Los habitantes del Estado Plurinacional de Bolivia, bajo un régimen de facto, enfrentan el doble problema del avance de la pandemia del coronavirus y un sistema de salud débil, que se está viendo colapsado. En la frontera esos males se exacerban. En esa zona sus pobladores están acostumbrados a límites internacionales difusos, que permiten transitar de un lado y otro por la extensa frontera seca. Y hasta es habitual que muchos tengan las dos nacionalidades, o que sus familias estén repartidas de un lado y otro. En ese contexto, se decretó el cierre del paso internacional que une a Profesor Salvador Mazza, de lado argentino, con San José de Pocitos y Yacuiba, del lado boliviano, y se reforzaron los controles. Salta/12 consultó a dos especialistas sociales sobre esta particularidad. 

"El control de la frontera es fundamental si no queremos que se expandan los contagios. Pero es también un problema humanitario terrible”, dijo Sonia Álvarez Leguizamón, doctora en antropología.

“Es obvio que la gente busque que ‘alguien me trate para no morir’”. En la frontera argentino-boliviana el tránsito de ciudadanos de aquel país buscando atención de salud es histórico, dada la precariedad del sistema de salud boliviano. Sin embargo, no hay estudios que indiquen cómo incide esa demanda en el sistema de salud pública argentino, o salteño y jujeño, y el único que hizo una aproximación en Jujuy, se dio con que menos del 2% de los atendidos en esa provincia son de nacionalidad boliviana. Alvarez Leguizamón estimó que las políticas sanitarias provinciales y federales no advirtieron que “el virus podía pasar caminando por acá”.

“A mí lo que me da miedo y me aterra es la ineficiencia de las políticas provinciales para proveer recursos en los focos posibles de contagio y la falta de políticas públicas federales para proveer de los recursos médicos necesarios en esta zona”, añadió. Entendió que, si bien es necesario el control de las fronteras por parte de las fuerzas de seguridad y específicamente de Gendarmería, es preciso también equipar a las instituciones sanitarias para abordar la pandemia.

En medio de esta falta de planificación sanitaria y de recursos en zonas ya vulnerables históricamente, “los pobres que son víctimas antes de tener la Covid, son vistos como los culpables, como el caso de los trabajadores golondrinas. Hay un pensamiento deshumano, que convierte en victimarios a las víctimas. No se analiza toda la complejidad”.

La circulación contínua de bienes “que no son necesariamente el narcotráfico”, también es un tema a analizar, como la hoja de coca o la ropa usada, pues “parecería que los únicos que hacen el comercio” son los trabajadores de la frontera, también mal llamados bagayeros. Pero se debe entender, opinó Alvarez Leguizamón, que “hay gente que les paga por pasar” la mercadería y hacen este trabajo por necesidad. “Un ejemplo al revés de lo que pasa ahora fue en el 2001. Pasé la frontera terrestre de La Quiaca (en Jujuy). Cuando entramos por tierra de nuevo vimos una cola impresionante de gente con bolsas de harina, y era tan doloroso ver argentinos con la mercadería en sus espaldas tratando de entrar a Bolivia. Averigüé que sucedía, y contestaron que los grandes vendedores de harina podían venderla más caro a Bolivia”, relató.

“El tránsito en la frontera es histórico”, continuó al seguir con una mirada sobre la situación de la salud, que “es el tema más delicado desde las políticas públicas”. “Nunca tuvo Bolivia una salud pública con una cobertura y calidad como la nuestra. Pese a que (el presidente destituido por el golpe de Estado) Evo (Morales), intentó modificarlo pero no lo logró. La salud pública que tienen es paga y son prestaciones muy limitadas”, recordó. Ahora a esa situación se suma que “este golpe de Estado no hizo nada para mejorar los servicios de salud pública”. En cambio, “nosotros por suerte, pese a las políticas neoliberales, tenemos un sistema de salud pública relativamente sólido”, dijo.

Alvarez Leguizamón agregó que en esta situación “lo más doloroso es que el racismo y la xenofobia que ya existían se potencian”. Este acontecimiento, la pandemia, “descarna las situaciones de desigualdad estructurales de larga data como, la discriminación, y la xenofobia. La discriminación de argentinos a bolivianos es histórica”, afirmó. Pero en una época en donde “se juega la vida y la muerte”, ese racismo “se potencia mucho más. La gente está racista e intolerante y no piensa en el problema humanitario”.

Medidas inaceptables

“Si bien creo que vivimos tiempos excepcionales en términos de lo impensado e imprevisto de las situaciones que nos toca vivir, el miedo y la incertidumbre que provoca la pandemia naturalizan medidas que si se reflexiona un poco, son claramente inaceptables”, dijo por su parte Estela Vázquez, quien tiene una maestría en Ciencias Sociales.

Vázquez entendió que las fronteras con Bolivia y Paraguay suelen ser lugares en donde el límite “es difuso”, dado que por fuera de los pasos formales entre ambos países esa movilidad es intensa. “El cierre de los pasos fronterizos es relativo, más aceptable o aceptado en habitantes alejados que en los ciudadanos de los propios lugares”, detalló.

“En este contexto creo que debe pensarse la tragedia que sufre el hermano país boliviano por el coronavirus. ¿Cómo de pronto cerrar, reforzar, cortar esos lazos sociales en sentido amplio, que incluyen relaciones familiares, amistosas, económicas, culturales, y que de alguna forma ya están interrumpidas por el aislamiento obligatorio? El camino elegido por gobierno de la provincia fue pedir al Gobierno nacional la intervención del Ejército para controlar los pasos fronterizos, que tienen siempre presencia de la Gendarmería. También se destinó a fuerzas policiales a la frontera. En las noticias periodísticas locales parecen sumarse Ejército, Gendarmería, Policía, helicópteros, perros… toda la parafernalia de guerra para evitar que los infectados que están del otro lado pasen el límite… En la lógica de guerra, los enemigos a contener son los infectados del ‘otro’ lado”, reflexionó.

Vázquez entendió que es preciso responder a un “grave problema sanitario con medidas sanitarias”. “¿Por qué se envía el Ejército, la Gendarmería y la Policía a cuidar la frontera? Es porque se convierte en enemigo al enfermo que quiere cruzar la frontera. Existe un deslizamiento del virus que provoca la enfermedad, al que hay que destruir, al enfermo atacado por el virus. Esto es enormemente peligroso socialmente, en tanto actualiza y permite que aflore la enorme carga discriminatoria que está presente en la sociedad argentina en general y salteña en particular, aunque poco reconocida. El racismo, y toda clase de prejuicios por la condición social, económica, de género, etcétera, se canalizan por estas formas indirectas de marcar a los 'otros', de señalarlos, de separarlos”, analizó.

“Si se enviaran médico/as, enfermero/as, tests para detectar el virus, respiradores, se incrementaran camas, lugares de aislamiento, el control se ejercería sobre el virus…camino que considero más justo y razonable para nuestra sociedad”, concluyó.