Pese al reciente anuncio de la flexibilización de la cuarentena a partir de hoy, el distanciamiento social continúa y la mayoría de las actividades relacionadas con el entretenimiento y la cultura permanecen suspendidas en casi todo el país. No obstante, estos cuatro meses nos habituaron a los buenos entretenimientos digitales para pasar el tiempo. Hay series, películas, cómics, música, tanto, ¡tanto! Pero hoy la propuesta del NO es revisar tres videojuegos recientes que se pueden jugar en múltiples plataformas y que proponen una variedad de opciones para darle clic varias horas al asunto.

Ancestors Legacy

Un juego de estrategia en tiempo real sólido y cumplidor, que ya había aparecido en PC (se consigue en Steam por $390) y consolas domésticas en agosto de 2019, y que acaba de llegar a Nintendo Switch. Lo más interesante es su acercamiento a las campañas históricas de distintos pueblos durante los primeros años de la Baja Edad Media. Ahí aparecen –un clásico– los vikingos invadiendo Inglaterra como campaña introductoria, pero también anglosajones, germanos y eslavos (de la otrora poderosa Polonia, cuna del estudio responsable del juego, Destructive Creations). Y también hay disponible una campaña de sarracenos como DLC.

 

Lo notable es que su propuesta histórica es más sólida que la de otros juegos similares. Pero lo que se echa en falta es que todo el cuidado puesto en la animación de las unidades no se pueda disfrutar más acercando la cámara. El ángulo de visionado tiene sus límites y un poco impacta en la jugabilidad. Tip: al cargar con las unidades siempre es mejor hacerlo sobre los estandartes que las identifican y no sobre el terreno donde efectivamente están ubicadas.

Por lo demás, la gestión de recursos es sencilla y no supone ningún obstáculo para jugadores experimentados. El desafío pasa por el despliegue táctico de las unidades y cómo aprovechar el terreno a favor: no siempre la inteligencia artificial de los propios se espabila con rodear el matorral, y bien puede pasar que en lugar de flanquear al enemigo se queden esperando su turno de combate mientras sus compañeros son masacrados.

En ese sentido, es un juego demandante y ni en su nivel más fácil permite al jugador recostarse en las decisiones automáticas de su ejército. Al contrario, el general tiene que estar en todo.

Obey Me 

Este brawler es súper prometedor. Tiene una buena propuesta: ser una súcubo que oficia de matona de un demonio y pone en caja a otros seres infernales. El entorno es urbano y por momentos se siente que los creadores quisieron meter ahí alguna metáfora social y no terminaron de animarse, pero desde el primer clic se advierte que el espíritu del juego es divertirse (hay mucho sentido del humor) y descargar un poco de adrenalina, y todo por menos de $300.

 

La protagonista va acompañada por su propio cancerbero e incluso pueden fusionar sus poderes. Y, por cierto, ahí hay otro aspecto a priori muy piola. Hay variedad de poderes y no es difícil activarlos con las secuencias que propone el juego. Eso si se tienen dedos ágiles, porque la distribución de las teclas asignadas por default en el teclado no parece óptima. Y menos desde la perspectiva de un zurdo.

Como gesto de época, el estudio argentino Error 404 se suma a la andanada de juegos postapocalipticos con este título distribuido por los estudios australianos Blowfish Studios. Con un tinte bíblico, Obey Me te enfrenta a distintos jerarcas del ultramundo que regentean los barrios más ásperos a los que el subte permite llegar.

Daymare: 1998

Los ’90 tuvieron algunas cosas buenas, y la explosión de un montón de géneros de videojuegos fue una de ellas. Daymare: 1998 (literalmente Pesadilla diurna: 1998) recupera parte de ese espíritu. Y la recuperación, para bien o para mal, es completa. De hecho, el trabajo del pequeño estudio italiano Invader Studios (apenas 10 personas) comenzó como una remake no oficial del mítico Resident Evil 2, publicado justamente en 1998. Con el pequeño problema de que en el medio Capcom (check) lanzó su propia remake oficial.

 

Los tanos no cajonearon el proyecto, lo reformularon y a los elementos centrales del survival horror le agregaron algunas ideas propias. La mejor de ellas es el manejo de la munición: sencillo y delicado, pero también engorroso, que hace pensar 10 veces si dispararle a ese zombi o esquivarlo con una buena corrida. Y más aún, es un juego sin pausas: el viejo truco de poner el inventario o activar una secuencia de diálgo para tomarse un respiro no funciona. Mientras uno hace esas cosas, el mundo sigue y los zombis también.

Por lo demás, la historia es bastante formulaica (y devota tributaria de la saga que la inspiró), y desde lo gráfico recuerda las limitaciones técnicas de otros tiempos. Lo cual puede no molestar a los gamers más veteranos, pero tal vez sí a quienes le dan a la botonera de comienzos de siglo para acá. En perspectiva, es comprensible: se trata del laburo de pocos desarrolladores contra la producción de estudios con muchos millones en el banco. El precio también se la banca: en Steam se consigue a $330.