Un coro le da voz al glorioso subsuelo de los años 80: Mosquito Sancineto, Victor Anakarato, el recientemente fallecido Mario Filgueiras, Verónica Llinás, Fernando Noy, entre otros. Nombres bordados con neón y lentejuela sobre el paño del under porteño, acompañan a Willy Lemos durante los primeros tramos del documental que él mismo protagoniza. Este trabajo, que se llama Bernarda es la patria y tardó cinco años en gestarse, se estrenará finalmente el 9 de julio por Cine.Ar. La dirección es de Diego Schipani y comparte producción y guión con Albertina Carri. Cuenta Willy: “Hace poco, en un cumpleaños, Albertina se me acercó y me dijo: yo no conocía tu historia ni tu trabajo y mientras edito te veo todos los días y cada vez te amo más y te agradezco lo que hiciste por todes nosotres. Con su ingreso cambió el nombre de la película a partir de una sugerencia de Noy. Y también el rumbo. Ahora se llama Bernarda es la patria, en alusión al personaje de Lorca que interpreté”.

¿Cómo te llegó la propuesta?

Diego me comentó que quería hacer un documental sobre transformismo, desde los 80 hasta hoy. Inmediatamente me llegó una cascada de recuerdos. Quería bailar sobre las olas del mar como un delfín porque tenía tanto para contar, era buena parte de mi vida y de mi trayectoria, que en mi caso es lo mismo. Se me ocurrió proponerle filmar en el living de casa y citar a Marito Filgueiras, a quien hacía 20 años que no veía, y a Víctor Anakaratto. Tres actores que comenzaron sus carreras haciendo transformismo en la misma época: intuí que sería muy jugoso el encuentro y así fue. Más tarde el documental pasó a centrarse en mí.

Pero, ¿te considerás transformista?

En realidad no. Y Diego también me lo dijo, por eso creo que Albertina dijo “la película es Willy”, porque observó la diferencia. Nunca hice imitaciones de Valeria Lynch en los boliches gays, ni fonomímicas. Yo compongo mujeres. Susú Pecoraro en la filmación de Tacos altos me dijo: lográs que la señora de barrio llore porque matan a la travesti. 

¡Qué horror que hubiera una época en que llorar por una muerte travesti fuera algo extraño!

Así es. En ese momento yo tampoco estaba haciendo el papel del homosexual, que "¡ay! son divinos, tiene la casa como una reina, son las mejores amigas porque no te traicionan ni te tienen envidia, son mejores que no sé porque son lo social aceptado". Yo componía una travesti desde el alma.

¿Eras conciente en esos momentos de lo que estabas haciendo contra el clisé de las representaciones de los cuerpos que están por fuera de el señor y la señora?

Siempre había un lugar de soledad en mi lucha. Pero lo que quería mostrar con mi trabajo era mi vida. Una amiga me dice “¡Ay! cuando vi esa parte de la película donde aparecen esas fotos de Paladium pensé que vos no tenés lo de algunas drag que a veces dan miedo”. Yo creo que si alguien te da miedo en parte es porque tiene que defenderse de tanta violencia. Pero es cierto, no es lo que yo transmitía. Hay una foto en la que estoy desnuda con nada más que un guante negro, los taquitos y la boca pintada y los brazos hacia arriba y se ve que no tengo tetas. Llevo puesta una bombachita negra.

En la película, no es solo tu faceta profesional lo que se desnuda… También se desnuda el maltrato y el espíritu conservador del medio...

Hay escenas en que me están maquillando y hablo de lo íntimo.  Y te contesto esto con la piel de gallina porque sé que esta es una nota con Soy y no voy a sufrir la falta de respeto de otros periodistas que vienen a preguntarme por ejemplo: ¿Qué pensás de Florencia de la V? Y Yo pensaba... "nada". Porque me enamoré de Cris Miró y le llevaba ramitos de violetas. Y me enamoro de Susi Shock. Amo a Camila Sosa Villada y a Salomé Wochokolosky. O sea, a la gente que es diferente y abre caminos, porque esa ha sido mi militancia siempre. Otro tipo de gente conocí, claro. En Alta comedia, que era un ciclo de unitarios prestigioso, el director no me dirigía la palabra. Igual que Juan Darthés, que me veía en el camarín durante todo un rodaje y daba vuelta la cara. No sabés las cosas feas que me pasaron porque les generaba cosas fuertes a los hombres porque era bonita y parecía realmente una mujer. Trabajé de sirvienta con Francella y me ofreció que hiciera de la marica mala, porque decía que los maricones son todos malos. A mí me parecía un horror y no acepté. En cambio, hice Primicias en el año 2000, como pareja de Carnaghi con quien compartimos escenas maravillosas. Y si ves La Bailanta te darás cuenta que me adelanté a El juego de las lágrimas.

¿Te resultó fácil adaptarte al formato documental?

Al no haber un guión es difícil. En los documentales no hay guiones a la manera clásica, me decía Diego. La idea de Albertina era hacer una obra adentro del documental que también fuera documental, porque fue sin ensayo. Hay partes que se muestran como de ensayo que no lo son, como si fueran una prueba. Cuando entramos a filmar al Margarita Xirgu para mí fue conmovedor porque es donde empezó mi carrera. Tengo sesenta y tres y en el ’79 trabajé con Miguelito Fernandez haciendo Hair, muchos años después hicimos Besos de neón...

En Hair hacían los dos de varón…

¡Sí! Para esa época yo ya había vivido con la Markova, que era la más grande maestra de todas nosotras y con quien tuve una historia. Ella manejó ese lugar que se llamó el Moroco del que era la madrina, por ella conocí yo a Divina Gloria. Cuando le tocabas el portero te decía: brillantes y rubíes, y si no le contestabas ¡Esmeralda! no te abría. Cuando yo tenía quince años y me fui de casa, le pedí a Patricia, la primera novia de Spinetta, que hiciéramos fotos para la ropa de Madame Fru fru. Y en la Botica del Ángel, en el año 70 hicimos juntas un espectáculo que se llamó La ninfa encantada. Los dos éramos menores de edad y ya nos drogábamos con ácidos. Mi vida fue muy loca. Yo viví en la calle y dormía en la estación Borges.

¿Sentís que Bernarda es la patria, te refleja?

Creo que está muy bien, sí, fue hecho con gran respeto. Si algo une todas estas épocas en mí es que nunca fui un hombre, nunca me sentí así… Ayer tuve una charla muy fuerte con mi analista que me dijo, y me quedé mudo después de tantos años de terapia: "Vos cuando sos mujer te defendés mejor en la vida y te pasan mejores cosas." Creo que es esa mi clave, el nudo de mi esencia, o sea, no terminar de poder saber quién realmente soy. Es mucho más allá de si soy tal cosa o tal otra, yo siento que tengo dos ovarios en el escroto donde los hombres guardan sus huevos para sentirse machos. Y aunque no pude tener hijos, y es ese gran dolor que tengo, he vivido amamantado sin tetas a hijes, nietes, sobrines, sobrines nietes que me han llenado el alma de amor. Tuve grandes amores lesbianas, travestis, desde mis mujeres tuve amores con hombres heterosexuales, mujeres heterosexuales que jamás tendrán una experiencia de tipo homosexual la tuvieron conmigo. Entender eso es lo extraño, lo diferente y ahora siento que estoy en el momento más alto de sabiduría que te dan los años. Preparade para una nueva relación que seguramente será la última, esperándola con todo eso que aprendí, para irme merecidamente en compañía del amor.