Marianne y Connell. Quienes hayan leído Normal People, de Sally Rooney, guardan esos nombres como santo y seña literario. El tiempo dirá si serán una de esas parejas inmortales nacidas de la literatura y con destino audiovisual, ya que hoy la plataforma Starzplay estrenará la serie inspirada en esta novela publicada en 2018. De guiarse por la efusividad digital, no hay dudas de que lo serán: basta escribir sus nombres en el buscador de Instagram para que aparezcan en miles de imágenes, cubiertas de libros y homenajes de distinto tenor.

¿A qué se deben tantos elogios para la segunda novela de la escritora irlandesa de 29 años? Con introspección, realismo y sin tapujos, Rooney narra el vínculo entre Marianne y Connell desde sus años de secundaria en una pequeña ciudad del interior hasta su arribo a la universidad en Dublin. Ese lapso incluye una atracción urgente, caos familiar, encuentros carnales de todo tipo, discusiones intelectuales, separaciones dolorosas y diferencias económicas. Son ideas y vueltas con marcas a fuego a lo largo de cuatro años.


“Creo que hay algo muy fuerte en el hecho de que su historia sea en un transcurso de tanto tiempo. No es un solo momento dramático sino todo lo que sucede durante el transcurso de su amor”, le explica Lenny Abrahamson, director de la entrega de la BBC que ha recibido tantas loas como la novela, al NO. En la serie, Daisy Edgar-Jones (de 22) encarna a la chica rara y Paul Mescal (de 24) se hace cargo del pibe popular, atlético y con ínfulas de escritor. El resultado podría ser más empalagoso y nocivo que el algodón de azúcar para un diabético pero el director logró plasmar la ligazón con una sensibilidad no exenta de dolor.

Hay episodios prácticamente enteros dedicados solo a ellos: Marianne y Connel juntos en un cuarto como si el tiempo no importara. Irónicamente, para un relato nacido de la mente de quien ha sido llamada “la Salinger de la generación Snapchat”, casi no se aprecian celulares, los libros que leen son de papel y los autos están descascarados. “La novela podría haber salido hace un par de años y hubiera sido igual. No importa tanto la época. Hay laptops y celulares, pero se ven medio escondidas. Como director odiaba tener que mostrarlos, porque quería mantener todo muy limpio a nivel visual”, le contó Abrahamson al NO.

El sexo de las personas comunes

Otro de los encantos de Normal People es la credulidad con la que se resalta el plano sexual. Para ello recurrieron a una “coordinadora de intimidad” que trabajó con los actores para que se sintieran cómodos. Todo ello confluye en una “luminosidad natural”, en palabras de Abrahamson, de la puesta en escena. Ese matiz que recuerda la sonoridad de Nick Drake y Elliot Smith, cuyas canciones de hecho forman parte del soundtrack. “Fue muy simple pero a la vez se ve muy bello. Lo interesante es que no empezamos diciendo 'que esto sea hermoso', fue una consecuencia del trabajo”, asegura Abrahamson.

¿Qué te atrajo del material? Parece ser la típica historia de amor tipo Romeo y Julieta, hasta que no lo es más...

--Los problemas en la historia de Romeo y Julieta provenían del exterior, su mayor problema era la oposición de las familias, que se negaban a ese contacto. En Marianne y Connell todo pasa por el interior, de ahí provienen sus dificultades. Así que vemos el efecto que cada uno genera en el otro de una manera muy grande. Son personajes que están muy bien creados.

Dirigiste los primeros seis capítulos y Hettie Macdonald los últimos seis. ¿Por qué?

--También soy productor y, aunque hubiese querido, tampoco habría podido hacerlo. El programa tiene dos mitades claras. La segunda tiene un tono más oscuro. Era genial trabajar con dos miradas y Hettie Macdonald tiene sus propios planteos estéticos. Se nota y son muy fuertes. Le mostré cortes de lo que había filmado y luego ella se apropió de la serie. Es interesante para la audiencia también verla así: la segunda parte se siente partida de la primera mitad.

¿Y cuán significativo fue el aporte de Sally Rooney? Estuvo muy ligada al proyecto

--Fue genial poder trabajar con ella. Le podía preguntar sobre las fuentes que había pensado para tal personaje, qué pensaba cuando había escrito tal escena; tenía acceso directo al mundo que había creado para su novela. También era bueno contar con su oído para saber si lo que estábamos haciendo era fiel a lo que había concebido. Pero tampoco trató de controlar nada; un gran gesto de su parte. Aceptó que era la escritora y nosotros los realizadores, pero era buenísimo tenerla para consultarle de primera mano.

Suele decirse que lo más difícil para un realizador es filmar en el agua, con chicos y mascotas. Pero aquí hay sexo, un montón de sexo. ¿Cómo llegaron a ese nivel de intimidad?

--Por suerte no tuvimos escenas de sexo en el agua, jaja. Eso sí hubiera sido muy difícil. Se trata de tener tiempo con los actores y crear esa base de confianza para comprender qué buscamos en una escena. No es puro sexo: se crea una relación entre ellos y eso también pasa por lo carnal. No se trata de decirles “Hey, quiero tu identidad sexual en pantalla”, no es eso. Es la creación de imágenes para expresar algo. Pusimos mucho esfuerzo en que los actores estén cómodos. Por eso pueden actuar mejor y eso se traduce en el resultado.

También los roles de feminidad y masculinidad están alterados en la serie.

--Ése es uno de los regalos de la novela. Ella es audaz y analítica, y mucho más fuerte en varios sentidos. Él es deseado pero no comprende bien por qué. Hubo que encontrar el elenco ideal y tratar de darle mis propias ideas de lo que es el género, y eso dárselo a los personajes. Lo usual para el personaje de ella sería hacerla súper filosa y después mostrarla dulce. Eso no sería asumir un estereotipo, sería reforzarlo. Es como decir “Uoh, ella se ve fuerte pero en realidad es suave por dentro”. Se trató de serles fiel a estos personajes y no querer cambiarlos.