–Se anunció una nueva etapa de cuarentena más flexible, pero los datos de aumentos de contagios impactan. ¿Por qué se decide la apertura?

–El presente tiene dos tipos de lecturas. Todavía seguimos viendo casos que detectas ahora y son casi todos contagios de antes de que empecemos estos últimos 17 días de cuarentena. Veníamos viendo una suba en el aumento veloz de los infectados. Quizás la suba estuvo determinada porque fuimos a buscar donde estaban los infectados con el plan Detectar. Además, tenemos menor letalidad, la velocidad de contagio ha vuelto a ralentizarse y el uso de camas se mantiene más o menos constante con una tendencia a la baja. Recién ahora vamos a empezar a ver si esos 17 días de cuarentena surtieron efecto. Y todo tiene la precariedad de lo desconocido. Esta es la realidad. Y el problema que ha vivido todo el mundo es que cuando existe cierto relajamiento social se multiplican los casos. Por eso insistí en que estamos muy lejos de superar el problema. Por eso pedí a los gobernadores que cuenten lo les pasó. El caso de Jujuy es paradigmático. Algunos feriantes cruzan a comprar mercadería para vender en Jujuy. Dos policías van y compran hoja de coca. Vuelven y en una semana y media tienen 600 infectados. Hay también un dato de la realidad que es que hay gente que resiste a quedarse en sus casas.

–Pasamos de “Quedate en casa” a “Hay que confiar en la responsabilidad social...”

–Hay una resistencia fundamentalmente en muchos lugares de la Ciudad de Buenos Aires. En algunos casos con una justificación real, si tienen un comercio tienen trabajos que están paralizados hace muchos días pero en muchos casos también es una cuestión de responsabilidad. Insisto, tomamos esta medida con el objetivo de ralentizar los contagios y de garantizarnos que el sistema no se sature. Cuando nosotros hicimos la cuarentena el tiempo de saturación del sistema se calculaba en 35 días y hoy hacen falta más de 60 días para que el sistema se sature y nosotros mientras tanto vamos a seguir actuando para que eso no ocurra obviamente. No se puede hacer de cuenta que acá no pasa nada. En el AMBA estamos en un momento difícil. Todos los cálculos indican que en la Ciudad de Buenos Aires de acá a un mes la curva empezará a declinar según dicen los médicos. Y en la provincia de Buenos Aires eso ocurrirá dos semanas después.

–¿Entonces se tuvieron en cuenta dimensiones extra sanitarias para decidir la apertura, el cansancio de la gente, la economía?

–Yo no diría extra sanitarias, porque en términos sanitarios seguimos haciendo todo lo que estamos haciendo. Lo que hace falta es que la gente no pierda de vista lo que está pasando. La gente ha sentido que el problema pasó y no pasó. La gente termina creyendo que es un problema de los que tienen más de 65 años y no es así.

–¿Hay una idea de cuándo vamos a poder ir a una nueva normalidad?

–Creo que durante mucho tiempo vamos a tener que aprender a convivir de otro modo. Nos duele, nos molesta tener que andar poniendo alcohol en nuestras manos cada cinco minutos, andar con barbijo, no poder abrazar, no poder juntarse a comer un asado ¿Cuándo vamos a poder hacer esas cosas? Cuando sepamos que pudimos vencer a la pandemia. Pero la Organización Mundial de la Salud hoy en día te dice que la pandemia persiste y que el foco está en América Latina. Pero en la Argentina lo estamos orillando, estamos sobreviviendo. Y creo que no debemos ceder. Por eso dije que si esto en algún momento no es como esperamos tendremos que cambiar y volver a una fase anterior. Y tendremos, entonces, no pedirles responsabilidad social sino exigirles que vuelvan a sus casas. Lo que todos tenemos que entender es que el virus está circulando y es más grave si los contactos ocurren en estado de exaltación social. Por eso me preocupan estas manifestaciones que se han hecho. Por el riesgo potencial de contagios.

–¿Cómo analiza esas manifestaciones anticuarentena, los reclamos y críticas que se escuchan ahí, incluso discursos violentos?

–Algunas cosas me resultan muy simpáticas porque son increíbles. Dicen que hay un nuevo orden mundial, que soy socio de Soros, que me asocié a Bill Gates para inventar una pandemia mundial. Después hay un espacio que siempre ha existido que busca un elemento para salir a quejarse. La señora que sale a la calle porque no quiere que Argentina sea Venezuela está muy confundida. Lo único que sabe es que no nos quiere y cualquier argumento sirve para salir a quejarse. La señora tiene todo el derecho a quejarse pero yo le rogaría que se cuide.

–Hay una dirigencia que convoca también.

–Hay una oposición que gobierna y otra que está en Twitter. Los que gobiernan lo hacen con mucha responsabilidad, acompañan, entienden la dimensión del conflicto, aunque no piensan cómo nosotros, pero sí piensan igual que nosotros en cómo es este tiempo que nos toca vivir, eso es lo que nos vincula.

–¿Y en qué no piensan igual?

–Estoy seguro que ellos creen que hay otros caminos, algunos de ellos, no sé si todos. Yo nunca me olvido de quién me votó y a quién represento. No sé cuántos de ellos si hubieran estado en el gobierno hubieran promovido un IFE. Para algunos de ellos hubiera sido más cómodo hacer de cuenta que esos nueve millones de personas que el Estado no registraba siguieran sin estar registrados. Y estar más ocupados en el equilibrio fiscal que en la atención de esa gente. Yo tengo una mirada, por ejemplo, de cómo la Argentina debe pararse en el mundo que estoy seguro es distinta a la de algunos de ellos.

–La Ciudad de Buenos Aires tiene recursos y ha ayudado poco, el mayor esfuerzo lo hizo la Nación.

–Eso lo hablamos con (Horacio) Rodríguez Larreta. Me dijo que iba a hacer un esfuerzo. Ahora están trabajando con créditos blandos del Banco Ciudad. Y vi que están liberando del pago de ABL a los locales que tuvieron cerrado todo este tiempo. Es verdad que hay un esfuerzo que se viene haciendo desde la Nación. Argentina somos todos y no todos tenemos las mismas posibilidades. La Ciudad tiene un ingreso per cápita infinitamente más alto que muchas provincias.

–Se está dando el IFE y al mismo tiempo también el ministro de Desarrollo Social propone un ingreso universal como una etapa superadora. ¿Qué puede haber de esto?

–Es muy prematuro porque en el momento pospandemia la economía va a quedar muy golpeada. Hay que ser muy cuidadosos. Hay un número muy importante de personas a las que les va a costar volver a insertarse en la actividad económica. A nosotros nos dejaron una economía con un respirador artificial y la pandemia vino a desenchufar el respirador. La peleamos, hemos logrado llegar a casi todos los que lo necesitaban, o a la inmensa mayoría. No podemos hacer de cuenta luego de la pandemia de que ellos no existen pero el ingreso universal reclama otra fortaleza económica, no es algo que podamos hacer en lo inmediato. Tenemos que seguir auxiliando o subsidiando a los que lo necesitan pero el ingreso universal representa que lo cobrarían todos. Ahora tenemos que ocuparnos de los que están peor.