Las relaciones del papado con la Alianza Cambiemos siguen la pauta del doble juego que caracterizó toda la trayectoria de Bergoglio. El 9 de enero, el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires concedió con el mayor sigilo un subsidio de 15 millones de pesos a “la Fundación Pia Autónoma de Derecho Pontificio Scholas Ocurrentes, CUIT 30-71448726-0, con domicilio constituido en Jerónimo Salguero 3056 6º para su proyecto de fortalecimiento, N° 4954/RPC/16”. Así consta en la Resolución 329/MCGC/17, publicada hace dos semanas en el Boletín Oficial de la Ciudad Nº 5084. Su texto invoca el Régimen de Promoción Cultural por el cual pueden otorgarse subsidios a personas físicas y jurídicas sin fines de lucro, las que  deben presentar sus proyectos culturales a la autoridad de aplicación. La resolución firmada por el Ministro Jorge Pititto concede a Scholas Ocurrentes 15 millones de pesos, algo menos de la mitad de los 31,5 millones que solicitó. Además flexibiliza los requisitos para la aprobación de cada proyecto, permitiendo que la fundación del Papa obtenga “recursos complementarios de diversas fuentes”, va sin decir que estatales. Pititto es el nombre real del director de teatro Angel Mahler, que sucedió en el ministerio al negacionista compulsivo Darío Lopérfido de Mitre. En junio del año pasado, Macrì había concedido por decreto a Scholas Ocurrentes una donación de 16,6 millones de pesos, pero cuando Francisco dispuso devolverlos, con una carta tajante a sus colaboradores José María del Corral y Enrique Palmeyro, en la que les dijo que temía que “comiencen a resbalar en el camino hacia la corrupción”. El jefe de gabinete Marcos Peña Braun aclaró que esa suma había sido solicitada por Scholas Ocurrentes para su proyecto de fortalecimiento, la misma expresión usada ahora. Francisco hizo trascender en un diario de Roma que sus colaboradores no tenían derecho a aceptar ese dinero de un Gobierno que tiene que atender incontables urgencias sociales. Ahora queda claro que no le molestó la donación sino que se publicara que era el precio de la distensión con el gobierno, luego de la gélida reunión con Macrì del 27 de febrero del año pasado, un castigo que le impuso para establecer las reglas del juego que se iniciaba. Por lo visto, Macrì entendió, y el Vaticano no tiene la misma severidad con todos los pitittos. Otro tanto puede decirse del cura Julio Grassi: cuando la Corte Suprema de Justicia desestimó las presiones de Bergoglio y confirmó la condena a 15 años de prisión, el Papa negó haber realizado cualquier gestión en favor de su pedófilo preferido. Su expresión ante la pregunta de la periodista francesa Élise Lucet, del programa Cash Investigation, es tan elocuente como la que le dedicó a Macrì aquella vez.


Cara de fastidio para negar gestiones por cura pedófilo.