Marcelo Bruno, el cafetero de Humanidades y Artes. Así se lo conoce, así se lo saluda dentro de la Facultad, así se ganó un lugar que ocupa desde los 16 años. Marcelo tiene 50 años, su compañera Cintia estudió Letras y tienen tres hijos. Después de 33 años de transitar con sus termos el laberinto de las aulas del edificio de Entre Ríos y Córdoba, donde ofrecía su ayuda más allá del café, el 16 de marzo, cuando se suspendieron las clases, Marcelo se quedó sin ingresos: sus días en la Facultad son una realidad palpable, pero su trabajo por cuenta propia lo dejó a la intemperie. Desde la Facultad le dieron algunas ayudas económicas y el lunes, Cintia, su compañera, decidió hacer pública la situación con un posteo en la red social Facebook que el martes a las 19 tenía más de 1120 compartidos. El clamor se convirtió también en una carta dirigida al decano de la Facultad, Alejandro Vila, para que Marcelo tenga su cargo de no docente en Humanidades y Artes. Más allá y más acá de las soluciones oficiales, en pocas horas, la carta impulsada por docentes de la Facultad recibió 1980 firmas, y sumando.  Autoridades de la Facultad aseguraron que "el tema está resuelto" y que habrá inserción laboral para Marcelo. 

"Esta misiva está impulsada por acontecimientos que consideramos exceden por mucho lo imaginado y lo esperable para una persona que ha crecido cobijado bajo el ala protectora de nuestros techos y que, ahora, de pronto, se ve expulsado, en el peor momento, con una crisis total sobre la que no es necesario abundar: Marcelo, nuestro querido Marcelo, siempre servicial, siempre atento, resolviendo los problemas de todxs nosotrxs, profesorxs y alumnxs durante décadas", dice la carta que circuló ayer por distintas redes, y consiguió firmas de diversos ámbitos.

"Deseamos recordar que Marcelo siempre supo cómo conectar los cañones, las computadoras, arreglar los ventiladores, los aires acondicionados, las estufas. Marcelo siempre estaba allí. Y siempre nos daba seguridad, más allá de brindarnos la calidez de su café que no sólo era eso, era una palabra de aliento, de afecto, era una compañía que se extendió por 33 años. Marcelo trabajó para la Facultad y para toda la comunidad en muchísimas tareas que quizás competían a otros, pero de las que, aún sin cargo, él 'se hacía cargo'. Y siempre lo hizo con eficiencia, con una sonrisa, con la alegría de ser parte de la comunidad de la Facultad, como todxs nosotrxs", sigue la carta, y también considera que "es justo que Marcelo se quede en nuestra Facultad que es más suya que de muchxs de nosotrxs. Creemos que Marcelo bien podría tener un trabajo pago, con la seguridad que ello supone y que él y su familia merecen haciendo lo que ya ha demostrado durante décadas que puede, sabe y quiere hacer, más allá de su trabajo como cafetero: auxiliarnos a docentes y estudiantes en los aspectos técnicos de las múltiples actividades que enfrentamos diariamente y que, con las circunstancias actuales, lejos de minimizarse, se incrementarán".

La carta elaborada por un grupo de docentes concluye: "No podemos permitirnos perder a un miembro importantísimo de nuestra comunidad".