El Ministerio de Salud realizó este viernes la última jornada de testeos serológicos que, después de pasar por las estaciones de Retiro y Constitución, cierra este tercer ciclo en la estación de Once. “Es una herramienta más que suma a la hora de tomar decisiones”, señaló a Página/12 Santiago Torales, coordinador de Investigación Epidemiológica del Ministerio nacional de Salud. Este tercer ciclo presentó una diferencia respecto de las primeras etapas, que se llevaron a cabo a fines de abril y de mayo en las mismas estaciones de tren, ya que fueron 26 las personas que dieron positivo, casi el doble de las etapas anteriores. En total, serían 14 de Constitución, 1 de Retiro y 11 de Once.

El operativo, que lleva a cabo la cartera de Salud junto al Ministerio de Transporte y al de Seguridad, tiene como objetivo estudiar la circulación del coronavirus, con hincapié en las personas que utilizan los medios de transporte públicos, para establecer el porcentaje de población que pudo generar anticuerpos contra el virus. En la estación Once se hicieron otros dos testeos, el primero, el 30 de abril, donde se testearon 424 personas de las cuales 7 dieron positivo, y el segundo, el 27 de mayo, donde no hubo ningún positivo a pesar de los 390 test que se realizaron.

"El panorama es amplio y es impredecible”, afirmó Torales, y explicó que “la idea no es hacer una prueba por barrio, sino testear a aquellas personas que circulan en el transporte público, porque son los más expuestos”. En este sentido, los resultados que arroja el testeo serológico hacen referencia a lo que sucedió hace 20 días o más, ya que detecta solamente la presencia de anticuerpos, a diferencia del análisis PCR que confirma la presencia del virus en el cuerpo.

Cuando un resultado da positivo, los agentes le informan a la persona sobre la donación de plasma, sin embargo, para concretarla, el primer paso es un análisis de sangre donde se estudia la cantidad de anticuerpos, que es el parámetro que determina si la persona puede donar. “Al aumentar el número de contagios en las últimas semanas, era prudente volver a testear”, explicó Torales, y afirmó que “se va a continuar en cuanto veamos que la situación epidemiológica lo amerite”.

El puesto sanitario desplegado en la estación Once, donde llega el Ferrocarril Sarmiento, tiene dos salas de espera: una adelante, donde los pacientes reciben una planilla con información y un código, y otra atrás, llena de expectativa, donde, con el código de la planilla, las personas esperan los resultados. Las sillas blancas que se acomodan a un metro de distancia también sirven para separar la fila, donde las personas esperan su turno para entrar al puesto.

“Lo más importante es detectar personas que potencialmente puedan ser donantes de plasma”, explicó Carlos, uno de los agentes que trabajan en el operativo. Vestido con un ambo azul y una campera, espera a los pasajeros al final del andén, cerca de los molinetes, para invitarlos a hacerse el testeo. “La idea es que no se repita lo que pasó en Constitución, que la gente rompía la cuarentena para venir a testearse”, señaló Carlos y saludó a una mujer que, recién llegada a la estación, le preguntó por el operativo. “Si te da positivo quiere decir que el censor que tiene tu cuerpo reconoció que había algo malo y puso en alerta las defensas para atacarlo”, le explicó, con sus palabras, a la mujer que de inmediato se incorporó a la fila.

“Me emociona que se haga esto porque hay gente que necesita de la donación de los que ya se curaron”, señaló María, trabajadora de un local de artículos de limpieza, y agregó que “es importante saber hasta dónde llega el virus y evitar que avance”. Como muchas de las personas que esperan los resultados, María se toma el tren para llegar al trabajo. Ella vive en Flores, a dos estaciones de Once. “Veo que las personas están más conscientes, que ya nos acostumbramos al distanciamiento y a desinfectar todo cada vez que llegamos a casa”, relató. Su testeo dio negativo, y aunque le hubiera gustado poder ayudar, el resultado la dejó tranquila. Lo mismo le pasó a Verónica, que trabaja en una oficina de venta online pero su novio es enfermero en un hospital público de la Ciudad. “Tenía miedo porque él está en contacto con todo tipo de pacientes, incluso a veces atiende a trece personas a la vez”, relató la mujer y aclaró que “lo que me da miedo es que es algo desconocido, algo que no lo vemos y no sabemos quién puede tenerlo”.

Adentro del puesto hay tres boxes donde los agentes entregan el resultado a cada paciente. Yanina es enfermera y estuvo en las etapas anteriores del operativo. “En Retiro fue más complejo, las personas no se acercaban al puesto, tuvimos que salir a buscar voluntarios pero las personas estaban apuradas, no querían testearse”, relató Yanina y aclaró que “en Constitución, en cambio, siempre hubo más interés”.

Cerca de las once de la mañana, veinte personas esperan para entrar al puesto de testeos. Hay trabajadores de limpieza de la estación, con los ya habituales mamelucos blancos sobre los que llevan un chaleco fluorescente, personal de salud con ambos de diferentes colores, y otras personas que se acercan por recomendación de los agentes o por voluntad propia. Karina y Nancy trabajan en el servicio de odontología de una clínica privada, y se acercaron juntas al puesto después de su turno de trabajo. “Creo que el miedo nunca se termina de ir cuando estás expuesta todo el tiempo”, señaló Nancy, a la que, al igual que a su compañera, el testeo le dio negativo, y admitió que “el resultado no me asegura que no me vaya a contagiar”.

informe: Lorena Bermejo