Por primera vez desde 2008 el presidente de la Corte Suprema Ricardo Lorenzetti no hizo su habitual discurso de “apertura del año judicial”, una exposición en la que acostumbraba bajar línea a todos los jueces, hacerlos sentir protegidos y repartir mensajes también hacia el poder político y la sociedad. Pero parece que el 2017 no recibió al supremo con el mismo aval interno de sus colegas, que cuestionan su afán por concentrar la comunicación del tribunal, la agenda y el momento de la toma de decisiones. La Corte empezó a cambiar de clima con el desembarco, el año pasado, de Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz. Las insistentes denuncias de Elisa Carrió suman tensión, igual que la difusión de investigaciones periodísticas.

Lorenzetti empezó a hablar públicamente al comenzar el año aferrándose a una antigua disposición del Reglamento para la Justicia Nacional que estaba en desuso desde 1955. Tomó la costumbre de hacerlo apenas antes o justo después de la apertura de sesiones en el Congreso, en especial para marcarle la cancha a Cristina Fernández de Kirchner o bien para contestarle. La última vez le salió mal, porque cometió un blooper que le costó caro: en la Asamblea Legislativa CFK había reclamado avances en la investigación del atentado a la embajada de Israel, que siempre estuvo a cargo de la Corte, y Lorenzetti dijo en su discurso inaugural que era “cosa juzgada”, cuando él mismo en 2006 había firmado una sentencia que decía que la causa sigue abierta. Ese mismo día, cuando recién habían pasado apenas 45 días de la muerte de Alberto Nisman, incluyó el caso en un video que condensó con el término “impunidad” (tampoco eran todos casos impunes, había varios con condena). 

Cada año Lorenzetti solía repetir conceptos en ese discurso, y agregar algunos nuevos. El de “impunidad”, como advertencia a los jueces, fue uno de los últimos. Uno de los primeros había sido el que decía que “no hay marcha atrás” con los jueces de lesa humanidad. En otro orden, siempre le habló a la corporación como tal, llamando a que estén “unidos”, más aún cuando surgió Justicia Legítima, y marcando temas de agenda, como el narcotráfico y la corrupción en los últimos años, como un latiguillo que usó para envalentonar a los jueces federales en tiempos en que crecía el enfrentamiento del propio Lorenzetti con CFK. Con sus discursos se agenció el apoyo de los jueces y cimentó una especie de liderazgo político-judicial que entró en crisis. Ahora no tiene sostén dentro de la Corte para cultivar esa línea y menos para dirigir párrafos al gobierno, con el que está en una relación sinuosa, y bajo la amenaza de juicio político de Elisa Carrió. Entre indirectas de los otros supremos más consejos de sus aliados, hasta ahora el presidente supremo decidió guardarse.