“Perdón que tardé un poco, pero me hice un tecito. ¿Cómo andamos?”, saluda Dante Spinetta y muestra un tazón que, a través del prisma cavernoso de la videollamada, parece blanco. “Te levanta, es sanito, sino uno está comiendo boludeces todo el tiempo”, indica mientras el vapor del té verde con jazmín le sube en forma de espiral hacia la cara.

Casualmente o no, su actualidad se entrelaza con la comida y también con el encierro. A tres años de la salida de Puñal, su último disco solista, y a dos de la separación definitiva de Illya Kuryaki and the Valderramas, hace dos semanas terminó de liberar en todas las plataformas Niguiri Sessions, un registro en vivo de ocho temas grabados en febrero junto a su banda, dentro del sushi bar del que es habitué: Nare, en el Bajo Belgrano, enclave de la cosmología spinetteana.

El sexteto se apiñó entre azulejos y mostradores, al mismo tiempo que Federico, dueño y sushiman, preparaba platos. El resto del equipo documentó: Niko Sedano maximizó el juego de dos cámaras, Néstor Stazzoni dispuso mics y perillas. Más tarde, Zaga Herrera y Mariano López se ocuparon de mezcla y masterización, respectivamente. ¿El resultado? La consolidación de un nuevo estado de ánimo, con un signo más funky, sin renunciar a los matices. Como el leve giro bossa nova que, con Julieta Rada como cantante invitada, se le imprimió a Olvídalo.

 

Para mí las cosas cambiaron un poco en diciembre, cuando toqué en Niceto Club. Hubo un punto de conexión con la banda y la gente, quisimos plasmar esa sensación. Desde ese punto creo que voy a construir lo nuevo, sacarle realmente el jugo a mi potencial”, observa el cantante y guitarrista de 43 años. “Recién hace dos años separamos Kuryaki, y fue recomenzar con un disco que tenía una carga emocional muy fuerte, recomponerme de amores, desamores, esto y lo otro. Ahora estoy elevado de nuevo. Puedo atajar; sí, atajo bien. Pero poneme de delantero, que también voy ahí.”

¿Cómo lograron un sonido tan limpio en un espacio tan poco ortodoxo?

 --Arranca todo en la performance de la banda, pero fueron clave los instrumentos que usamos y cómo estaba afinada la batería. Néstor, que es un genio, llevó unos micrófonos re pro. No hubo regrabaciones en estudio, tocamos cada tema unas tres veces para que las cámaras tuvieran más tomas, pero de audio elegimos una sola para cada canción. Hubiese sido imposible pinchar, estábamos todos tan pegaditos que la batería se metía por todos lados. Está buenísimo, porque se generó algo real. Hay algunos pifies, alguna estirada en la que no termino de llegar, pero es así.

¿Por qué asociaste esta música, o este momento de tu carrera, con el sushi?

--Al principio pensé en hacerlo en una tintorería, creí que con toda la ropa colgando iba a sonar muy bien. Me imaginaba que estuvieran planchando mientras tocábamos, pero se iba a meter mucho el ruido de la plancha en los micrófonos. Un día estaba comiendo con unos amigos en este sushi bar, que tiene una vibra especial y es una locura, y dije: “Boludo, hay que hacerlo acá”. Fede, que es el sushiman y dueño, se recopó.

 

¿Y a partir de ahí?

--Esa semana fueron mi asistente, el jefe de escenario y el sonidista y vieron si se podía hacer, teniendo en cuenta que había que meter toda la banda, los sistemas para grabar y las cámaras en un lugar muy chico. Estábamos buscando un vibe especial. A Niguiri se le puede encontrar el concepto: ese sushi es tradicional, es un lugar en el que la comida está hecha con súper arte. Es muy grosso cómo se come ahí, te hace bien al alma. Comer bien es una de las cosas que más me gustan en la vida. Un sushi grosso, un asado grosso, un plato de fideos como corresponde… comer algo que te vuele la cabeza es como escuchar una buena canción, te levanta el alma.

¿Cómo se armó el repertorio?

--Quise hacer lo que más me cebaba ahora en vivo, son canciones que estamos tocando. Incluso la última, Funk Warrior, es una especie de zapada que hacemos en todos los shows y siempre es diferente, puede durar desde 2 minutos hasta 15. A la letra la improvisé en el momento, y siempre canto cualquier cosa en inglés. Sin quererlo, toqué temas de todos los discos. Igualmente, nada es casualidad, son cosas que tienen que pasar.

¿Cómo te sentís como músico en este contexto de aislamiento?

--No poder tocar en vivo es un golpe anímico muy grosso. Hay algo del encuentro con la gente que genera una energía. Y más allá de los que están arriba del escenario, muchísimas familias viven de trabajar en la música: los que arman el escenario, los del catering, sonidistas, asistentes. Se están haciendo shows con entradas online, al menos para poner la máquina en funcionamiento, pero es duro el momento. Por otro lado hay una energía generada por la muerte rondando, pero también estamos conectados de otra manera. Le empezamos a poner más el ojo a cosas como el clasismo, el racismo, cosas ridículas que tienen que cambiar. Se vio lo de George Floyd y terminamos acá denunciando en todo el país lo que había pasado en el Chaco, con la familia qom golpeada por la policía. Estamos más sensibles, con necesidad de un cambio profundo, y la música también se va a ver afectada por todo eso.

 

¿Y en lo personal, a nivel compositivo?

--Estar tanto tiempo conmigo me hizo sentir lo frágil que es todo. Cuando arrancó esto estaba empezando a grabar un álbum. Hace tres meses estábamos en una totalmente diferente, y ahora tenemos un counter de muertes y contagiados. No podemos salir ni vernos. Lo bueno es que también me hizo cuestionarme ciertas decisiones, o qué voy a hacer con mi tiempo cuando tenga la oportunidad de ir al estudio. Voy a tratar de hacer el mejor disco posible, con todo lo que pueda. Porque un día estás y un día no. Así de simple. Me cambió la idea del disco que iba a hacer. Ahora lo voy a encarar desde otro lado, mucho más conectado.

¿Cómo se va a plasmar esa conexión?

--En la energía. Hace 30 años que hago música, y hay momentos en la vida: momentos en los que estás más enchufado y otros en los que quizá no tanto, o sentís que sí, pero después te das cuenta de que realmente volviste a conectar con ese wifi de la gloria. Ahora estoy con esa sensación de que me conecté, de que va a ser lo mejor que haya hecho. Lo voy a hacer con ese amor, con esa entrega, con el compromiso de darle duro hasta llegar a lo que quiero. Me chupan un huevo las views y la cantidad de followers, vamos por hacer algo que flote, que pase el tiempo y esté bueno.

¿Vas a hacer hincapié en algún género?

--Bueno, va a seguir siendo mestizo, porque es lo que soy y no puedo escaparle. Ya desde Chaco plantamos esa bandera con canciones como Abarajame, Hermoza from Heaven o Remisero en un mismo disco. Ya ahí entendí que eso tenía que ver con cómo crecí: con Spinetta y Páez, pero también con 2Pac. Es la que me tocó, qué voy a hacer. Me gusta la música en general, no la veo tanto en función de estilos. Puedo decir que el disco va a ser más funkero, porque con la banda conectamos con eso.

#QuedateEnCasa como Dante, que calma la manija de tocar ideando su próximo disco | Foto: Cecilia Salas

Siempre estuviste ligado al hip hop, y el año pasado grabaste con Duki y Neo Pistea. ¿Cómo vivís la explosión local del rap y el trap?

--Me parece algo lógico y muy bueno: Argentina es una de las potencias de la música urbana mundial. Pasaron 30 años desde Fabrico cuero, y es re grosso ver este nivel ahora. Duki, Neo, Ca7riel y Paco Amoroso, Cazzu, Wos, FLU OS, Nathy Peluso… hay un montón de artistas que están flasheando sin límites. Conecté con esta nueva generación porque me gusta lo que hacen, pero también porque no tienen miedo. En otro momento el rapero era muy rapero, no se iba a mezclar con nadie. Ahora es música, podemos mezclar y hacer cosas que estén buenas. Estábamos en la casa de Neo por su cumple y él estaba escuchando Soda y Gardel, hablábamos de música.

¿Tiene que ver con tu historia?

--Yo mismo conviví con eso: con ser rockero, flashero, funkero y rapero. Hay gente que no puede mezclarse. El prejuicio de la vieja escuela desaparece un poco con la nueva, y me gusta. Pibes que fluyen y escuchan. Por más que hoy esté más ligado al funk, el rap va a ser siempre parte de mi estructura ósea musical. El sonido mestizo: para mí siempre fue así.