “Impacta pensar que vivimos realidades tan distintas, a sus 30 él andaba por la calle de incógnito, jugándose el pellejo en una época muy jodida para investigar esos asuntos”, advierte. “También impacta ver una figura que uno admira tanto por su producción artística y periodística, y descubrir cómo el tipo da pasos para adelante, para atrás, trata de armarse: no era alguien súper seguro de sí mismo, sino que era un poco inseguro para publicar, daba muchas vueltas para presentar sus textos”. Esa dimensión humana vuelve a Walsh mucho más admirable. Era, en definitiva, un ser humano que decidió hacer algo con su tiempo. Prácticamente la definición de héroe que proponía Oesterheld. Así las cosas, la aparición de una historieta que lo visite y lo homenajee es un tardío, pero merecido reconocimiento a su invalorable figura.