¿Debe la ficción tener un sentido social? ¿Puede? ¿Es ingenuo hacer una obra para cambiar el mundo? ¿El arte no sirve para nada? ¿Cuál es la relación entre las obras de arte y la política? ¿Cómo se puede releer a Rodolfo Walsh en 2017? ¿Cómo hacer arte político después de Walsh?: estos son algunos de los disparadores que inspiraron Walsh, todas las revoluciones juntas, obra escrita y dirigida por Mariano Tenconi Blanco. “En una suerte de sesión de espiritismo invoco al gran maestro del arte político para que me explique cómo tendríamos que hacerlo ahora, cuando se vuelve a negar el genocidio de Estado, cuando en un año hay un millón y medio de nuevos pobres, se quitan las retenciones al campo pero aumentan los servicios, no se les quiere pagar a los maestros y más gente revuelve la basura. Sentí que tenía que hablar con el fantasma del mejor artista político que hubo en la Argentina”, explica el autor a PáginaI12.

Tenconi Blanco, reconocido en el off por obras como La fiera (en cartel en Montevideo), buscó crear un espectáculo “de vanguardia” que también gritara una denuncia. “Quise unir un teatro político, militante, con decisiones formales experimentales”, resume. En sintonía con su último trabajo (Futuro), Walsh,  todas las revoluciones juntas es una tesis puesta en escena, en este caso sobre las tensiones entre el arte y la política. “Laburé desde el corazón, desde la tristeza que me genera la situación política actual y la urgencia de expresar algo al respecto. No sé qué poder puede tener una obra experimental en un teatro independiente, pero sentí que lo más noble era hacerla”, expresa. El, que no es actor, eligió esta vez estar en escena, como narrador, junto al actor Horacio Marassi y el músico Ian Shifres. Hoy y el 2 de abril, Tenconi Blanco será reemplazado por Horacio Banega. La obra se presenta los domingos a las 19 en El Extranjero (Valentín Gómez 3378).

“No termina de instalarse en ningún lugar. Al principio parece una suerte de ensayo, después una narración en tercera persona, un cuento dramatizado, también una conferencia performática. De a ratos aparece el personaje de Walsh y es una obra de teatro, en otros momentos es una obra de Beckett rara. Toda esa suerte de mecanismo múltiple se desarma y lo que queda es la posibilidad de generar lecturas sobre lo que podríamos llamar ‘la máquina Walsh’, el conglomerado de sentidos políticos y estéticos que es su figura”, explica el director. “En un momento esa maquinaria recae en algo muy walshiano, que es la denuncia. No comparo a un gobierno militar con uno democrático, ni al genocidio con los desastres de Cambiemos… pero me parecía que una buena forma de actualizar el gesto de Walsh era hacer una obra de denuncia. Y la denuncia no implica metáfora”, concluye. En la preproducción investigó “como un periodista”, consultando datos duros a sociólogos y economistas, que luego volcó en Walsh….

  Tenconi Blanco se sumó el año pasado al grupo de artistas que reclamó la renuncia del ex ministro Darío Lopérfido. “Sus declaraciones llenaron de tristeza, rabia e indignación a la comunidad artística, y yo estuve muy tomado por eso. Los artistas decidimos redactar una carta que leíamos al finalizar nuestras obras. En un contexto en el cual varios funcionarios negaban el genocidio de Estado, ponían en duda determinadas cosas que creíamos que no volverían a ponerse en duda, quise hacer una obra que diera cuenta de este nuevo momento”, relata el escritor, quien también se adelantó a los 40 años de la desaparición del autor de Operación Masacre. Una primera versión de Walsh… integró la programación de un ciclo coordinado por Alejandro Tantanian, “El borde de sí mismo”, que invitaba a artistas a crear espectáculos en diálogo con el patrimonio del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Fue a fines de octubre. “Estos dos hechos, la militancia y el ciclo, confluyeron para que me pusiera a trabajar en este proyecto”, dice el dramaturgo.

–Walsh, todas las revoluciones juntas no es un homenaje en sentido estricto. Pareciera que la figura de Walsh es hasta una excusa para plantear sus inquietudes como escritor en los tiempos que corren, ¿es así?

–Es cierto que la obra no gira tanto en torno a la vida de Walsh, sino a problemas que enfrento como autor. Es la obra de un escritor que cree en el arte político y quiere llevarlo adelante. En todos los proyectos lo hice de una u otra forma, pero consideraba necesario volver a decir algunas cosas en este contexto. Walsh es un escritor que me gusta mucho, pero no es mi favorito. Mi favorito del mundo es Borges, y si hablo de escritores argentinos seguramente ponga a otros tantos adelante, como Puig, Aira, Saer o Pizarnik. No obstante, Walsh es mi artista favorito: siempre me movilizó enormemente, me parece una figura paradigmática respecto al cruce entre arte y política. Además de su compromiso, nunca prescindió de la innovación en las formas. Sentí ganas de trabajar alrededor de su figura, de hacerle un regalo, recordarlo, valerme de sus influjos mágicos, evocarlo.

–En la obra se define como artista de izquierda. ¿Qué es ser de izquierda hoy?

–Por resumir un poco, me considero marxista, más allá de que haya un montón de cosas que escribió Marx que hoy las pensemos de modo diferente. No adscribo a ningún partido. Me interesa pensar de manera independiente y me gusta, cómo decía Deleuze, el hecho de que el pensamiento de izquierda es el que siempre está por fuera, ofreciendo variantes, expandiendo la forma en que vemos todo. Soy de izquierda por cosas muy básicas: me parece mal que haya gente millonaria, políticos millonarios, habiendo tantos pobres. Me interesa que las tierras sean de la gente que las trabaja y las produce, que la Argentina tenga un más poderoso desarrollo industrial, la distribución equitativa de la riqueza y que el acceso a la salud y a la educación sea igual para todos.

–¿El arte sirve para cambiar el mundo o no sirve para nada?

–Esa duda es uno de los motores de la obra. Por un lado, pienso que el arte no sirve para nada. Pero hay algo poderoso en eso, en un mundo capitalista, donde todo debe ser productivo o entretenimiento. El arte es lo que no tiene función: eso le da un poder anarquista que me sigue pareciendo valioso. Mi teatro es siempre muy político, entonces está el afán de generar oposición, confrontación, de cambiar las cosas… asumo que el poder del arte, en general, y más el del teatro independiente, en particular, es reducido. Como dice la obra: una bala puede terminar con todo. El trabajo es infructuoso. Así y todo, lo sigo intentando.