Jorge González Perrín (1954), como parte de su reconocida trayectoria artística, a lo largo de los años integró o coordinó varios proyectos participativos y autogestionados como Arte sin Techo --donde también confluyeron Ernesto Pesce y Jorge Pietra--, dedicado a la problemática de la gente en situación de calle; fue el creador y coordinador de Arte Memoria Colectivo, proyecto que aborda la desaparición de personas, y Arte que Acompaña, que en conjunto con sesenta artistas buscó mejorar las salas de espera de los hospitales públicos.

En estos días González Perrín acaba de publicar un libro de artista, que es también una exposición, sobre la pandemia y las muestras de arte.

--Tal vez la pandemia marque un antes y un después que haga caducar ciertas prácticas en el mundo del arte.

--Ahora que es evidente que vamos hacia un cambio en todas las dimensiones, vemos con más claridad que el mundo en el cual vivimos ya quedó atrás. Es necesario entender que las categorías con las que se movía el mundo del arte ya estaban caducando antes de la pandemia, pero ahora es más evidente.

Recuerdo haber visitado la Bienal de Venecia, el año que León Ferrari ganó el León de Oro; paralelamente había una exposición de Félix González Torres que presentaba varias obras, una de las cuales era una pila de papeles en blanco con un ribete rojo en los bordes, que los visitantes se podían llevar. Luego, al salir en busca de otras salas, se podía ver en los tachos de basura cantidades de esos papeles. Un gran artista y un público que con su usual precisión “completaba” la obra.

Hay demasiados escritos y acciones en relación Centro – Periferia, como la que planteó Catherine David y otros que la siguieron, después en la Documenta X de Kassel o, más atrás, el concepto de escultura social de Joseph Beuys, para comparar con los nuevos hipermercados de arte, con premios de conocidas multinacionales y gente deambulando, en algunos casos con notorios signos de pregunta sobre sus cabezas o directamente sin ningún tipo de signo.

Un sistema de selección y promoción basado en intereses alejados de la cuestión artística. Es un mundo que está produciendo algo mas conectado al epifenómeno del arte, pero que no pierde su poder de atracción. No es posible concebir algo nuevo sujeto a las actuales circunstancias del mercado del arte.

La pandemia también, como en muchos otros casos, ha visibilizado la desprotección con que muchos artistas desempeñan sus actividades. Hay que admitir que si bien hay varias asociaciones que parcialmente nos representan, por una suma de factores y características no se ha podido sostener una organización eficiente que pueda llevar adelante políticas para el sector. Ahora es mas que evidente, veremos si podremos actuar en consecuencia. Ya hay varios grupos pensando, entre ellos, artistas autoconvocados. Creo también que ha quedado claro que debemos tener un Estado no solo presente sino también inteligente.

--¿Cuáles son las prácticas que van a crecer?

--Muchos artistas han comenzado a desarrollar otras formas de acercamiento o asociación. Unos por barrios como la Gran Paternal o Sachs (Se agrandó Chacarita, Villa Ortúzar, Paternal), otros abren sus talleres a la comunidad, experiencias como el grupo Periferia con una galería propia en La Boca, tarea que vienen sosteniendo desde hace ya varios años; anteriormente La Verdi, también en La Boca; proyectos de residencia como Cima en Catamarca; La Barda del Desierto, en Río Negro; Manta, en San Martín de los Andes; grupos de grabadores como el Escuadrón de la Gubia, de Río Tercero; cada uno con sus particularidades. También hay innumerables proyectos autogestionados que nos hablan de búsqueda de reivindicaciones sociales, como la producción colectiva de Leo Chiachio y Daniel Giannone celebrando la diversidad, la democracia y lo que ella significó para el movimiento LGTB. Otro colectivo que me interesa es Dora Morgen (integrado fundamentalmente por mujeres pero también por hombres), orientado por Analía Gauguin, que bordan pañuelos con frases que visibilizan en los refranes la naturalización de contenidos machistas o patriarcales.

--Como contrapartida del trabajo grupal y comunitario, el aislamiento, aunque en otro sentido, ya era una característica del trabajo del artista.

--Muchos artistas pasamos bastante tiempo aislados, trabajando y pensando. Lo solitario, el aislamiento voluntario es bastante común, alguien lo definió como una intimidad pública, el titulo de un libro de Beatriz Sarlo.

La intimidad en el sentido de preservación, allí se aloja una parte de nuestro sistema inmunológico, lo más antiguo, lo que nos ha permitido sobrevivir, quedarnos en casa. Después viene otra momento que es el dar a conocer lo realizado, tan complicado o intrincado, a veces. El quehacer artístico está atado a estas dos características. El hacer y el dar a conocer.

Entiendo que todo artista es el resultado de una construcción colectiva: están los que nos precedieron, los que ampliaron límites, los de otras disciplinas, las lecturas, la música, las películas, los maestros, los críticos, etc.

Según la teoría del distanciamiento, palabra hoy resignificada como “cuidado”, para Bertolt Brecht, era el espacio asignado al público para pensar.

--¿En qué consiste el libro de artista que acabás de publicar?

Este libro es hijo de la realidad que me circunda: no ha sido pensado sino que se me ha impuesto como algo que surge por la violencia sutil del azar.

Consta de un prólogo escrito para el catálogo, de mi exposición Obras/oeuvres 2011, realizada en el Centro Cultural Borges. Al analizar el vuelco notable en las nuevas obras, Laura Malosetti Costa lo atribuye a la intervención de lo que Cristina Iglesia llama la “violencia del azar”, concepto que complementa muy apropiadamente: “una sutil y delicada violencia, capaz sin embargo de introducir un desvío, un cambio de rumbo en el pintor…”.

Es lo que Francis Bacon llamaba “accidentes”, aquellas encrucijadas que pueden hacer cambiar el rumbo de una obra, tanto aceptando como rechazándolo.

Frente a lo inexorable de que “hay que quedarse en casa“, entonces lo que hago es enviar la exposición en un libro/caja, para que suceda como en esas familias japonesas que cierto día se dedican en su casa a ver grabados e imágenes cómodamente sentados, tomando té. Acepto el cambio y fluyo en él.

En esta edición hay cincuenta reproducciones seleccionadas al tamaño del original. Este detalle de acercar lo más posible al original se trata de una manera simbólica de salvar en parte el distanciamiento que produce la reproducción. Acortar la distancia que produce el confinamiento.

Como dice Roberto Juarroz “no miden lo mismo las distancias llenas y las distancias vacías”. En cuanto al contenido, dos tipos de dibujos realizados en el 2020, resumen varios años de experimentación y hay dos temas: los de la pandemia y los que refieren a lo que le sucede al público de las exposiciones.

Algunas veces el visitante es manchado simbólicamente por las obras y se lleva del lugar una impronta que lo seguirá por un tiempo, o a la inversa: como en la película La rosa púrpura del Cairo, de Woody Allen, el observador entra a la obra o se lo tata de atraer y "devorar".

Siempre tengo demasiadas personas a las cuales agradecer por este logro. Ellas están escondidas en los trazos y colores de cada trabajo. Los ejemplares del libro están numerados y firmados en papel ilustración mate de 270 gramos, es una edición fuera de comercio, impresa en gráfica Contartese. 

(El libro/caja que contiene las 50 reproducciones, una de las cuales sirve como ilustración de tapa, mide 33,2 cm de altura por 27,7 cm de ancho y tiene un lomo de 5 cm, con la inscripción González Perrín 2020).