En tiempos en los que internet es uno de los factores que pareciera determina la grandeza de hombres y mujeres en el deporte, el paso de los años la amenaza con el olvido. Es que el fuerte impacto de su proeza en tiempos sin hiperconexión descansa en las tapas de revistas y diarios de las hemerotecas y también en algunas cintas de video sin digitalizar. A pesar de ello, existe otro factor más importante que mantiene sólida la fuerza de su nombre: la memoria.

Nora Vega marcó a fuego el deporte y popularizó el patinaje de velocidad, instalándolo en los medios de comunicación con seis medallas doradas en Juegos Panamericanos, cinco Campeonatos Mundiales y, entre otros logros, fue la primera amateur en ganar el Olimpia de Oro en 50 años de historia. Referente y guía de nuevas camadas, entre las que se destaca la multicampeona Andrea González, nunca pudo competir en Juegos Olímpicos por practicar una disciplina ausente en la agenda del certamen. A pesar de ello, sumó su figura a la selecta mesa chica de las atletas nacionales. “Hay deportes que identifican a la mujer y es así porque nos hemos ganado ese espacio”, reflexiona en el repaso de su trayectoria con Página/12.

El boom con 17 años

Un tercio de las medallas doradas que Argentina ganó en los Panamericanos de 1979 terminaron en poder de una joven atleta de sólo 17 años. “El primer día no había nadie y al siguiente estaban todos los periodistas nacionales mirando las carreras. Nos preguntaban cómo se llamaba el deporte. No tenían la más mínima idea”, recuerda Nora Vega en una suerte de pintura sobre la realidad de su disciplina por aquellos años.

Nacida en Mar del Plata, se inició en el patinaje con sólo 6 años en una ciudad atravesada en su cultura deportiva por los títulos mundiales de Hugo Ibarguren, Manuel Narciande, Raúl Scafati y Luis Rafaldi. En un principio, Nora acompañaba en los entrenamientos a su hermano Reynaldo (subcampeón del mundo y medallista panamericano), pero luego trabajó por su cuenta. “Si no me llevaban a la pista, hacía berrinche en mi casa”, cuenta.

- ¿Cómo fue hacer tus primeras armas entre hombres?

- Nunca sentí la diferencia. Lo que pasa es que es un deporte en el que entrenamos todos juntos. Creo que las mujeres nos supimos ganar el lugar. En un principio decían que nos cuidaban y no habían choques en las carreras. Pero de a poco después generamos ese ‘che, las pibas no nos van a ganar’, siempre desde el respeto.

- Se generó una competencia que te sirvió para mejorar.

- Entrenábamos con ellos y eso nos elevaba el nivel. Antes no habían giras previas en las que te podías medir con el resto del mundo. Viajábamos a los Mundiales y con suerte, y viento a favor, llegábamos un día antes a la sede. Las otras mujeres por ahí no tenían ese mismo roce con los varones para crecer.

- ¿Cómo fue ganar cuatro doradas en un Panamericano y con sólo 17 años?

- Fue espectacular. En julio del ‘79 arrasamos en los Juegos de San Juan y eso nos dio fuerzas para el Mundial. El 12 de septiembre de ese año cumplí 18 y dos días después logré por primera vez el título en Italia.

- En otros tiempos de la comunicación, ¿qué dimensión tuvo ese boom en Puerto Rico?

- A pesar de no haber internet, el boom fue terrible. Salí en todas las revistas, en todos los diarios, hasta fui a almorzar con Mirtha Legrand y terminé en los noticieros más importantes a nivel nacional. También salí en figuritas y hasta en estampillas postales. Era la primera vez que viajaba al exterior y eran otros 17 años, no los 17 de ahora. Fue muy fuerte, porque también me destacaron como la segunda deportista de aquellos Panamericanos, sólo detrás de otra mujer que ganó cinco medallas doradas, una nadadora norteamericana (Cynthia Woodhead). A ese premio lo recibí en Guatemala.

Madre y campeona

Con personalidad dentro y fuera de las pistas, a Nora Vega no le tembló el pulso para plantar bandera y hacerse escuchar en varias ocasiones. “En el ‘86 dejé de patinar por estar harta de los dirigentes nacionales, que no respetaban lo que yo era (velocista) y me hacían entrar en carreras de fondo”, explica sobre aquel portazo.

- Me crucé a atletismo como para hacer algo. Gané carreras de velocidad (100 metros), aunque obviamente no tenía la técnica y en el cuerpo se me iba para abajo en lugar de correr erguida. Fue una linda época, pero por esa rabieta me perdí los Panamericanos de Indianápolis.

- ¿Entonces es un mito que dejaste para intentar ser olímpica por otra vía?

- Es un mito. No creo que lo hiciera con la idea de competir, sólo hacía para mantenerme en estado. Si hubiera buscado ese camino para llegar a ser olímpica, hubiese seguido en el atletismo, pero sin embargo volví al primer amor.

Nora cuenta que en agosto del ‘87, mientras mateaba en su cocina, escuchó por la radio que sus compañeros ganaban medallas en Estados Unidos y entonces decidió volver. “Lo hice con un técnico que me respetó por lo que valía como corredora y mi especialidad”, precisa quien sólo necesitó unos meses para ganar su segundo Mundial allá por 1988 (repitió en el ‘89).

- Por algunos resultados decidiste retirarte en La Habana ‘91, pero otra fue la historia...

- Estaba casada y quedé embarazada. Siempre decía que si tenía un hijo, me iba a dedicar a él e iba a dejar de entrenar, pero después la vida me dio un revés: se muere mi mamá cuando estaba de seis meses... Cuando se toca fondo en momentos malos creo que siempre una vuelve a eso que ama y volví a patinar.

Aquellos fueron hechos que marcaron su vida y la potenciaron de tal manera que fue campeona del mundo por cuarta vez casi un año después del nacimiento de Pedro. Y como si fuera poco, completó aquel regreso al primer nivel asimilando el cambio de patines impuesto en el circuito (rollers en lugar de las ruedas tradicionales de madera). “Era grande para adaptarme y me frustraba sentir que no sabía patinar”, revela quién es la única en haber ganado Mundiales antes y después de aquella modificación.

De cara a los Panamericanos del ‘95 y siendo madre primeriza, se apoyó en una amiga para poder trabajar y cumplir con las prácticas. “Entrenaba hasta las nueve de la noche, después pasaba a buscar a mi hijo por lo de Virginia y volvía a casa para preparar la cena”, precisa Nora desde Mar del Plata.

- Eran los ‘90, una época compleja en lo económico.

- Fue duro porque después Gustavo (ex marido) no tuvo empleo y buscaba para hacer lo que sea. En el ‘93 me senté a hablar con mi técnico para plantearle que iba a dejar de entrenar porque la plata no alcanzaba en casa y necesitaba buscar algún trabajo. No podía patinar, pero repuntamos con la beca del Estado y los sponsors que me apoyaron.

- Así pudiste llegar a los Panamericanos en tu ciudad y encender el histórico pebetero, ¿cómo lo recordás?

- Me designaron entre deportistas de todas las épocas, como por ejemplo Guillermo Vilas, y fue un reconocimiento impresionante que nunca dejaré de agradecer. Fue uno de los mejores momentos de mi carrera deportiva y la gente me lo sigue recordando.

- Y al día siguiente, en la pista que te vio crecer, empezaste a cerrar tu carrera con más doradas...

- Hay un detrás de escena del deportista en cuanto a sacrificios que la gente desconoce. Ellos ven a una atleta que una noche enciende el pebetero y al día siguiente es campeona panamericana, pero es todo más difícil que eso. El patinódromo en el que yo me había iniciado, con mis patitas flacas a los 8 años, explotaba y había gente que no podía entrar. No era algo normal para mi, porque mis mejores logros siempre habían sido en el exterior, como el quinto Mundial. Esos Juegos fueron muy fuertes.

Oficial de atletas

Desde sus años de actividad, trabajó de manera paralela por el deporte social siendo parte de la Municipalidad de Mar del Plata y cuando dejó las pistas, se mantuvo en el detrás de escena obrando desde la Comisión de Atletas del Comité Olímpico Argentino. "En mis tiempos por ahí no se podía terminar de estudiar por dedicarte al deporte. Hoy se hace mucho por el atleta y ya no sucede tanto por las herramientas que brinda el ENARD y Secretaría de Deportes, además del COA", compara Nora.

- En marzo del '80, después de ser campeona del mundo por primera vez, empecé a trabajar en el área de Deportes de la Municipalidad. De los 38 años con funciones ahí (se jubiló), 25 fueron enseñando a patinar en los barrios.

- ¿Y después del retiro se acentuó tu trabajo con el COA?

- Mientras corría integré la Comisión de Mujeres y Deporte del COA, con quienes siempre estuve vinculada. En esa época viajaba una mujer que estaba con nosotras en los torneos, porque había pocas dirigentes para hacerlo y después llegué a tener esa función con las deportistas, ayudándolas y acompañándolas.

Nora acompañó por primera vez a una delegación nacional a los Juegos Suramericanos de Cuenca 1998 y registró su primer contacto fuerte con un Juego Olímpico con el rol de oficial de atletas en Beijing 2008. "La primera semana estuvo María Julia Garisoain y en la segunda yo", precisa. Desde entonces, asistió a los y las deportistas en competencias regionales, además de Juegos Panamericanos y los Juegos de Londres 2012 y Río 2016. Aquel vacío que suele afectar al deportista tras el retiro, con ella no tuvo efecto.

Nora Vega, en los Juegos de Beijing, junto a Messi y otros integrantes de la delegación argentina.

- Que a una la acepten para ese trabajo es un reconocimiento. Seguramente habré cometido errores, pero siempre desde la buena fe. Como deportista me hubiese gustado tener una par que me preguntara qué necesito, si tengo algún problema o si está todo bien con la beca. Es algo que hice con amor, con dedicación. La Comisión de Atletas trabaja mucho para ayudarlos y actualmente me toca hacerlo desde la Comisión de Sostenibilidad en el COA.

El sueño olímpico

Cuando habla de lo que pudo haber sido su vida como atleta olímpica, no muestra dolor ni angustia en sus palabras. De hecho, Nora Vega toca el tema con entusiasmo, demostrando ser consciente de haber hecho todo lo que tuvo a su alcance para lograr la experiencia.

- ¿Por aquellos años existió en tu deporte el debate interno por ser olímpicos?

- Creo que era más un anhelo de los atletas que de los dirigentes, que entonces no hacían nada para que el deporte diera un giro trascendental y le resultara atractivo al Comité Olímpico Internacional. Nosotros teníamos todos los requisitos para ser olímpicos y por qué no lo somos, es algo que no lo sé.

- Después del portazo del ‘86, te imagino con aplomo ante esta situación.

- Yo quería que la dirigencia trabajara para el deporte. Si cada uno cumple el rol que le corresponde, es muy fácil ¿Dónde falla la cosa si el atleta consigue logros cada vez que compite como lo hacíamos nosotros? Había una pata que no estaba funcionando para crecer en Argentina y a nivel internacional. Ahora yo veo una dirigencia mucho mejor. Se organizan Juegos Mundiales con las once disciplinas del patín para mostrar que es un deporte importante con modalidades urbanas y tradicionales también.

- ¿Cómo imaginás que hubiese sido tu destino como olímpica?

- Ser atleta olímpica fue lo único que me faltó para cerrar mi carrera de una manera completa. Hubiese sido hermoso ser parte de una delegación argentina en en un Juego Olímpico, más allá de que después me tocó vivirlo desde otro lado.

- ¿Cómo visualizás en ese hipotético escenario olímpico?

- Como en cualquier otro Mundial. Las carreras de patín son muy difíciles, porque podés ser la favorita para ser campeona, pero viene una rival y te desplaza dejándote en la nada. No es como la natación o el atletismo donde no existe el roce. Mi especialidad eran los 300 metros contrarreloj, así que me veo ganadora. Hubiese sido oro olímpica.

- Eso es imaginar un podio con laureles y el himno.

- Muero por eso.

Una pionera en el deporte

Las Leonas son el más claro ejemplo de cómo los logros deportivos pueden llegar a identificar a una disciplina con un género y Nora Vega cree que consiguió algo similar con el patinaje de velocidad. No por nada llegó a ser la tercera mujer reconocida con el Olimpia de Oro en la historia, después de las tenistas Norma Baylon y Gabriela Sabatini. “Claro, pero en el deporte amateur fui la primera porque ella era profesional con el tenis”, destaca.

- Hay deportes que identifican a la mujer y es así porque nos hemos ganado ese espacio. En patín la mayoría de las campeonas del mundo son mujeres y la realidad es que es un deporte duro, de contacto en el que hay caídas. A veces las mujeres se pegan más que los propios varones. Es una competencia aguerrida.

- En tiempos más rígidos para la mujer, lograste popularizar la disciplina.

- Era un deporte totalmente desconocido, no así en Mar del plata y en alguna otra provincia. En los diarios nacionales y en las revistas sólo se hablaba de fútbol, boxeo, automovilismo o golf. En el patín puede que yo haya generado una popularización.

- ¿Por qué crees que no explotó como en Colombia, por ejemplo?

- Allá apostaron fuerte y hay muchos patinódromos. Bogotá está lleno, mientras que acá hay muy pocos en todo el país. Si te fijás, en todas las casas hay pelotas de fútbol, bicicletas y un par de patines.Si vos le das la posibilidad a la gente y los apoyás con infraestructura, vas a sacar atletas.

 - Claro, así cómo empezó tu historia en aquel primer patinódromo la ciudad.

- Tal cual. Ahí empezamos a ir más las mujeres. En mi época éramos dos o tres y así fue creciendo hasta lo que es hoy, que somos la misma cantidad que los varones.

- ¿Fue un gran cierre para tu carrera coronar con el Olimpia de Oro ‘95?

- Era un premio que se me venía postergando. En el ‘79 cuando gano cuatro oros Panamericanos y soy campeona del Mundo con 17 años, Maradona también fue campeón mundial en juveniles y obviamente el fútbol se llevó el oro. No muchas mujeres fueron Olimpia de Oro y mi deporte era totalmente amateur.

- ¿Crees que formás parte de una suerte de ‘salón de la fama’?

- Hay muchos deportistas muy importantes y destacados en la Argentina. Creo que fui un antes y un después en lo que hace a la popularidad del deporte. A través de mi nombre el patín se hizo más conocido. No sé si estoy en ese salón de la fama, pero dejé una marca en la historia.

- ¿Y te sentís reconocida por haber dejado esa marca?

- Sí, totalmente. Lo siento en la parte más importante, que es en la gente. He tenido los mejores reconocimientos, como por ejemplo ser ciudadana ilustre de Mar del Plata. Pero ser querida y respetada por la gente, más allá de lo deportivo, es el mejor reconocimiento.